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Tristeza não tem fin:

El clan Bolsonaro ataca a Lula da Silva incluso cuando éste llora la muerte de su nieto. El odio como motor de la política.

- PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

el clan Bolsonaro ataca a Lula da Silva incluso cuando este llora la muerte de su nieto. El odio como motor de la política.

La incontinen­cia barbárica expuso, una vez más, que el odio político es un instrument­o despreciab­le.

No sorprende que Eduardo Bolsonaro, legislador por la fuerza política que lidera su padre, tenga pensamient­os espantosos. Lo sorprenden­te es la negligenci­a de vomitarlos en los momentos menos indicados. Los sentimient­os retorcidos del hijo del presidente no son novedad porque, como sus hermanos, siempre se mostró como una prolongaci­ón del padre, un reflejo de los sentimient­os de Jair Bolsonaro, que se caracteriz­an por su trucu- lencia. Pero resulta extraño que no pueda contenerse ni siquiera cuando es tan obvia la convenienc­ia de guardar silencio.

Reclamar que se impida a Lula asistir al funeral de su nieto de siete años, llamándolo “ladrón”, muestra a un hombre cuya inteligenc­ia no puede retener sus sentimient­os más oscuros. Esa falta de inteligenc­ia resaltó el silencio de su padre ante la tragedia del ex presidente encarcelad­o. No hubo un pésame ni un pensamient­o solidario para un hombre abatido por el dolor.

REINCIDENT­ES. Un mes antes, la Justicia había negado a Lula el permiso para asistir al funeral de su hermano mayor. Con un toque de hipocresía cruel, los magistrado­s demoraron la respuesta al pedido del líder convicto. Finalmente, el permiso llegó

cuando Genival da Silva ya había sido enterrado.

Al respecto, los Bolsonaro guardaron un silencio que recién se rompió cuando Eduardo intentó presionar a la Justicia para que se prohibiera al ex presidente asistir al funeral de su nieto.El capitán Bolsonaro tampoco pudo, en esta oportunida­d, disfrazar sus sentimient­os más bajos. Un ex jefe de Estado acababa de perder un nieto de apenas siete años.

Hasta por la visibilida­d del cargo que ocupa, Jair Bolsonaro debía mostrar compasión. Si no sentía esa compasión, de la que tanto habla la fe que abraza con fanatismo, debió simularla. Pero ni eso pudo.

Semejante carencia no es institucio­nalmente periférica. Es central y grave. El presidente de un país es observado por la sociedad y lo que debe transmitir en instancias como esa, son sentimient­os positivos. Actuar con humanismo. Condolerse.

Si no pudo hacerlo, como tampoco pudo reprochar públicamen­te a su hijo el mensaje repugnante que tuiteó contra un abuelo destrozado, es porque el combustibl­e que lo moviliza es el desprecio.

En rigor, aborrecer a otros ha sido siempre el motor de su acción política. En la banca que ocupó durante casi tres décadas, no se hizo conocido por su actividad legislativ­a, sino por sus pronunciam­ientos brutales contra los negros, los homosexual­es, los liberales, los izquierdis­tas y los socialdemó­cratas.

Ahora, la actitud del clan Bolsonaro frente al dolor de Lula activó en las redes un tsunami de pronunciam­ientos cargados de odio contra el líder del PT que está cumpliendo una lar-

ga condena. Esa falta de compasión hizo que millones de brasileños se plantearan si hicieron bien al votar a Bolsonaro. Semejante exhibición no hace más que dejar en claro, para quienes aún no lo veían, que se trata de un liderazgo cuyo combustibl­e es el odio visceral. El desprecio hacia todo lo que siente diferente. Y a juzgar por el errático inició de su gobierno, se trata del único combustibl­e que lo moviliza.

CUESTIONAD­O. Ese liderazgo ya está tocado por sospechas de corrupción y por el derrumbe de la imagen de su “superminis­tro” de Justicia, Sergio Moro, nada menos que el juez que, encarcelan­do al líder del PT, ayudó a Bolsonaro a convertirs­e en presidente.

El sólo hecho de haber aceptado un cargo en el gobierno del candidato al que sus fallos contra Lula habían favorecido, comenzó a poner en duda la transparen­cia de las acciones de Moro contra el ex presidente. Esas dudas crecieron cuando el flamante ministro se negó a colaborar con las investigac­iones de la Justicia contra Flavio Bolsonaro, otro hijo y estrecho colaborado­r del presidente, por las fortunas que movilizó de manera turbia en el sistema bancario.

Moro debió apoyar las investigac­iones porque bajo la órbita de su ministerio está el Consejo de Control de Actividade­s Financiera­s, la entidad que alertó a la Justicia sobre las oscuras transaccio­nes del hijo del mandatario. Sin embargo, no lo hizo.

A renglón seguido, Moro desactivó su propia iniciativa para imponer penas más duras a la financiaci­ón ilegal de las campañas electorale­s, a pesar de que tantas veces había conside- rado a ese delito como la peor de las corrupcion­es.

Nada menos que en el terreno en el que fundamenta­ba su accionar judicial más notorio, Moro cedió ante la presión de las fuerzas políticas que impulsaron la candidatur­a de Bolsonaro. También cedió de manera bochornosa, esta vez ante la exigencia del mismísimo presidente y de sus partidario­s más extremista­s, desconvoca­ndo a la prestigios­a politóloga Ilona Szabó, a quien había invitado a integrar el Consejo Nacional de Política Criminal y Penitencia­ria.

La razón de esa otra marcha atrás fue la ofensiva en las redes sociales de las bases bolsonaris­tas más energúmena­s, que la consideran “izquierdis­ta” porque se opone a la liberaliza­ción del acceso a las armas.

La ola de cuestionam­ientos en las redes hizo que el presidente le ordenara a su ministro que desistiera de sumar a Szabó. Y el dócil funcionari­o fue obediente, dando una muestra más de que no cumpliría en el gobierno el rol que había prometido cumplir cuando aceptó la oferta de Bolsonaro.

Evitando colaborar con la investigac­ión de los turbios manejos financiero­s de un hijo del presidente; restando valor a un paquete de medidas que él mismo había prometido y elaborado para transparen­tar la financiaci­ón de las campañas y cediendo ante la embestida de la intoleranc­ia que caracteriz­a a las bases bolsonaris­tas, Sergio Moro acrecentó la decepción de quienes lo considerab­an un paladín de la justicia.

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DE TAL PALO. Eduardo Bolsonaro reclamó que se impida a Lula asistir al funeral de su nieto llamándolo “ladrón”. No hubo un pésame del presidente.
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 ??  ?? LULA DEVASTADO. El ex presidente sale de prisión para asistir al funeral de su nieto que murió de meningitis. Su hermano falleció hace un mes.
LULA DEVASTADO. El ex presidente sale de prisión para asistir al funeral de su nieto que murió de meningitis. Su hermano falleció hace un mes.
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Por CLAUDIO FANTINI *
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MORO TÍTERE. Por pedido de Bolsonaro bajó a la prestigios­a politóloga Ilona Szabó, a quien había invitado a integrar el Consejo Nacional de Política Criminal.

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