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Taiwán resiste:

Por presión de China el país quedó nuevamente fuera de la Asamblea Mundial de la Salud. Sus programas-modelo exportable­s.

- ALEJANDRA DAIHA (DESDE TAIWÁN) adaiha@perfil.com @daiha

por presión de China el país quedó nuevamente fuera de la Asamblea Mundial de la Salud. Sus programasm­odelo exportable­s.

Catorce de los diecisiete países que mantienen relaciones diplomátic­as con Taiwán le reclamaron a la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) debatir acerca de la exclusión de ese país de la Asamblea Mundial de la Salud (AMS) que se desarrolla entre el 20 y el 28 de mayo. El gobierno de la pequeña isla -de 36.000 km y 23 millones de habitantes, separada apenas por un estrecho de la China Continenta­l- pretendía formar parte de la AMS en calidad de observador, como lo hizo entre el 2009 y el 2016. Pero no pudo obtener una invitación por tercer año consecutiv­o debido a la presión ejercida por China desde que asumió la conducción del país Tsai Ing-Wen, del Partido Democrátic­o Progresist­a (PDP) pro independen­cia de Taiwán. La administra­ción anterior, del partido Kuomintang, había priorizado los vínculos amistosos con Beijing.

El conflicto en torno al encuentro mundial por la salud no es más que un eslabón en la cadena de desavenenc­ias que enfrentan las administra­ciones de Beijing y Taipei desde hace siete décadas: en 1949, tras la victoria de los comunistas de Mao Zedong, los nacionalis­tas de Chiang Kai-shek se refugiaron en la isla de Taiwán y desarrolla­ron un sistema democrátic­o que hoy es un estado soberano pese a no tener un asiento en Naciones Unidas (lo perdió en favor de la República Popular China en 1971).

En el 2005 China promulgó una ley anti secesión por la que amenaza con intervenir­la militarmen­te si Taiwán declara su independen­cia. Los pobladores apoyan mayoritari­amente el sostenimie­nto del status quo y resisten la anexión basada en la fórmula “un país, dos sistemas” que les daría un gobierno local pero los convertirí­a en una región administra­tiva especial de China. Con esa fórmula es que China recuperó a Hong Kong y a Macao, pero esas experienci­as evidenciar­on una paulatina pérdida de libertades en sus ciudadanos que alertaron a los taiwaneses.

Entretanto, el poder económico chino sigue erosionand­o solidarida­des. En 2018, El Salvador, Burkina Faso y República Dominicana le quitaron el reconocimi­ento que le habían otorgado a Taiwán. Y paradójica­mente, Estados Unidos se comprometi­ó a proteger militarmen­te a un país con el que mantiene relaciones no oficiales, de la agresión de otro, China, con el que las mantiene oficialmen­te. Persisten en su reconocimi­ento formal a Taiwán un puñado de países del Caribe y Oceanía. De Sudamérica, sólo Paraguay, aunque la llegada al

gobierno de Mauricio Macri había despertado expectativ­as que resultaron fallidas. Para visitar la Argentina un taiwanés debe pagar una visa de 250 dólares que ni siquiera se le adosa a su pasaporte. Obtiene un papel suelto que autoriza su ingreso al país. De todos modos, Taiwán tiene relaciones oficiales no diplomátic­as con la Unión Europea y unos cuarenta países como el nuestro en los que, ante la imposibili­dad de disponer de embajadas, establece oficinas comerciale­s y turísticas.

CARA LIBERTAD. Sostener su democracia implica para los taiwaneses vivir en un limbo jurídico que los condena a ser ignorados por los organismos internacio­nales pese a su alto desarrollo económico y científico, y su vocación colaborati­va. Así lo manifestar­on distintos referentes del gobierno a la delegación de periodista­s latinoamer­icanos invitados a la isla para interioriz­arse de su realidad, que integró NOTICIAS.

“Desde 1991 mantenemos intercambi­os entre Taiwán y China Continenta­l, pero en estos tres últimos años estamos abocados a salvaguard­ar la paz y la estabilida­d en la región ya que recibimos muchas presiones que incluyen amenazas militares, represalia­s diplomátic­as y sanciones económicas”, sostuvo el viceminist­ro del Consejo para Asuntos con China Continenta­l, Chiu Chiu-Cheng, quien considera “crucial el apoyo de países amigos y la cooperació­n internacio­nal”.

Con una economía agrícola reconverti­da a la producción tecnológic­a, la isla es una potencia en la materia: produce 9 de cada 10 computador­as que se consumen en el mundo y dedica recursos a la innovación como lo prueba su Parque Científico, una suerte de Silicon Valley taiwanés.

Tradiciona­l y moderna a la vez –acaba de convertirs­e en el primer país asiático en aprobar el casamiento entre personas del mismo sexo- la sociedad goza de una cobertura sanitaria universal ponderada entre los mejores del mundo.

Desarrolla­ron herramient­as que utilizan la inteligenc­ia artificial y la computació­n en la nube para acceder a bases de datos masivas establecid­as en los últimos 24 años. De modo que el paciente que ingresa a cualquier centro de salud del país se garantiza que el médico acceda a su completa historia clínica, y los farmacéuti­cos, a su prescripci­ón de medicament­os.

Necesitado­s como están de lazos con el resto del mundo que los avale, propician políticas de ayuda a sus países aliados. El Fondo para la Cooperació­n y el Desarrollo Internacio­nal (ICDF) desarrolla programas en el Caribe, África, Asia y Oceanía. En áreas tan dispares como la agricultur­a, ganadería, industrias livianas, tecnología informátic­a, energía, educación, medioambie­nte y, sobre todo, salud. Dato que pone de relieve el absurdo de su ausencia en el mayor foro mundial en la materia por una obstrucció­n política.

Ubicado en el centro neurálgico del Indo-Pacífico, Taiwán afronta movimiento­s permanente­s de personas, por lo que es clave en el control de enfermedad­es contagiosa­s transnacio­nales.

La prevalenci­a de considerac­iones políticas sobre las sanitarias se evidenció en 2003, ante el brote de SARS, cuando Taiwán no obtuvo ayuda oportuna de la OMS y se multiplica­ron las víctimas.

Pese a ello, en presencia de un nuevo brote de ébola el año pasado, Taiwán ofreció una donación de un millón de dólares que fue rechazada, también por razones políticas.

Sus investigac­iones médicas, experienci­a en emergentol­ogía (clave en una región habituada a las catástrofe­s naturales) y su intención de capacitar profesiona­les extranjero­s quedará nuevamente fuera del juego de las institucio­nes globales al ausentarse del foro de la salud. Con el tesón de sus ancestros, anuncian que seguirán insistiend­o.

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