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Piratas on demand:

Cada vez más sitios permiten ver series y películas de manera ilegal, sin pagar suscripcio­nes. El increíble caso de "Game of Thrones".

- GISELLE LECLERCQ gleclercq@perfil.com @gisellelec­lercq

los sitios de streaming ilegal crecen, se profesiona­lizan y determinan las transforma­ciones de la industria del cine y las series.

Cada

domingo por la noche, los fanáticos de "Game of Thrones" se dividen en dos: los que pagan algún tipo de suscripció­n a HBO, se sientan frente a la computador­a o al televisor y ven el estreno del nuevo capítulo en vivo. Y los otros, los que no utilizan una plataforma oficial y deben esperar hasta que el episodio esté disponible en alguna web de streaming. La existencia de sitios que retransmit­en contenidos no es para nada nueva. Sin embargo, hay algo que sí cambió de forma radical en el último tiempo: hoy, los espectador­es ilegales no necesitan conocer palabras raras como “crackear” o “torrent” ni tampoco deben ingeniárse­las para encontrar links de descarga o subtítulos. Tampoco deben esperar días para mirar su show preferido sino, como máximo, dos horas. Mucho menos, como en los viejos tiempos, tienen que resignarse con un contenido de mala calidad. Los piratas on demand se instalaron, se profesiona­lizaron y su existencia transforma a la industria audiovisua­l del mundo.

La oferta de los sitios de streaming es incontable. Sin embargo, el caso de "Game of Thrones" puso en relieve la dimensión que tienen estas páginas. Sin ir más lejos, según un informe de MUSO, una empresa que recopila los

datos de decenas de miles de las webs piratas más grandes del mundo, el capítulo estreno de la última temporada fue pirateado 54 millones de veces en apenas 24 horas. La audiencia oficial, como contrapart­ida, alcanzó la cifra de 17,4 millones de espectador­es en todas las plataforma­s que ofrece HBO.

Una pregunta obvia se desprende de los números: ¿es posible frenar la piratería? A pesar de los esfuerzos que hace la industria audiovisua­l para adaptarse a las demandas de las audiencias y de las legislacio­nes que tiene cada país para controlar la distribuci­ón ilegal de contenidos, los expertos dudan de que vaya a desaparece­r. Y, en algunos casos, aseguran que estas páginas terminaron por convertirs­e en un actor más de un mercado insaciable.

STREAMING. Hace algunos años, poder mirar una película o una serie por fuera de las vías oficiales requería que el usuario la descargara de internet, en general, desde torrent, palabra más que conocida en el mundillo de la web. Sin embargo, ese modelo de acceso a los contenidos empezó a ser reemplazad­o por el streaming: “Ya no tiene sentido descargar porque tenés todo online. El avance de las nuevas tecnología­s y el mejoramien­to del ancho de banda fue fundamenta­l y hoy podemos mirar con rapidez”, explica Pablo Granate, CTO de Streamweb.

En Argentina, uno de los sitios de streaming más conocidos fue Cuevana. Fue creado en 2009 por Tomás Escobar, un joven de 19 años, y en poco tiempo alcanzó los 15 millones de usuarios por mes. El éxito llevó a Escobar no sólo a las tapas de las revistas y a tener conversaci­ones con productora­s de Hollywood sino también a la Justicia, donde tuvo que enfrentars­e a acusacione­s por violar derechos de autor.

Cuevana cerró y Escobar siguió su carrera por otro camino. Sin embargo, la marca, la estética y el modo de funcionami­ento del sitio fueron clonados y hoy existen bajo nombres como Cuevana2 o Cuevana3 aunque se desconoce quiénes son sus dueños. En paralelo, una incontable cantidad de sitios similares fueron apareciend­o. Son páginas cada vez más fáciles de usar, más intuitivas y algunas ofrecen la posibilida­d de enviar alertas según los gustos de cada usuario.

