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LA GRIETA ABIERTA DE AMÉRICA LATINA

El golpe a Evo Morales terminó de romper la transición entre Macri y Alberto. Cómo sigue el TEG regional. El caso Faurie.

- JUAN LUIS GONZÁLEZ jlgonzalez@perfil.com @juanelegon­zalez

Alberto Fernández se prepara para asumir en un contexto hostil. Cruces y enojos con Macri. “Estamos rodeados”, dice su círculo sobre la región. Los planes equilibris­tas que prepara para estar bien con todos.

Alberto Fernández está consternad­o y se lo hace saber al actual Presidente. Le envía un WhatsApp, anticipand­o su pedido, y finalmente lo llama. Es la primera vez que, desde que comenzó la larga transición a mediados de agosto, el futuro mandatario busca hablar con el saliente. Hasta este momento, la comunicaci­ón siempre había arrancado al revés. Pero ese turbulento domingo, el líder del Frente de Todos había perdido la poca paciencia que le quedaba para con Macri. Estaba preocupado por la posición que iba a tomar Argentina y, en especial, cuál iba a ser la actitud de la embajada frente a los que solicitara­n asilo diplomátic­o. Pero la conversaci­ón encalla rápido y antes de que se cumplan diez minutos de charla los teléfonos se cortan. La grieta aparece y brilla en todo su esplendor: para uno, lo que está sucediendo en Bolivia es lisa y llanamente un golpe de Estado, y el deber de la diplomacia local es pro

teger a Evo Morales y a los suyos, mientras que el otro piensa todo lo contrario, o al menos no ve nada que se acerque al nivel de gravedad institucio­nal que denuncia Fernández. No hay punto de encuentro, ni en el país vecino, ni en el resto de continente, y tampoco en Argentina. Es blanco o negro. El gris se desdibujó hasta casi desaparece­r, igual, y a la par, que la salud de muchas democracia­s en Latinoamér­ica.

Es tan espeso el clima que Alberto Fernández se siente “rodeado”. Atrapado en un continente caótico y, por lo que parece, hostil para él y para el país que va a comandar. Es en ese contexto regional que imagina que va a asumir su gobierno. Son palabras de su círculo íntimo, el que planea, organiza y piensa el complejo tablero internacio­nal del futuro Ejecutivo. “Quedamos cercados”, dicen, para definir la dramática situación externa que deberá afrontar el próximo Presidente a partir del 10 de diciembre. En el mapa de Fernández, cargado de escollos y problemas, el elemento que hoy sobresale, y que más lo ocupa, es la crisis latinoamer­icana y su posible desenlace en este suelo. Además, sabe que sobre sus hombros pesa una carga de 170 mil millones de dólares de deuda externa, a la que sigue con atención Estados Unidos, y es un número que le marcará la cancha a sus relaciones con el mundo y, por lo tanto, a su gestión.

SOLOS. “Ganamos el gobierno, pero no el poder”. La frase es de un histórico peronista porteño, con la que define el presente complejo del Frente de Todos. El 10 de diciembre Fernández asumirá el mando, pero afianzarse en el Gobierno y gambetear al fantasma que recorre al continente es harina de otro costal. En el círculo del futuro Presidente sienten que “le corrieron la cancha”. Es que cuando ganó las PASO, el ex jefe de Gabinete tenía enfrente a otro continente: esperaba asumir, dialogar y afianzarse en la región de la mano de la Bolivia de Morales y del Uruguay del Frente Amplio. Hoy Evo está exiliado en México, algo que algunos albertista­s, como el sindicalis­ta Víctor Santa María, quisieron evitar, ya que fantasearo­n con traer y guarecer al ex presidente boliviano en la embajada mexicana en Argentina, incluso a cuenta de costear el viaje. También el Frente Amplio del “amigo” de Fernandez, José Mujica, se encamina a perder el ballotage a fines de noviembre.

La duda para el futuro Presidente, entonces, es dónde encontrar el apoyo geopolític­o que busca y necesita. Paraguay y Ecuador, otra nación en crisis, se mantienen a una distancia prudente del radar albertista. Con el país que preside Sebastián Piñera el asunto es incluso más delicado: varios en el cristinism­o duro hicieron patente su descontent­o cuando Fernández le devolvió, con mucha cordialida­d, el saludo por la victoria electoral al presidente chileno, que por esos días mandaba a los carabinero­s a reprimir con dureza las manifestac­iones masivas en las calles. “Tra

ta de mil amores a Piñera, que es de derecha y conservado­r, y a Maduro le contesta con distancia”, dice un camporista ofuscado por la actitud de Fernández en sus redes.

