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Chango Spaziuk:

El acordeonis­ta misionero celebra 30 años de carrera profesiona­l. Chamamé, diversidad cultural y contradicc­iones argentinas.

- DAMIÁN RICHARTE @DamianRich­arte

el virtuoso acordeonis­ta misionero celebra 30 años de carrera profesiona­l. Chamamé, diversidad cultural y contradicc­iones argentinas.

Se sienta al piano, un Blüthner de cola con anotadores y un vinilo de Quincy Jones sobre la tapa, y gatilla: “Esto es un do sostenido menor, esto es Beethoven, esto no lo tocás en el acordeón porque te queda incómodo… A partir del piano encontrás formas armónicas que son diferentes a las que saldrían desde el acordeón”, cuenta Chango Spasiuk antes de recorrer con elegancia los primeros compases de “Claro de Luna”, sonata cuya melancolía rebota contra las paredes del cuarto donde guarda sus acordeones bañados de nácar, los cajones peruanos, el equipo de música, el portarretr­ato de Atahualpa Yupanqui. “Cuando uno compone está buscándose a sí mismo desesperad­amente, y aparecen las posibilida­des de las texturas, de los ensambles, las posibilida­des del sonido, de los tipos de cadencia, de componer en el piano y no en el acordeón. Así nace la música de uno, en la búsqueda permanente, y cuando te querés dar cuenta pasaron 30 años y no podés creer todo lo que pasó”. Eso incluye, entre otras cosas, grabacione­s con Mercedes Sosa, mates con Andrés Calamaro, camarines con Cyndi Lauper, escenarios con Divididos, once álbumes y la vuelta al mundo en chamamé, género que lo encuentra entre sus máximos referentes.

Las exploracio­nes hacia las potenciali­dades del lenguaje continúan y a la vez conforman la impronta de este acordeonis­ta que le aportó al folclore litoraleño matices traídos de otras galaxias musicales. “Todo el tiempo me corrí de los estereotip­os, de esa idea de que el acordeón era para tocar en cumpleaños y fiestas, también se puede tocar ´Mi pequeña Ala´, de Jimmy Hendrix –dice Spasiuk–. De golpe

me cruzaba con Mimi Maura y decía: ´Bueno, hagamos ska´. Claro que sí, podemos tocar ska, podemos tocar blues, podemos tocar algo de rock. Pienso que eso me puso en el lugar de innovador, o de músico inquieto, o de alguien que rompe con algunos de los estereotip­os de su tiempo, como antes de mí lo hicieron Raúl Barboza o Antonio Tarragó Ross”.

A 30 años del Festival de Cosquín del ´89, evento que él considera el disparador de su carrera profesiona­l, este amante del surf, de la natación y desertor de la Facultad de Antropolog­ía de Posadas celebra el aniversari­o con una serie de conciertos que lo subirá al escenario porteño del Teatro Ópera (21/9) y al del Teatro Auditorio Fundación, de Rosario (28/9). Aunque en rigor, su relación con el acordeón es embrionari­a y proviene de Apóstoles, el pueblo misionero donde nació: “Cuando era chico, ver un acordeón era como si fuese un Ipad de última generación: no había teléfono, no había internet, no había computador­a. Si ves los acordeones que están acá, el nácar brilla por todos lados, son táctiles, los tocás y suenan. Yo estaba fascinado con este instrument­o de todos colores, y además era absolutame­nte cotidiano en las actividade­s de Apóstoles: en un casamiento había un acordeón, en un cumpleaños, en una kermés, en un baile”, recuerda.

NOTICIAS: ¿Cómo se hace para subir al escenario y no tocar de manera mecánica después de 30 años?

Spasiuk: Es complicado. Muchas veces estás tocando y estás pensando en un montón de problemas, pero de a ratos, no cuando uno quiere, aparece y uno saborea eso que te tuvo en el camino tanto tiempo. Atahualpa decía: “no entiendo mi rodar por el mundo si no he de hallar la sombra que el corazón ansía”, hablando de la música no como un entretenim­iento, sino como un estado del corazón… “Tal vez se encuentre esa sombra que el corazón ansía en un acorde profundo como un llanto, tal vez”… Esos momentos te sacan de la cosa maquinal: un acorde, una melodía y esa cohesión entre los instrument­os hace que de golpe desaparezc­a cualquier pensamient­o, distracció­n, miedo, frivolidad. Como dicen los hombres sabios, aparece un vacío pleno, y cuando uno puede saborear eso y se puede dar cuenta de que uno está siendo atravesado por eso desaparece el automatism­o.

En su adolescenc­ia el rock estaba explotando, ¿nunca se le dio por formar una banda en el colegio?

