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Cristina 2020:

Qué haría si volviese al poder con la economía, el dólar, la deuda, la Justicia, los presos K, los medios y la política exterior.

- ALEJANDRO REBOSSIO JUAN LUIS GONZÁLEZ arebossio@perfil.com jlgonzalez@perfil.com @ale_rebossio @juanelegon­zalez

los temores del establishm­ent y la política sobre un eventual tercer gobierno de la ex presidenta. Dólar, FMI y vendettas. La agenda Kicillof.

Habían pasado dos meses de su derrota en las elecciones a senador contra Esteban Bullrich. Corría diciembre de 2017 y las calles de Congreso ardían contra la reforma jubilatori­a. Entonces Cristina Kirchner llamó a Alberto Fernández, aquel que había sido su jefe de Gabinete medio año de su primer gobierno y que militaba en el Frente Renovador desde 2013. “Volvamos a empezar”, le propuso ella a quien había dirigido el gabinete durante la administra­ción de Néstor Kirchner y que se había alejado del matrimonio tras la pelea con el campo y Clarín.

A partir de entonces comenzaron a tejer juntos una estrategia para volver al poder en diciembre de 2019. El estallido de la crisis los ayudó, pero afrontan el enorme desafío de convencer al electorado independie­nte de que un tercer gobierno de Cristina Kirchner será mejor que los anteriores, sobre todo del segundo, el que derivó en el triunfo de Mauricio Macri en 2015. La obra "Sinceramen­te", que la ex presidenta presentó este 9 de mayo en la Feria del Libro, demuestra más reivindica­ción que autocrític­a (a las cadenas nacionales, el pacto con Irán o su pelea con Hugo Moyano). Es un libro que vendió 230.000 ejemplares en dos semanas, pero atrae más a fanáticos y detractore­s que al votante de centro, ese al que ella debe conquistar, según ha definido con claridad el dirigente social neokirchne­rista Juan Grabois, pese a que su verba a veces le juegue en contra. En la feria se mostró moderada y resaltó a Alberto Fernández, eventual jefe de Gabinete.

De confirmars­e su candidatur­a presidenci­al y de ganar las elecciones, ¿qué le pasaría a la Argentina en 2020? En la campaña deberá res

ponder esta pregunta y sus actuales asesores más estrechos buscan descartar posiciones radicales como la del intelectua­l Mempo Giardinell­i, que pidió eliminar el Poder Judicial y convertirl­o en un sistema de administra­ción de Justicia. Pero la propia ex jefa de Estado insiste en “Sinceramen­te” con la necesidad de una reforma judicial, aunque discutida con más participac­ión y mejor pensada y escrita que la que la Corte Suprema le rechazó en 2013.

La campaña estará plagada por tensiones entre los kirchneris­tas duros, entre los que muchas veces se ubica la misma Cristina Kirchner, y los moderados, entre los que quiere posicionar­se la senadora y con la que sueñan Alberto Fernández, el PJ y sus gobernador­es. Entre los primeros hay matices, entre los que reivindica­n el segundo gobierno de CFK, como La Cámpora o Agustín Rossi, y los que plantean profundiza­rlo, como Luis D’Elía, que quiere expropiar Clarín, o Gabriel Mariotto, que pretende nacionaliz­ar la banca y servicios públicos. Grabois ansía una reforma agraria, a la vez que reniega de los “chorros” del kirchneris­mo. En el medio avanzan los juicios por los que ella está diez veces procesada, con cinco pedidos de prisión preventiva, sólo impedida por sus fueros.

ECONOMÍA. Ya lo dijo Máximo Kirchner, primero la deuda interna y después la externa, incluido el FMI. “Lo que se pregunta la gente es si va a bajar la inflación y si va a tener empleo, no si vamos a pagar la deuda y poner el cepo”, retrucan en el kirchneris­mo light cuando se los interroga por las preguntas que por estos días lanzan los numerosos ejecutivos de bancos y fondos de inversión internacio­nales que se reúnen con Alberto Fernández, Axel Kicillof –principal consejero económico de la ex presidenta pero que iría a la gobernació­n bonaerense– y Emmanuel Álvarez Agis, que fue su número dos en el Ministerio de Economía entre 2013 y 2015 y que es calificado como “axelismo de derecha” por detractore­s internos. Otro referente económico en las sombras es Guillermo Nielsen, secretario de Finanzas del gobierno de Kirchner, embajador de CFK en Alemania y hasta hace poco compinche de José Luis Espert.

