La curiosidad
Erotismo y segundas miradas en la muestra "Cámara Traslúcida” de Jorge Macchi, en la Galería Ruth Benzacar. Y “Mi nombre es Lima”, de Miguel Ángel Ríos, en Galería Barro.
Insinuadas, gráficas, encubiertas, y con distintas perspectivas y técnicas, las imágenes eróticas que exhiben Jorge Macchi y Miguel Ángel Ríos, hablan mucho más que de sexualidad y sensualidad. Las obras de estos artistas, de gran reconocimiento internacional, despiertan curiosidad y sugieren múltiples temas, incluyendo la discusión entre obra y espacio, género e identidad.
Jorge Macchi (Buenos Aires, 1963) presenta “Cámara traslúcida”, nombrada así tras la instalación principal. En 2018, y a 30 años de su primera muestra en la antigua galería Ruth Benzacar, Macchi realizó una maravillosa instalación -junto al arquitecto Nicolás Fernández Sanz- reconstruyendo la mítica galería de Florida 1.000 adentro del espacio actual de Benzacar en Villa Crespo.
El artista suele apostar a gestos mínimos y señas complejas para modificar la visión de lo habitual, pero aquí realizó una intervención radical en el espacio expositivo. Creó y tornó desesperadamente inaccesible una sala construida con dos paredes de ladrillos complementarios -sólidos y huecos- que permiten entrever en el fondo de la galería una pintura de gran tamaño. Como el paso normal fue vedado al espectador, éste llega a ver la pieza ascendiendo una escalera (interferida por la escultura “Portal”: un gran e inquietante cierre de ropa), atravesando la trastienda y la administración, descendiendo nuevamente hasta estar frente a una gran imagen basada en una estampa erótica japonesa que revela tanto como oculta. En el obligado trayecto se encuentran “variaciones” de la pintura central en óleo sobre papel, videos y acuarelas. El espacio expositivo y sus posibilidades, y “la visión fragmentaria”. tienen protagonismo especial; en Juan Ramírez de Velasco 1287.
Miguel Ángel Ríos (Catamarca, 1953) recrea deslumbramientos en “Mi nombre es Lima”, en Galería Barro. El artista se exilió en 1976 y actualmente vive entre México y Nueva York. Sus dibujos y animaciones presentados se originaron en reiteradas visitas al Museo Rafael Larco de Lima (Perú), donde encontró piezas eróticas de la cultura Moche: los mochicas consumían el cactus San Pedro, hojas de coca y chicha, en sus celebraciones y ritos de fertilidad. El artista cuenta que decidió ingerir el alucinógeno para involucrarse profundamente en su mundo… y trabajar desde la perspectiva que éste proporciona. Alterado, concibió el personaje de una poderosa mujer: “Mi nombre es Lima”. La protagonista consume el alucinógeno y, sintiéndose libre, tiene fantasías eróticas en medio de un bosque de cactus, penes y vaginas, lenguas y ojos, flores y lianas. Ríos recuerda que los “tabú que caracterizan la visión judeo-cristiana tradicional del erotismo” no tenían lugar en las culturas precolombinas y subraya que su arte representaba los actos sexuales como caricaturas; en Caboto 531, La Boca.