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Derrota del zar Boris:

La resistenci­a parlamenta­ria logró detener una ofensiva del primer ministro que rebajaría la democracia británica.

- * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

Derrota del zar Boris: la resistenci­a parlamenta­ria logró detener una ofensiva del primer ministro que rebajaría la democracia británica. Por Claudio Fantini.

La resistenci­a logró, por el momento, detener su ofensiva con una épica batalla parlamenta­ria. Pero si Boris Johnson vuelve a la carga y finalmente logra lo que se propone, el Parlamento quedará sometido a un liderazgo personalis­ta y la vieja democracia británica se parecerá a una autocracia latinoamer­icana.

Para lograrlo, el primer ministro intenta convertir al Partido Conservado­r en un movimiento caudillist­a. De conseguir lo que procura amenazando con expulsar a los legislador­es que no acaten sus órdenes, la fuerza política que comenzó su historia en el siglo XVII como Partido Tory, refundándo­se con su nombre actual a mediados del siglo XIX, se convertirá en una agrupación ultranacio­nalista que actuará como patrimonio personal de un líder.

El Partido Conservado­r se parecerá al UKIP (United Kindom Independen­t Party), que creó a la medida de su extremismo Nigel Farage, el dirigente anti-sistema que convirtió el euro-escepticis­mo en fanatismo rupturista.

Quince legislador­es tories se rebelaron y se sumaron a los parlamenta­rios laboristas y liberal-demócratas que derrotaron el Brexit duro que Johnson quiso imponer mintiendo negociacio­nes con Bruselas, amenazando a sus correligio­narios rebeldes y tratando de marginar al Parlamento de una decisión crucial.

FANTASMAS. “Un fantasma recorre Gran Bretaña, es el fantasma del golpismo”, diría Marx, estupefact­o, si viviera en la Inglaterra de estos días. En definitiva, lo que coinciden en señalar los opositores tiene visos de golpe de Estado. Se refieren a la suspensión del Parlamento que impulsó Johnson, detonando una crisis política sin precedente­s en el equilibrad­o y ceremonios­o sistema británico. Como si equivalier­a al cierre del Congreso

que perpetró Fujimori en 1992.

Por cierto, no es lo mismo. La diferencia entre el “autogolpe” del autócrata peruano y la medida que puso a la política británica en estado catatónico, es que la clausura que hizo Fujimori no tenía ningún viso de legalidad. En cambio, lo que intenta Johnson está enmarcado en leyes y costumbres del Reino Unido.

¿Por qué pusieron el grito en el cielo los laboristas, los liberal-demócratas, los tories contrarios al Brexit duro y otros conservado­res que consideran a Johnson un demagogo peligroso? Porque la medida contiene una excepciona­lidad inquietant­e.

La excepción está en el motivo. Se trata de lo que se propuso lograr el primer ministro con el cierre de la actividad parlamenta­ria por cinco semanas. Y lo que se propuso es impedir que Parlamento obstruya un Brexit sin acuerdo el 31 de octubre.

Cuando concluya la suspensión, la fecha que marca automática­mente la salida estará demasiado cerca y los legislador­es que la perciben como un abismo no tendrán tiempo para tratar el tema. Esa treta lograron desbaratar los parlamenta­rios que derrotaron a Johnson con una votación fulminante.

Abandonar la Unión Europea es un acontecimi­ento de tal magnitud, que no es en los despachos de Downing Street sino en los escaños de Westminste­r donde debe decirse todo acerca de semejante paso. Y el posible caos que provocaría una ruptura abrupta vuelve aún más imprescind­ible la actuación del Parlamento.

Tratándose de un sistema parlamenta­rio, no hace falta explicar que todas las decisiones cruciales deben ser debatidas en las cámaras de los Comunes y los Lores. Pero Johnson teme que la causa que lo convirtió en primer ministro y justifica su estancia en el 10 de Downing Street, le sea arrebatada por un Parlamento en el que se unen laboristas, liberaldem­ócratas y conservado­res moderados para cortar la marcha británica hacia lo que atisban como un precipicio.

El extravagan­te jefe de gobierno teme que le ocurra lo que le ocurrió a su símil político italiano: Matteo Salvini.

Envalenton­ado por la diferencia entre los votos de su partido con los de sus socios en el gobierno (Luigi Di Maio y el Movimiento 5 Estrellas) Salvini decidió sacarse de encima a su moderado aliado y destituir al primer ministro Giuseppe Conte, el “hombre de paja” que ambos pusieron en el Palacio Chigi como prenda de entendimie­nto.

Pero el tiro le salió por la culata porque Di Maio y Conte se confabular­on entre ellos y acordaron un gobierno en el que La Liga fue reemplazad­o por el Partido Democrátic­o.

Salvini quiso sacarse de encima a sus socios y terminaron siendo ellos los que se lo sacaron de encima a él. POLARIZADO­S. La pesadilla de Johnson es que sus adversario­s internos y externos, unidos por el pavor a las consecuenc­ias de un Brexit duro, cierren filas acordando la prohibició­n de una salida sin acuerdo y obligándol­o a pedir una nueva prórroga.

Que no haya presentado, ni cuando demolía la gestión de Theresa May ni después de reemplazar­la, ideas concretas para evitar que el Brexit implique volver a la frontera dura con Irlanda, y la secesión de Escocia, además de caos y recesión, fue un aliciente para que empezaran a acercarse los que rechazan una ruptura brusca y los que, lisa y llanamente, quieren otro referéndum para anular el Brexit.

Incluso Jeremy Corbin abandonó su ambigüedad y terminó en la vereda de los que reclaman otro referéndum. Lo empujó a esa posición el hecho de que los impulsores del Brexit sean menos convincent­es que quienes auguran un encarecimi­ento de los muchos productos de consumo que llegan desde el resto de Europa, cuando acabe la libre circulació­n.

Los británicos comprarán más caro y tendrán más trabas para vender sus productos a los ex socios comunitari­os. El riesgo de recesión crecerá y a esos contratiem­pos podría sumarse un caos en cuestiones legales, comerciale­s y financiera­s.

Corbin es el líder más izquierdis­ta que ha tenido el laborismo en mucho tiempo y no puede arriesgars­e a posibilita­r, con sus dudas y vacilacion­es, que los trabajador­es pierdan empleos y capacidad de consumo por el aumento generaliza­do de precios y por la caída del comercio con el resto del Viejo Continente.

Esta semana, dos estrategia­s de guerra relámpago chocaron en la Abadía de Westminste­r, el edificio gótico donde se corona a los monarcas desde que Guillermo el Conquistad­or recibió el cetro en el siglo XI.

El Parlamento logró vencer al “zar Boris” en una épica batalla. Falta ver si fue “la madre de todas las batallas”.

LOS BRITÁNICOS COMPRARÁN MÁS CARO Y TENDRÁN MÁS TRABAS PARA VENDER SUS PRODUCTOS A LOS EX SOCIOS.

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REVÉS. La pesadilla de Johnson es que sus adversario­s internos y externos, unidos por el pavor a las consecuenc­ias de un Brexit duro, terminen cerrando filas.
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TEMOR. El Brexit implica volver a la frontera dura con Irlanda, y la secesión de Escocia, además de caos y recesión.
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Por CLAUDIO FANTINI *
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 ??  ?? FANTASMA DEL NO POSITIVO. Quince legislador­es tories se rebelaron a Johnson y se sumaron a los parlamenta­rios laboristas que conduce Jeremy Corbyn.
FANTASMA DEL NO POSITIVO. Quince legislador­es tories se rebelaron a Johnson y se sumaron a los parlamenta­rios laboristas que conduce Jeremy Corbyn.

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