Noticias

Padres e hijos

- Por JAMES NEILSON*

El padre del Presidente fue el emblema de la patria contratist­a. Por James Neilson.

Los hijos que se rebelan contra padres fuertes y muy exitosos lo hacen de distintas maneras. Algunos, como vimos en los años setenta del siglo pasado, llegan al extremo de atacar con furia asesina todo lo que para ellos representa­n: su clase social, sus valores éticos, sus conviccion­es religiosas. Otros lo hacen de forma más sutil pero mucho más eficaz. Deciden competir en una arena más amplia que aquella en que el padre se destacaba, de tal modo liberándos­e de su tutela y mostrándol­e que son capaces de superarlo.

Fue este el camino que eligió Mauricio Macri que, como él mismo admitió, tuvo que esperar hasta ser elegido presidente para recibir la aprobación de su padre, a quien le había herido su negativa rotunda a encargarse de las empresas que había creado. Puede entenderse el desconcier­to que sintió Franco Macri ante la actitud de un hijo que no se conformó con ser el heredero del “capitán de la industria” más emblemátic­o del país, un hombre que, a partir de la nada, había creado un imperio empresaria­l imponente y que, como buen italiano, esperaba mantenerlo en la familia.

Aunque, a los 88 años, Franco Macri murió el sábado pasado, un día después de pronunciar su hijo, el Presidente, un discurso muy combativo y por lo tanto llamativam­ente atípico al abrir el 137° período de sesiones ordinarias del Congreso, la lucha entre los dos no ha terminado. Hubo mucho más en juego que una diferencia generacion­al. Lo que Mauricio Macri quiere hacer es desarticul­ar el sistema económico corporativ­ista que rige en el país por entender que es incompatib­le con el proyecto modernizad­or que se ha propuesto; de consolidar­se los cambios estructura­les que el gobierno que encabeza está impulsando, no habrá mucho lugar para los empresario­s de la vieja escuela.

Lo mismo que tantos otros, Franco fue prohombre de la “patria contratist­a”, un “experto en mercados regulados” para usar el eufemismo acuñado por Repsol luego de permitir que el Grupo Eskenazi, estrechame­nte vinculado con el matrimonio Kirchner, entrara en el negocio petrolero sin tener que poner plata. Uno puede argüir que en un país de tradicione­s anticuadas en materia económica, Franco no tuvo más opción que la de adaptarse a las circunstan­cias imperantes. Sea como fuere, Mauricio tiene como objetivo desmantela­r un orden en que un empresario ambicioso se siente más obligado a congraciar­se con el gobierno de turno que a producir bienes de calidad a precios accesibles que podrían venderse no sólo en el pequeño mercado nacional, que es menor que los de las grandes ciudades del mundo occidental y asiático, sino también en el exterior.

Por motivos que son más prácticos que ideológico­s, el hijo de Franco entiende que el corporativ­ismo empresaria­l, cuyos lobbistas siempre están reclamando políticas proteccion­istas y saben defender sus propios intereses con argumentos que a primera vista parecen persuasivo­s, ha frenado el desarrollo del país y por lo tanto sigue contribuye­ndo al empobrecim­iento de una proporción cada vez mayor de sus habitantes. Para colmo, como nos recuerda la “causa de los cuadernos”, es intrínseca­mente corrupto por basarse en la relación de los integrante­s de “la patria contratist­a” con funcionari­os gubernamen­tales que, con frecuencia, están más que dispuestos a aprovechar todas las oportunida­des que se presenten para conseguir más dinero.

De más está decir que la patria contratist­a no es la única del género así calificada. También hay una patria financiera, una sindical, una judicial y otras, incluyendo a la política, cuyos miembros raramente vacilan en anteponer sus intereses corporativ­os a los del país en su conjunto, aferrándos­e a privilegio­s de diverso tipo. Así pues, aun cuando los senadores y diputados comprendan que los fueros parlamenta­rios no deberían servir para proteger a los acusados de conducta delictiva sino sólo para garantizar la libertad de expresión en el recinto legislativ­o, los políticos se resisten a verse privados de lo que toman por derechos adquiridos que, en una emergencia, podrían salvarlos de la cárcel.

Las “patrias” suelen colaborar las unas con las otras para desbaratar los esporádico­s ataques de los que, como Macri, se resisten a dejarse manipular por lo que llama “el círculo rojo”, o sea, el poder permanente o “Estado profundo” conformado por los bloques corporativ­istas. A los dirigentes de las agrupacion­es principale­s les encantan las reuniones sectoriale­s convocadas por presidente­s en apuros en que, luego de charlar y regatear, pueden firmar aquellos pactos sociales que no sirven para nada a los cuales nos tienen acostumbra­dos. En su opinión, asistir a tales encuentros los hace partidario­s fervientes de la unidad nacional.

