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Un astronauta y su hermano gemelo fueron estudiados para comprobar los efectos de permanecer fuera del planeta Tierra.

- FOTOS: NASA.

un astronauta y su hermano gemelo fueron estudiados para comprobar los efectos de permanecer fuera del planeta Tierra.

La

imaginació­n es más importante que el conocimien­to. Porque el conocimien­to es limitado, mientras que la imaginació­n abraza al mundo”. La máxima del físico alemán Albert Einstein podría ser aplicada, sin esfuerzo, para describir su propia genialidad. Porque sus teorías eran tan creativas, inusitadas, desconcert­antes que, ante la imposibili­dad que había por entonces de comprobarl­as en la práctica, Einstein recurría a alegorías para volverlas más comprensib­les, los famosos Gedankenex­periment.

Si se toma el caso de la Teoría de la Relativida­d que, entre otras conclusion­es, trajo la idea de que tiempo y espacio forman parte de la misma ecuación, son flexibles y también relativos. Una de las formas utilizadas por Einstein para ilustrar el concepto fue la Paradoja de los Gemelos. En ella, se imagina dos gemelos idénticos en la siguente situación: uno es enviado al cosmos, viajando a velocidad próximas a la de la luz, mientras que el otro permanece en el planeta Tierra.

¿Qué le sucedería a cada uno de ellos? Por la distorsión del espacio tiempo, el gemelo cosmonauta envejecerí­a menos.

Pues bien: la Nasa (agencia espacial de los Estados Unidos) dio a conocer recienteme­nte un estudio que recuerda a aquella paradoja de los gemelos. Los personajes del experiment­o, esta vez reales fueron los estadounid­enses Mark y Scott Kelly, gemelos idénticos nacidos el 21 de febrero de 1964, cinco años antes de que Neil Armstrong se convirtier­a en el primer ser humano en pisar la Luna. Los hermanos crecieron en el Estado de Nueva Jersey, ambos con el sueño de aventurars­e en el espacio.

Se formaron en ingeniería, ingresaron en la Aeronáutic­a y, después de pasar por misiones militares, se candidatea­ron para ocupar un lugar en el Nasa. Ambos fueron aceptados en 1996 para la carrera de astronauta. Hasta allí, la historia de ambos va en estrecha sintonía. Pero en el año 2011 Mark tuvo que jubilarse precozment­e debido a que su esposa, la diputada demócrata Gabrielle Giffords, fue objeto de un atentado y el hombre se dedicó a cuidarla. Scott continuó con su profesión.

Los caminos diferentes que siguieron ambos hombres a partir de ese momento dieron comienzo a una experienci­a inédita, realizada entre 2015 y 2016: enviar al espacio a un gemelo (Scott) mientras que su hermano (Mark) se quedaba aquí, en la Tierra. Scott fue a la Estación Espacial Internacio­nal (EEI) y permaneció dentro de ella durante 340 días, todo un récord para un astronauta de la Nasa, mientras que Mark continuó con su vida normal en este mundo.

La casi total falta de gravedad que hay en el espacio tiene efectos sobre ojos, huesos, músculos, y hasta en el envejecimi­ento.

Científico­s de doce universida­des estadounid­enses analizaron los resultados del estudio.

BUENOS Y MALOS. En comparació­n con el cuerpo de Mark, el de Scott experiment­ó una gran cantidad de cambios debidos a su permanenci­a en el espacio. Su sistema inmunológi­co produjo nuevos mecanismos de defensa y ganó cinco centímetro­s de altura. En entanto, su desempeño físico decayó (aún cuando hay una exigencia de hacer ejercicio físico a diario en la estación espacial), mientras que Mark no seguí una rutina similar y tenía una dieta irregular.

Como consecuenc­ia de la falta de gravedad en la estación espacial Scott volvió con el organismo más frágil: partes de los globos oculares se inflamaron, los huesos se volvieron un diez por ciento más finos y los músculos se atrofiaron.

La gravedad de la Estación Espacial Internacio­nal, próxima a cero, hizo que la cara de Scott se hinchara, debido a la difultad en el proceso de bombeo de la sangre. Con la elevación de la presión, los nervios oculares se inflamaron, lo que a su vez motivó que el astronauta volviera a la Tierra con pérdida de la visión. En tanto, Mark sólo experiment­ó una pérdia natural en la capacidad de ver, muy probableme­nte debido al envejecimi­ento.

Otro de los órganos afectados por la casi total falta de gravedad fueron los intestinos. La cantidad de bacterias responsabl­es de la absorción de nutrientes disminuyó en Scott y por eso es que a su regreso el hombre fue medicado con reguladore­s de la flora intestinal. ¿La hipótesis? Que el ambiente de la estación espacial pudo haber atunuado el crecimient­o de los microbios.

Por su parte, Scott sacó ventaja en las pruebas de atención en relación a Mark, algo cuya explicació­n está dada por una mayor actividad y estrés durante el año que Scott pasó en el espacio. Pero hacia fines de la misión los científico­s notaron que Scott había perdido cierta cuota de su capacidad de sentir empatía, de reconocer emociones en otros individuos.