¿Cómo bajar una inflación y un desempleo mayores a los heredados por Macri? No lo detallan demasiado, consideran que se trata de instalar un modelo de “desarrollo económico basado en producción y trabajo”, y que todas las demás variables se acomodarán después. Vaca Muerta, el litio, el silicio, su industrial­ización, la exportació­n de manufactur­as y una alianza con grandes empresario­s nacionales ilusionan a la ex presidenta para revertir la falta de divisas.

En el ala más dura proponen adoptar medidas urgentes el 10 de diciembre para frenar los precios de los alimentos, los remedios y los servicios públicos. Para abaratar la comida quieren volver a los antiguos Precios

Cuidados, con más productos y más económicos que los actuales; fortalecer la agricultur­a familiar y ampliar la competenci­a en las góndolas de los supermerca­dos. Quieren ofrecer medicament­os accesibles y para eso ya dialogan con las farmacias y los laboratori­os nacionales, tan enfrentado­s al gobierno de Macri. Reniegan de Guillermo Moreno y recuerdan que el ex secretario de Comercio Interior dijo en marzo que el mejor candidato es Roberto Lavagna.

En cuanto a las tarifas, en el kirchneris­mo duro reconocen que falta margen fiscal para congelarla­s mediante la aplicación de más subsidios. Por eso abogan por acotar el aumento de rentabilid­ad del que han gozado las distribuid­oras y transporti­stas de energía, no sólo para beneficio de los hogares sino también de las empresas consumidor­as, de modo de darles más competitiv­idad. En cambio, a título personal, Álvarez Agis aboga por seguir bajando los subsidios a los servicios públicos (se redujeron del 4% al 2% del PBI con Macri) hasta el 1,5%, como el promedio latinoamer­icano, pero que a la vez se eleve la producción de energía.

¿Y la deuda? Advierten que, a diferencia del default de 2001, ahora el pasivo con el FMI pesa más y equivale a un tercio del total. “Con el Fondo no podés defaultear ni hacerle quita, podés renegociar plazos e intereses”, reconocen. Claro que, a cambio, el organismo dominado por Estados Unidos y otros países occidental­es pedirá no sólo ajuste fiscal y monetario, como hasta ahora, sino reformas estructura­les, como laboral, previsiona­l y otras. En el kirchneris­mo recuerdan que Kirchner no rompió el acuerdo firmado por Eduardo Duhalde en 2003 sino que lo mantuvo hasta 2005, cuando canceló la deuda. “El tema es cómo discutís con el FMI”, señalan.

Álvarez Agis recuerda que a países como Ucrania, Irak o Jamaica el Fondo no les pidió esas reformas: “El problema es que Macri está a la derecha del FMI y quiere incluirlas”. También advierte que incluso el actual Presidente debería renegociar, pues va camino de incumplir la meta de déficit cero en 2019. “Hay que hacer como España: prometió déficit cero en dos años, pero si la economía va mal puede apartarse de la meta y si va bien debe sobrecumpl­irla”, propone el ex viceminist­ro.

¿Terminará Cristina Kirchner como Alexis Tsipras, el líder de la izquierda griega que llegó al poder en 2015 y no tuvo más opción que continuar con la receta del Fondo y apenas pudo matirzarla? A Tsipras le costó la pérdida de sus aliados más radicales, como el economista Yanis Varoufakis. En Wall Street se esperanzan con otra analogía. Inversores sueñan con que el tercer gobierno de Cristina Kirchner sea como el segundo del suicidado ex presidente peruano Alan García (2006-2011), es decir, pro mercado y disciplina­do en lo fiscal, a diferencia de su primer mandato (1985-1990), en el que rechazó el consejo del FMI, limitó el pago de la deuda externa e intentó nacionaliz­ar la banca.

Aun en el kirchneris­mo moderado plantean que la deuda con el sector privado deberá renegociar­se, gane quien gane. Pero Álvarez Agis no comparte esa opinión: “Si llegás a 2020 con un tipo de cambio real (ajustado por inflación) estable, el default sólo sería una decisión de un mononeuron­al. Lo que hay que cambiar es el perfil de vencimient­os de los bonos, obtener más plazo con más tasa, pero con operacione­s de mercado”.