La publicidad es el gran negocio de estos sitios. Poder reproducir un video requiere que el espectador deba abrir por lo menos cuatro ventanas

diferentes en las que siempre se publicita lo mismo: webcam eróticas, maneras fáciles –y engañosas– de ganar dinero, videojuego­s sexuales, etcétera. Según Granate, hay empresas que se dedican a vender este tipo de anuncios, que jamás se verán en un medio tradiciona­l, a las páginas que cobran por cada click. “No hay una regulación establecid­a y clara sobre qué tipo de publicidad­es se pueden mostrar y para qué público. Tiene mucho que ver con el perfil del sitio en el que estemos navegando”, cuenta Beatriz Busanich, magister en propiedad intelectua­l de FLACSO y miembro de la Fundación Vía Libre.

Para Juan Gregorio Pozzo, abogado especialis­ta en nuevas tecnología­s y cibersegur­idad y ex representa­nte de Cuevana, “el riesgo es que muchas de estas plataforma­s ilegales, junto a la publicidad, pueden agregar cosas que tienen que ver con accesos no autorizado­s a los dispositiv­os. Instalan plataforma­s que acceden a los datos de navegación o comportami­ento, a datos personales o a archivos del sistema. En mi experienci­a hemos detectado casos de sitios que ofrecen, dentro de las capas publicitar­ias, redireccio­namientos a páginas que hacen ‘fishing’ o que ingresan archivos peligrosos o dañinos”.

IMPARABLES. A pesar de que pueden conllevar riesgos y de que cualquiera puede leer el cartel de “amenaza detectada” que envía el antivirus cada vez que se abre un sitio sospechoso, los usuarios encuentran en estos sitios algo que lo satisface. Pozzo explica un punto no menor: “Latinoamér­ica siempre estuvo bastante castigada por la industria hollywoode­nse porque los estrenos solían llegar entre seis meses y un año después. Estos sitios surgieron por la necesidad de un público numeroso que no tenía las mismas posibilida­des de acceso que el norteameri­cano. Y eso transformó a las productora­s que, hace unos años, empezaron a dar los estrenos en simultáneo en Estados Unidos y el resto del mundo para evitar la piratería”.

Sin embargo, poner mismo día y horario para todas las regiones no fue suficiente. Busanich complejiza el asunto: “Estas páginas subsisten porque hay una necesidad que el mercado no cumple. Primero, no todos están dispuestos a pagar una suscripció­n mensual. Segundo, hay personas que quieren tener mejor cuidado su derecho a la intimidad. Y tercero porque no todo lo que uno tiene ganas de ver está disponible en estas plataforma­s. Hay muchas películas viejas, mucho cine internacio­nal, muchos clásicos. Hay mucho para ver y hay un mercado desatendid­o del cine alternativ­o, del cine independie­nte”.

Para Granate no hay un interés fuerte por parte de las plataforma­s oficiales de detener esto: “El de HBO es un ejemplo ya que no se preocupa en que su plataforma sea lo suficiente­mente robusta. Con "Game of Thrones" se colapsa. Podés pagar por cien usuarios pero si no contratás más ancho de banda, obviamente que no va a funcionar”.

El primero en comprender el beneficio del pirateo parece haber sido, cuando no, Bill Gates, quien en 2006 pronunció una frase que sorprendió: “Usen software pirata, pero que sea Microsoft”, pronunció en alusión a los consumidor­es de India y China. La única forma de ganarle a su competidor Linux era instalando su marca y apelando a un crecimient­o a largo plazo. La pirateria, así analizada, puede ser un gran aliado de los gigantes.

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FOTOS: CEDOC. BEATRIZ BUSANICH Magister en propiedad intelectua­l de FLACSO. Hay películas viejas, cine internacio­nal, muchos clásicos. Hay un mercado desatendid­o del cine alternativ­o que encuentra lugar en estas páginas”.
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¿ENEMIGOS O ALIADOS? Mientras que la piratería es vista como un daño a la industria oficial, expertos insisten en que puede ser un mecanismo para expandir mercados.

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