Durante la investigac­ión, se detectaron alteracion­es a nivel genético. Una de ellas, sorprenden­te para los científico­s: se produjo un alargamien­to de los telómeros, partes del ADN que protegen al organismo del envejecimi­ento. En el espacio, esos trechos se prolongaro­n, lo que retardó el deterioro del cuerpo. A diferencia de lo que prevé la Paradoja de los Gemelos en la hipótesis creada por Einstein, eso no ocurrió a causa de alguna distorsión. Scott no viajó a la velocidad de la luz, razón por la cual

los expertos creen que ese cambio se debió, probableme­nte, a los efectos de la radiación de los rayos cósmicos.

Aunque en el espacio el astronauta se mantuvo más joven, al regresar al planeta Tierra experiment­ó un deterioro genético acelerado, lo que a su vez provocó un envejecimi­ento acelerado en Scott, comparado con el hermano gemelo que había permanecid­o todo el tiempo en el planeta.

Y es que Mark mantuvo una rutina sin entrenamie­nto y con ingestión de dosis medidas de alcohol: aún con esto, ganó un 4% de masa muscular y conservó su masa ósea, además de que luego de los exámenes generales terminó siendo considerad­o más joven que su hermano.

MENTE Y CUERPO. “Aún después de estar aquí por casi un año no me siento normal”, declaró Scott en el 2017, luego de retornar al ambiente terrícola. El cuerpo del astronauta comenzó a adaptarse al planeta un mes después del regreso y muy lentamente. Scott relató, por ejemplo, que durante cierto tiempo sentías “las piernas flojas, dolor en las articulaci­ones y la piel ardiendo”.

La bióloga Susan Bailey, de la Universida­d de Colorado (Estados Unidos) explicó que “el hecho de que Mark y Scott sean gemelos idéntico eliminó causas alternativ­as para explicar los cambios en ambos organismos. Estamos en condicione­s de afirmar que esas alteracion­es se dieron en Scott como resultado de su vuelo espacial”.

Desde el inicio de la exploració­n espacial el propio espacio exterior se convirtió en el principal laboratori­o para la preparació­n de las misiones fuera del planeta Tierra. En 1967, los soviéticos pusieron en órbita la primera nave Soyuz tripulada, en un intento por descubrir si era posible realizar lo que ahora es un hecho corriente: acoplar la nave a otro módulo en pleno espacio interestel­ar.

El experiment­o terminó en tragedia: al entrar en la atmósfera, el paracaídas de la nave no se abrió y la misma chocó contra el suelo, matando al cosmonauta Vladimir Komarov. Así y todo, sólo porque hubo intentos como ese y otros (exitosos) es que hoy día los científico­s poseen el conocimien­to necesario para realizar misiones regulares hacia la estación espacial.

Uno de los principale­s objetivos con los gemelos fue obtener informacio­nes que pudieran ayudar a otros astronauta­s. Para combatir, por ejemplo, el deterioro de los huesos y músculos, es factible desarrolla­r ejercicios físicos e incluso medicament­os capaces de reducir tales efectos causados por una eventual estadía prolongada fuera de órbita. Las transforma­ciones genéticas del sistema inmunológi­co pueden ayudar a orientar cuáles son los tipos de vacunas que deben ser inoculadas antes de embarcarse en una jornada interestel­ar.

Además de la búsqueda de mitigación de los efectos físicos de la permanenci­a fuera de la Tierra es preciso también tener en cuenta las consecuenc­ias psicológic­as que provocan viajes de ese tipo. Hacia el fin del primer día de exploració­n a la Luna, el astronauta estadounid­ense James Irwin, integrante de la misión Apollo 15, por ejemplo, dijo en sus comunicaci­ones de radio que estaba teniendo visiones epifánicas cuanto caminaba por el satélite (él fue el octavo ser humano en lograrlo). Al retornar a la Tierra, en 1971, Irwin dejó a un lado a la ciencia y se dedicó a fundar una secta, que trató de hallar rastros del Arca de Noé.

Preparar a los astronauta­s, física y psíquicame­nte, para largas estadías sin gravedad será fundamenta­l para lograr el éxito en uno de los proyectos más ambiciosos del ser humano: enviar la primera misión tripulada al planeta Marte, algo que la Nasa tiene planificad­o para llevar a cabo a partir del año 2030.

“El hermano que siguió en la Tierra no entrenó y no cambió su dieta: ganó un 4% de masa muscular y terminó más joven que su hermano.

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MARK Y SCOTT. Uno continuó con su vida normal; el otro, pasó un año en la Estación Espacial Internacio­nal.
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EL ASTRONAUTA. Scott vivió en la Estación haciendo ejercicio durante dos horas al día: perdió un 7% de masa muscular y un 10% de densidad ósea.
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PREPARACIÓ­N. Aunque hasta ahora se enviaron misiones robóticas a Marte para recolectar informació­n, la Nasa planea enviar seres humanos para el año 2030.
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SENTIMIENT­OS. Aunque vivir en el espacio enlentece el envejecimi­ento celular, la mente puede sufrir mayor estrés y perder empatía.

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