CONICET INVESTIGACIÓN TRAP
Junto a un grupo de académicos, el doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET, Nazareno Bravo, observó que algo nuevo sucedía en las plazas de Mendoza en el 2016. Grupos de adolescentes que se juntaban a rapear pero que tenían un sonido diferente al tradicional hiphop. Eran los inicios del trap en Argentina y, el de ellos, fue uno de los primeros estudios que intentó entender qué sucedía ahí.
"En ese momento, no existía todavía Duki y hasta el sonido era diferente", cuenta Bravo. El equipo concluyó, en aquel entonces, que el trap era, sobre todo, under. "Nos llamó la atención el contenido de las letras que tenían una marca fuerte de sexismo, de discursos vinculados a la violencia y al narcotráfico. Siempre aclaro que veíamos que eran letras de canciones, en donde juegan los imaginarios, lo poético y la ficción porque sino enseguida se tiende a asociar un género musical con la delincuencia",
Una de las conclusiones más interesantes fue la relación de estas juventudes relegadas con el sistema. Lejos de la imagen rebeldía, se encontraron con chicos "que asumían todas las características que el sistema vende como éxito: el dinero, la fama, el sexo. Eran jóvenes de sectores populares que, estando fuera del sistema, planteaban ingresar como sea, por ejemplo, tatuándose un símbolo de Nike en la cara. No había una búsqueda antisistema sino un desafío. 'Ustedes me ven por la calle y piensan que soy un ladrón. ¿Sabén qué? Soy el más ladrón de todos'. Ahí hay una actitud bien adolescente de desafío", cuenta Bravo. A tres años de esas observaciones, el trap parece haber profundizado su planteo.