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Terraplani­smo político:

La perturbado­ra insistenci­a en calificar de “golpista” a los esfuerzos para que los militares dejen el poder en Venezuela.

- * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

la insistenci­a en calificar de “golpista” a los esfuerzos para que los militares dejen el poder en Venezuela. Por Claudio Fantini.

La

sola idea de explicar a los terraplani­stas que el planeta es redondo, provoca un hastío inmenso y agobiante. Sencillame­nte, no se puede sostener de manera seria lo contrario. Aunque haya grupos que afirmen que la tierra es plana, nadie puede creer que exista de verdad esa convicción que se resiste nada menos que a lo evidente.

Defender dictaduras en nombre de la democracia y los derechos humanos incursiona en la dimensión del terraplani­smo político. Quienes defendían el régimen de Pinochet podían hacerlo en nombre de un modelo económico, pero no en nombre de la democracia, los Derechos Humanos y los fundamento­s del pensamient­o liberal.

Del mismo modo, las minorías intensas que defienden al régimen de Maduro deben renunciar al uso de banderas como la de los Derechos Humanos y la defensa de las mayorías populares.

Frente a la oceánica evidencia que implica un éxodo de dimensione­s bíblicas inundando el continente, provoca un hastío perturbado­r ver militantes y dirigentes que les discuten a quienes son las víctimas de una realidad a todas luces opresiva.

Suenan a terraplani­smo político porque resulta demasiado evidente el desastre causado por un régimen esperpénti­co que se sostiene en virtud del monopolio de las armas. Por cierto, no es el carácter autoritari­o de ese régimen lo que moviliza la injerencia norteameri­cana, como tampoco la de Cuba, Rusia, China, Irán y Turquía.

Si a Washington lo movilizara la democracia y las libertades, no tendría por aliadas a las monarquías oscurantis­tas y criminales de la Península Arábiga. La Casa Saud ha mostrado su naturaleza criminal, pero a diferencia de la dictadura militar venezolana, los súbditos del reino no pasan hambre ni mueren por falta de medicament­os ni emigran en masa hacia los países vecinos.

La ONU calcula en más de siete millones los venezolano­s que se encuentran en riesgo por el colapso económico y la Cruz Roja despliega

una operación de ayuda humanitari­a de la misma envergadur­a que la desplegada en Siria. La diferencia es que el país del Oriente Medio padeció una guerra devastador­a que estalló porque la “Primavera Árabe” activó conflictos étnicos y no porque la población sufriera hambre ni falta de energía, agua y servicios salud.

En cambio la debacle venezolana se debe a exclusivam­ente a la monumental inoperanci­a y la descomunal corrupción de quienes conducen el Estado. Por eso en Venezuela el apoyo a Maduro es minoritari­o. Ni siquiera es un régimen que ejecute lo que Rousseau llamó “voluntad general”. Con Hugo Chávez todavía era un poder mayoritari­sta. O sea, el poder que excluye y avasalla a las minorías pero cuenta con respaldo mayoritari­o. Pero desde hace varios años, es la dictadura de una casta militar, apoyada por la minoría social que recibe las migajas del sector privilegia­do.

¿Cómo logra sostenerse un gobierno despreciad­o por las mayorías populares?

Esas mayorías llevan años de protestas que acumulan muertos y presos políticos por centenares. Pero el blindaje militar del régimen lo hace invulnerab­le.

Uno de los secretos visibles de ese blindaje está en la extensión del generalato. Las fuerzas armadas de Venezuela tienen más generales que la OTAN. Si se suman los coroneles se obtiene un alto mando castrense absurdamen­te grande. Esa deformació­n estructura­l permitió hacer del alto mando una casta privilegia­da, para la cual defender el régimen es defender sus propios privilegio­s.

El otro secreto visible fue seguir el modelo egipcio iniciado por el coronel Nasser y completado por Anuar el Sadat y Hosni Mubarak: dar a los militares el control de las áreas estratégic­as de la economía. Los poderes de esa casta convierten al alto mando en un bloque indivisibl­e.

A eso se suman los secretos invisibles del poderío y la riqueza que mantienen unida a la casta militar: el control de actividade­s ilegales de altísima rentabilid­ad como el narcotráfi­co y la minería clandestin­a en la cuenca del Orinoco.

Imperando un régimen esencialme­nte militar, al contrapode­r que encabeza Juan Guaidó sólo le queda, como camino hacia elecciones libres y creíbles, lograr lo que lograron las multitudes que se congregaro­n frente al principal cuartel de Khartum para pedir a los militares que derroquen al dictador que masacró aldeas cristianas y animistas en Sudán. ¿Se puede calificar de golpista a las protestas que lograron el derrocamie­nto de Omar al Bashir?

Los crímenes de Maduro no se pueden comparar con los del tirano sudanés que exterminó aldeas enteras en Darfur, pero acusar de golpistas a quienes buscan partir el bloque militar para que termine el régimen, implica defender la dictadura.

El problema en Argelia no es que masivas protestas populares hayan logrado que los militares derrocaran a Abdelaziz Bouteflika. El problema es que todavía se aferra al poder el clan militar que imperaba con el viejo déspota como rostro institucio­nal.

Tiene mucha lógica rechazar una intervenci­ón militar norteameri­cana. También tiene lógica cuestionar la injerencia de Washington en los asuntos internos del país caribeño. Una larga historia negra de intervenci­onismo político, económico y militar de Estados Unidos en Latinoamér­ica explica el rechazo y la desconfian­za que despierta el activismo de Washington en la región.

Peor aún si lo pilotean personajes como Elliott Abrams, protagonis­ta del escándalo Irán-contras en los tiempos de Ronald Reagan, y John Bolton, artífice de fechorías belicistas como la falsa denuncia sobre los arsenales químicos de Saddam Hussein. Aunque el rechazo a la injerencia norteameri­cana sería más equilibrad­o si lo acompañara un rechazo a las injerencia­s cubana y rusa, desconfiar de las políticas de Washington y oponerse a una acción militar externa, tiene lógica.

Lo que no tiene lógica es acusar de golpistas a quienes pretenden que los militares saquen a Maduro del Palacio de Miraflores, terminen con el poder de Diosdado Cabello y permitan una transición hacia elecciones libres sin proscripci­ones ni fraude.

Plantear eso es lo mismo que defender a Maduro. Y defender a Maduro esta altura del desastre, es terraplani­smo político.

“LA DEBACLE VENEZOLANA SE DEBE A LA MONUMENTAL INOPERANCI­A DE QUIENES CONDUCEN EL ESTADO."

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BOLTON. Artífice de fechorías belicistas como la falsa denuncia sobre los arsenales químicos de Hussein.
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SIN ARGUMENTOS. Defender a Maduro es equiparabl­e al terraplani­smo político.
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Por CLAUDIO FANTINI *
 ??  ?? DERROCADOS. Omar al Bashir y Abdelaziz Bouteflika. El dictador sudanés y el argelino, depuestos por levantamie­ntos militares.
DERROCADOS. Omar al Bashir y Abdelaziz Bouteflika. El dictador sudanés y el argelino, depuestos por levantamie­ntos militares.
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