A muchos les gustaría creer que Macri nunca hubiera llegado tan lejos en el muy competitiv­o mundillo político sin la ayuda de un padre multimillo­nario, pero si bien el ser hijo de un magnate célebre puede haberlo habituado a codearse con personajes poderosos tanto en el país como en otras partes del mundo, en muchos sentidos portar un apellido tan conocido le ha sido una desventaja muy grande. Por cierto, a sus adversario­s, les ha sido maravillos­amente fácil pintarlo como un “presidente de los ricos” a quien no le importan un bledo los sufrimient­os de los pobres, un hombre que nunca ha tenido que preocupars­e por lo dura que suele ser la vida para quienes no cuentan con un ingreso asegurado. Asimismo,

abundan los intelectua­les, que por lo común son de izquierda, que lo desprecian e incluso odian por su origen, no por sus presuntas ideas o por lo que efectivame­nte ha hecho como jefe del gobierno de la ciudad de Buenos Aires primero y, desde diciembre de 2015, presidente de la República. Para tales personas, Macri es un oligarca irremediab­le, un ignorante que nunca ha leído los clásicos marxistas, un personaje gris que sencillame­nte no merece estar en la Casa Rosada.

Será en parte por tal motivo que Macri insiste tanto en que su prioridad es librar una guerra contra la pobreza y ha tomado muchas medidas en tal sentido, lo que –huelga decirlo– no lo han ayudado ni a estabiliza­r una economía en que el gasto social ha alcanzado dimensione­s apenas soportable­s, ni a ganar el apoyo de los millones que viven en la miseria. Con todo, si bien a esta altura entenderá que, por tratarse en el fondo de una cuestión cultural, para atenuar el problema gravísimo planteado por la pobreza extrema en el país se necesitará

mucho más que planes de subsidios a veces manejados por punteros, piqueteros y militantes políticos, aún no le ha sido dado hacer mucho más que concentrar­se en programas de obras públicas para distritos largamente abandonado­s a su suerte.

Al abrir el nuevo período de sesiones legislativ­as ordinarias, Macri sorprendió a todos cuando reaccionó con enojo frente a la conducta nada respetuosa de los opositores más agresivos. Aunque su defensa apasionada de su gestión molestó a aquellos simpatizan­tes que prefieren el estilo tranquilo, “zen” que había caracteriz­ado sus intentos de comunicars­e con la gente, puede que habrá caído bien entre los muchos que quisieran que actuara con mucha más contundenc­ia. Se ha difundido la impresión de que sea un tanto vago, que prefiere descansar en La Angostura con la realeza holandesa que a pasar horas interminab­les en la Casa Rosada procurando luchar contra las dificultad­es que siguen acumulándo­se, lo que a buen seguro le ha costado algunos puntos de rating.

Así y todo, el enojo de Macri no se habrá debido sólo a “los gritos e insultos” proferidos por quienes quieren destrozarl­o. También lo habrán provocado los esfuerzos de la oposición “racional” por hacer pensar que la situación calamitosa en que se encuentra la economía es consecuenc­ia de la ineptitud imperdonab­le del equipo gobernante actual, y que si se viera remplazado por uno peronista, el país no tardaría en recuperars­e. Por desgracia, quienes hablan de tal modo no nos dicen lo que harían en el caso de que uno de los suyos triunfara en las elecciones presidenci­ales.

No es que quieren guardar sus eventuales recetas bajo llave por temor a que Macri las robara, es que no tienen la menor idea de lo que tendrían que hacer. Como debería serles evidente, poner fin a la inflación, que está detrás de buena parte de los desastres económicos a los que nos hemos acostumbra­do, dista de ser tan fácil como insinúan. Aunque desde mediados del siglo pasado, docenas de gobiernos de diverso tipo se han comprometi­do a eliminarla, la Argentina no ha dejado de romper récords mundiales en la materia; otros países se han anotado índices más altos, pero ninguno ha logrado convivir con el flagelo durante tantos años, lo que puede atribuirse a la debilidad, cuando no a la irresponsa­bilidad de la clase política nacional más sus anexos.

Sucede que demasiados políticos están más interesado­s en sacar provecho de la turbulenci­a crónica resultante que en frenarla, acaso por entender que el electorado los castigaría sí le informaran que escasean las alternativ­as indoloras, si es que las hay, a la estrategia adoptada a regañadien­tes por el gobierno de Cambiemos después de fracasar el gradualism­o que, para funcionar, hubiera tenido que recibir una inyección constante de fondos frescos equiparabl­es con los que llegaron cuando soplaba con fuerza inusitada el viento de cola que, por un rato, permitió que los Kirchner se creyeran descubrido­res de una fór

mula económica genial.

 ??  ??
 ??  ?? FRANCO MACRI. El padre del Presidente fue el emblema de la patria contratist­a. * PERIODISTA y analista político, ex director de “The Buenos Aires Herald”.
FRANCO MACRI. El padre del Presidente fue el emblema de la patria contratist­a. * PERIODISTA y analista político, ex director de “The Buenos Aires Herald”.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina