Psicología:
Las emociones, además de brindarnos auténtica información existencial, son energía pura, el combustible necesario para alcanzar nuestros objetivos y desarrollar habilidades. Programación neurolingüística para lograr el compromiso que lleva al triunfo.
las emociones, además de brindarnos auténtica información existencial, son energía pura, el combustible necesario para alcanzar nuestros objetivos y desarrollar habilidades. Programación neurolingüística para lograr el compromiso que lleva al triunfo. Por Lucas J.J. Malaisi .
Muchos piensan que quienes triunfan son talentosos natos, elegidos que nacieron con determinadas condiciones. Entonces, cuando los ven actuar, dicen: “Yo no tengo esas habilidades, por eso no puedo hacerlo”. El fantasma del fracaso es muy frecuente y disuade a muchos de entrar en acción. Y el problema es tautológico, ya que, justamente, si no entramos en acción, nunca desarrollaremos las habilidades que deseamos para hacer lo que amamos.
En los talleres con niños y adolescentes propongo un ejercicio muy simple y revelador de este aspecto. En un papel les pido que ordenen sus inteligencias jerárquicamente, desde la que poseen en más alto grado hasta la que poseen en menor grado, según ellos consideren. Luego les pido que ordenen las inteligencias desde la que les resulte más agradable o atractiva (según el disfrute que sientan al desarrollar una actividad relacionada con cada inteligencia) hasta la que menos disfruten. Entonces quedan conformadas dos listas de inteligencias. Luego les pido que miren las dos listas y que se fijen si existe alguna similitud o coincidencia. Resulta que en la ma
yoría de los casos los chicos pusieron en primer lugar las inteligencias que tienen más desarrolladas, y que a su vez son las que más disfrutan de ejercitar. ¡Voilá! Las inteligencias que más desarrollamos son las que más nos gustan. He aquí la importancia de hacer lo que amamos: nos ayuda a desarrollar el talento. ¡Todas y cada una de las inteligencias son desarrollables!
INTUICIÓN. Hay quienes consideran la intuición o las corazonadas como cuestiones de adivinanza, pero en realidad no es así. Merece bien la pena desmitificarlas y comprender que su funcionamiento tiene una explicación científica. El doctor en neurociencias Mariano Sigman 2 cita la investigación de los neurocientíficos Naccache y Dehaene en la que muy fugazmente mostraban cartas con un número a un sujeto que conscientemente no podía registrar qué tenían impreso. A esta presentación, que no llega a ser consciente, se la llama mensaje subliminal (el prefijo sub significa ‘debajo’ y liminal se relaciona con límite, de modo que significa ‘debajo del límite de la consciencia’). Luego le pedían que dijera si el número de la carta era mayor o menor que cinco y acertaba la mayoría de las veces, pero sucedía algo interesante: el que tomaba
la decisión lo consideraba como una corazonada, pero desde la perspectiva del experimentador quedaba claro que la decisión había sido inducida de forma subliminal. Otro experimento citado por el mencionado autor es el del famoso neurobiólogo Antonio Damasio, que consiste en un juego en el que en cada turno el jugador elige de qué mazo tomar una carta. El número de la carta descubierta indica las monedas que se ganan (o se pierden, si es negativo). A medida que va descubriendo cartas, la persona tiene que evaluar cuál de los dos mazos es más redituable a lo largo de todo el experimento. Después de muchísima práctica, casi todos descubren el mazo que paga más. El gran hallazgo sucede mientras se forja el descubrimiento, ya que los sujetos empiezan a jugar bien y eligen con más frecuencia las cartas del mazo correcto. Pero lo curioso es que en esta fase, pese a jugar mucho mejor que si lo hiciesen por puro azar, los jugadores no pueden explicar racionalmente por qué optan por el mazo que paga más a largo plazo. A veces ni siquiera saben que eligen más de uno que de otro. Más interesante aún es el hecho de que aparece en el cuerpo un signo inequívoco cuando el jugador está por elegir el mazo incorrecto: aumenta la conductancia de su piel, que indica un incremento en la transpiración como síntoma de un estado emocional. En otras palabras, el sujeto no puede explicar conscientemente que uno de los mazos resulta mejor que otro, pero su cuerpo –o su inconsciente– ya lo sabe. Es que, como veremos, el cerebro inconsciente maneja muchas más variables de las que somos conscientes, y tomamos conocimiento de la resultante de este proceso a través de una delicada combinación de sensaciones corporales que llamamos intuición o corazonada. Al ser tantas las variables que intervienen, no podemos seguirle el rastro racionalmente, pero nuestro cerebro inconsciente (que es muchísimo más complejo que cualquier supercomputadora jamás construida) puede amasar esa inmensa cantidad de información dándonos una conclusión. Pero, justamente, el problema de la intuición es que nos dice qué hacer pero no por qué, ya que no puede dar rápidamente una constancia racional de la secuencia lógica que llevó a esa conclusión debido a la inmensa cantidad de variables que maneja. Hemos de respetar el hecho de que no todo saber debe ser racional: hay un saber en el sentir. Es posible saber sin entender por qué lo sabemos. 3 Nuestra mente inconsciente trabaja las veinticuatro horas del día buscando soluciones a todo lo vivido y emite sus veredictos en forma emocional, es decir, mediante una intuición. El poder de la mente inconsciente se expresó en muchos científicos e inventores que se fueron a dormir con un desafío en mente y despertaron con una idea de la solución. Es el caso de Marconi, Einstein, Edison, Tesla y muchos otros. Por lo dicho, cuando tenemos que tomar decisiones que involucran unas pocas variables, elegiremos mejor si nos basamos en un pensamiento racional; pero si el problema es complejo e involucra muchas variables y tiempo –como la elección vocacional, por ejemplo, o el lugar donde vivir, la pareja, etc.–, en general decidimos mejor basándonos en la intuición. En resumen, ante un número de variables manejable, es bueno parar a fin de pensar antes de actuar; pero cuando las variables son demasiadas para considerar al unísono, tenemos que detenernos para sentir antes de actuar. Insisto, ante decisiones importantes recordá siempre hacer una pausa para sentir antes de elegir.
ENERGÍA EXISTENCIAL. Las emociones, además de brindarnos auténtica información existencial, son energía pura, el combustible necesario para alcanzar nuestros objetivos y desarrollar habilidades. Veamos esto más de cerca. ¿Qué sentís a nivel físico cuando estás enojado o enojada? Tensión muscular, palpitaciones, calor que sube por tu cuello, facilidad para gritar, aumento del ritmo respiratorio, etc. Es decir, estos cambios denotan un claro aumento de tu energía. Sucede lo mismo con el miedo, pues a partir de una dosis de adrenalina tu cuerpo se prepara para huir o defenderse, y con el amor, que te da todo para hacer lo que sea por la persona o el objetivo que amás. No hay obstáculo que pueda frenar a una madre cuando se dispone a ayudar a un hijo en aprietos. No existe pausa ni distancia que pueda separar a los amantes cuando el amor es verdadero. Todas las emociones son pura energía, y cuanto más intensas sean, más energía proveerán. Dice una frase popular: “El cansancio es más fácil cuando no hay un objetivo”, y piensa el filósofo Nietzsche: “Quien tiene por qué vivir, soporta el cómo”. Cuando encontrás tu propósito, tu por-quévivir, estás energizado constantemente, ya que el amor y el disfrute por lo que hacés es una fuente de motivación inagotable que te mantiene en movimiento. Creo que, si aprendiésemos a escuchar las señales de nuestro corazón, evitaríamos una sociedad de individuos centrados en el placer a corto plazo, porque cuando encontrás eso que amás, estás motivado para alcanzarlo y tenés la fuerza para tolerar las frustraciones que siempre implica la consecución de objetivos a largo plazo. Emoción es una palabra cuyo significado etimológico proviene del latín y quiere decir ‘moción, movimiento, impulso que induce a la acción’. La emoción motiva a la acción. Las emociones nos mueven a satisfacer necesidades y alcanzar nuestros deseos, y es esta cualidad energética otro de sus atributos trascendentales. En este sentido, recuerdo cuando trabajaba en el equipo de psiquiatría del hospital de mi ciudad y recibíamos interconsultas de pacientes cuyas enfermedades o tratamientos eran muy desgastantes. Personas con cánceres, diabetes, celiaquías, discapacidades, insuficiencias renales, etc. de vez en cuando solían darse por vencidas ante el estrés que les generaban dietas, tratamientos o hábitos de vida propios de sus circunstancias terapéuticas. Entonces, algunos se abandonaban y dejaban de luchar. Nosotros, conscientes de que el compromiso y la buena predisposición de los pacientes eran cruciales para que el tratamiento médico diera resultados, empleábamos una estrategia de motivación que consistía en evocar sus emociones. Les pedíamos que nos hablasen de sus seres queridos (hijos, padres, madres, pareja, hermanos, etc.)
Los sociólogos establecen una diferencia entre trabajo, carrera y vocación.