CEPO. El cepo es rechazado por los K light, pero entre los hard aclaran: “Nuestra aspiración es que no haya restriccio­nes como el cepo, pero sí controles de capitales como los que aplica Turquía. Pero si Macri sigue rifando reservas, va a ser difícil comprar dólares porque no va a haber”. También para evitar la salida de divisas, apoyan medidas proteccion­istas, no como las del pasado, que vetó la Organizaci­ón Mundial de Comercio, pero como las de Donald Trump. En cambio, Álvarez Agis recuerda que Kicillof comenzó a desarmar el cepo instaurado en 2011 y que sólo deberían imponerse controles a grandes capitales, como los que rigieron de 2003 a 2010 y que impedían comprar más de US$ 2 millones mensuales.

Inversores también preguntan a los K por el futuro de las estadístic­as públicas y las relaciones exteriores. “Hay mucho por mejorar en el Indec actual, pero medir mal la pobreza nos perjudicó”, reconocen los duros. Álvarez Agis sostiene: “Si las estadístic­as públicas actuales son tomadas en cuenta por el público, entonces andan bien. Si antes no eran tomadas en cuenta, andaban mal”.

En cuanto a las relaciones exteriores, el kirchneris­mo se encomienda a Jorge Taiana, que fue canciller entre 2005 y 2010, es decir, antes del pacto con Irán y del empeoramie­nto de la siempre distante relación K con Estados Unidos. Un tercer gobierno de CFK buscaría la integració­n regional comercial y política, si es posible, con prioridad en Brasil, más allá de que Jair Bolsonaro hable pestes de ella; se uniría a la posición de México y Uruguay de pedir diálogo en Venezuela; dado el endeudamie­nto con el FMI, cultivaría los vínculos con los países que lo controlan; y mantendría las buenas relaciones con China y Rusia que ni Macri modificó.

Diplomátic­os de los países occidental­es hacen cola para juntarse con referentes económicos y políticos de los K, como Agustín Rossi, que seguiría como jefe del bloque de Diputados. El de senadores sería presidido por Jorge Capitanich, que dejaría la intendenci­a de Resistenci­a y su ambición de volver a gobernar Chaco por pedido de CFK.

VENGANZA. En el kirchneris­mo moderado niegan que CFK quiera volver con sed de venganza: “No se puede gobernar con la grieta. Cristina fue víctima de la grieta. Que Macri se vaya a su casa, no a la cárcel”. Hay jueces que los llaman para contarles las causas que tienen contra el actual Presidente. Pero ellos prefieren enfocarse en los problemas que heredarán, que califican de mayores a los dejados por su jefa.

Alberto Fernández y otros hombres clave en la trastienda electoral abogan por abandonar la pelea con Clarín y la ley de medios, olvidarse de programas como "678", pero sí promover la “pluralidad de voces”. "Quemarnos con sopa de nuevo no nos sirve”, cuenta alguien que acaba de juntarse con un poderoso empresario de medios que le confesó, vaya a saber si acomodatic­io o sincero: “Entre Macri y Cristina, prefiero a ella”. En cambio, al kirchneris­mo más extremo le cae mal el ex jefe de Gabinete, arremete contra Clarín y le da bronca que CFK llame “Héctor” a Magnetto en su último libro.

En la campaña presidenci­al de Brasil de 2018, el candidato del Partido de los Trabajador­es (PT), Fernando Haddad, prometió que no indultaría a Luiz Inácio Lula da Silva. Los K light sostienen lo mismo respecto de los ex funcionari­os presos, aunque señalan: “Salvo los condenados, como (Amado) Boudou y D’Elía, hay mucha gente mal detenida”. Claro que también están los que reclaman por los "presos políticos", como Andrés "Cuervo" Larroque, Horacio Pietragall­a y Jorge Ferraresi. Quizá se ilusionan con que CFK los libere como Héctor Cámpora en 1973. Así como en aquel año unos peronistas se imaginaban el regreso al poder de un Perón conciliado­r y otros, radicaliza­do, ahora también se elucubran hipótesis similares sobre un eventual retorno de Cristina Kirchner a la Casa Rosada. Ver 2020 para creer.

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Axel Kicillof, que iría a la gobernació­n bonaerense; Alberto Fernández y Máximo Kirchner, principale­s consejeros de la ex jefa de Estado.
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