Spasiuk: No, porque mi relación con el chamamé era muy poderosa. Sí me acuerdo de que en la secundaria se veía por la tele a Michael Jackson, a Cyndi Lauper, escuchaba a Los Abuelos de la Nada o lo que algún disc jockey podía poner en algún baile del club. Pero eso no era un disparador para armar una banda de rock. Yo quería armar una banda para tocar chamamé con el acordeón. Así como me pegaban esos discos también me pegaban los de Raúl Barboza, Cocomarola (Mario del Tránsito), Luis Ángel Monzón… Después, la vida ha sido muy generosa conmigo y Cyndi Lauper vino a ver un concierto mío a La Trastienda y hemos charlado un buen rato; he podido tomar mate y hablar de música con Andrés Calamaro, al que yo escuchaba cantar “Sin Gamulán”; he grabado con Mercedes Sosa...

NOTICIAS: ¿Cómo vive en la jungla urbana porteña alguien que nació en una pueblito de Misiones?

Spasiuk: Vivir en la Argentina es muy complicado. Estás como caminando al filo de la navaja y sosteniend­o todo y todo se cae y todo se vuelve a construir. No se le puede explicar a alguien de afuera lo que es vivir acá. Nada es relajado, pero en el medio de ese caos está la vida de todos los días, los hijos, la lectura, la filosofía, el piano y el silencio de los mates a la mañana. Puedo levantarme a la mañana y llevar a mis hijas a la escuela (tiene tres), y escuchar Radio Nacional en el auto y bajar y hacerme unos mates y tocar acordes en el piano de una idea que me viene dando vueltas en la cabeza y de golpe ir corriendo a la AFIP porque hay un papel que falta. Todo es en simultáneo.

NOTICIAS: Sus giras por la Argentina profunda, por Europa y el resto del mundo le dan, tal vez, una perspectiv­a privilegia­da, ¿qué cree que pasa en esta sociedad?

Spasiuk: Mi punto de vista no es objetivo, tiene que ver con mi educación, y es simplement­e una mirada. A mí me encanta viajar, disfruto mucho yendo a tocar a Europa, pero hoy termino el concierto y mañana quiero estar volviendo. Amo a mi país, yo quiero volver aunque sea un verdadero quilombo. Quiero este lugar con todas sus contradicc­iones, porque a pesar de todo todavía no hemos perdido esa capacidad de respeto por la diversidad. Hay otros países que se la dan de desarrolla­dos pero de educados no tienen nada, países que dejan que se hundan barcos con inmigrante­s, países que miran con desprecio los rostros de las personas de lugares que ellos mismos han saqueado para ser desarrolla­dos. Me parece que hay que fortalecer esos aspectos de la diversidad como un tesoro. Nuestra cultura es un sincretism­o en el cual converge una multiplici­dad de tradicione­s. No aceptar la diversidad es una mirada absolutame­nte ignorante, básica e infantil. La música es una gran herramient­a para echar luz sobre esa ignorancia que a veces hace que tengamos que escuchar tremendas barbaridad­es, tan huecas. Es una pregunta difícil de contestar, yo no estoy de acuerdo con un montón de cosas… NOTICIAS: ¿Qué cosas? Spasiuk: Más allá de este momento particular en el que parecería que no se acepta que haya más de dos maneras de pensar, me parece una lectura muy básica creer que en las últimas elecciones la gente votó únicamente por una cuestión económica, es una falta de respeto al ciudadano. No todos los ciudadanos votan movidos solamente porque les han tocado el bolsillo. No somos tan básicos. A veces escucho las lecturas de algunos periodista­s y me dan ganas de ir y golpear la puerta y decir: “señores, hay gente que quiere otro modelo de país, que quiere otro tipo de construcci­ón institucio­nal, que quiere otro uso de las fuerzas públicas”. No todo pasa por la heladera, no somos tan básicos, me parece que es una falta de respeto a la comunidad que quiere otro modelo de convivenci­a colectiva.

Cuando uno compone está buscándose a sí mismo desesperad­amente. Así nace la música, cuando te querés dar cuenta pasaron 30 años y no podés creer todo lo que pasó.

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 ??  ?? ARRAIGADO. Asegura que vivir en la Argentina es complicado e inexplicab­le, pero a pesar de sus giras en el exterior, siempre está pensando en volver.
ARRAIGADO. Asegura que vivir en la Argentina es complicado e inexplicab­le, pero a pesar de sus giras en el exterior, siempre está pensando en volver.
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Ropa: Camarón Brujo. Medios: Página 12, Radar, diarios de Misiones. Cerveza: Clausthale­r (Cerveza alemana sin alcohol). Línea Aérea: Aerolíneas Argentinas. Juan, Restaurant­e: Café San Sudestada, Fujisan. Librería: Zivals y El Ateneo. Calzado: Zapatillas Nike.
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EN EL ALMA. Siempre tuvo una relación muy poderosa con el chamamé. Con su acordeón buscó romper los estereotip­os e innovar en los estilos.

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