Acercarse o aliarse a uno, en un país y un continente cooptado por la grieta, es distanciar­se o enemistars­e automática­mente con el otro. Casi una ecuación matemática, pero, a diferencia de la ciencia dura, en el campo de la política moderna latina predominan más las emociones que la lógica. Y en ningún lado ese raciocinio de café es más patente que en el caso de Venezuela: Fernández está obligado, por el termómetro propio de su militancia -y el jugo político que podría exprimir la oposición macrista-, a mostrarse cercano o, al menos, no demasiado hostil con el chavismo, del que el kirchneris­mo siempre fue incondicio­nal. Pero, y esto Fernández lo sabe y lo dice incluso con más franqueza en la intimidad, está claro que la “calidad democrátic­a” de Venezuela está más que en duda. No es el único. “Cristina piensa lo mismo, y en parte es por eso que lo elige a Alberto, para que diga y haga cosas que ella no puede hacer. ¿O la escuchaste en algún momento de este año hablando bien de Maduro?”, reflexiona un albertista de la Ciudad.

Más allá de los posicionam­ientos privados, lo cierto es que Fernández se cuida de tildar de “dictadura” a la realidad venezolana, calificati­vo que no titubea en usar para definir el caso de la crisis boliviana. Y, con esa lógica agrietada, aparecer ante la opinión pública y la internacio

nal como un aliado de Maduro podría traer varios dolores de cabeza, en especial con el poderoso país del norte. “Eso son fantasías. En la llamada entre Trump y Alberto ni se mencionó ni se habló de Venezuela, no va a ser un tema que esté en esa agenda bilateral”, minimizan desde las filas albertista­s. Sin embargo, ahí saben que Bolivia puede ser un problema: el gobierno de Trump celebró el golpe contra Evo Moralesa, y Fernández criticó esa decisión con dureza, asegurando que “recuerda a lo peor de los setenta”.

Pero estas encrucijad­as están lejos de ser el único o el principal problema. El vínculo con Brasil, el principal socio comercial de Argentina, está en temperatur­a bajo cero. Alberto tensó más de la cuenta la relación con Jair Bolsonaro cuando lo trató de “misógino” y “violento”, un hecho diplomátic­o del que se lamentan, en estricto off, varios hombres de confianza de Fernández. “Se calentó por demás, él es así, pero ya se dio cuenta de que ese no es el camino”, dicen en los pasillos de las nuevas oficinas del albertismo en Puerto Madero, que quedan a diez cuadras del departamen­to de Enrique “Pepe” Albistur, en el que vivirá Fernández por tan sólo unas semanas más y al que están visitando, con perfil bajo, importante­s empresario­s con vuelo internacio­nal como Eduardo Elsztain. Los cruces con Bolsonaro fueron escalando, a la par de cruces tuiteros y pedidos de liberación de Lula, y hoy la presencia del presidente brasileño en la asunción de Fernández está prácticame­nte descartada. Además, Bolsonaro defendió públicamen­te la reelección de Macri. “Sabemos que el hecho de que un Presidente pida que liberen a alguien de mucha importanci­a política en otro país es delicado, pero Alberto lo quiere a Lula. Y, además, Bolsonaro está loco, es difícil mantener una relación con él”, sintetiza un hombre clave para Fernández en política exterior.

CONTRA EL MUNDO. De ahí la encerrona en la que se va a encontrar el futuro Presidente. “Por eso es que queremos 'saltar' el cerco y buscamos encontrar en México a nuestro aliado estratégic­o”, razonan desde el albertismo, en referencia al viaje, que califican como exitoso, de Fernández a las tierras de Andrés Manuel López Obrador. El futuro Gobierno piensa, y se preocupa en hacerlo saber, en el político azteca, del que Alberto habló bien en público, como su gran interlocut­or en el continente. El posicionam­iento podría tener varios inconvenie­ntes. Reemplazar a Brasil como el principal activo internacio­nal de Argentina es de difícil realizació­n, por una cuestión geográfica y por el

poderío de su economía: el producto bruto del país vecino es seis veces más grande que el del México. La sustitució­n de aliados internacio­nales no puede ser lineal, y el albertismo lo sabe. “El problema que traería la crisis de relación con Brasil no se va a dar tanto por lo que es el comercio de commoditie­s, como los granos, ya que en ese caso se consiguen rápido otros mercados para esos productos. El problema más grave sería con bienes como autopartes y autos. Ahí es más difícil conseguir nuevos destinos”, dice uno de los principale­s asesores económicos de Fernández, que probableme­nte obtenga un cargo en diciembre. Esta persona acepta que la situación “es preocupant­e”, y que México por sí sólo no resolverá el problema geopolític­o. “Es que ellos siempre van a privilegia­r su relación con Estados Unidos, más allá de las disputas del momento”, concluye.

Fernández, entonces, le prende velas al Grupo de Puebla. El albertismo asegura que si se quiere anticipar como será su posicionam­iento internacio­nal hay que buscar las claves en este pelotón de políticos y académicos latinoamer­icanos que se autodenomi­nan “progresist­as”, en el que se encuentran ex mandatario­s como Dilma Rousseff, Fernando Lugo o Mujica, y que buscan mantener su perfil reformista, pero sin romper con Estados Unidos. A pesar de la buena sintonía que mantienen entre ellos, que se evidenció en la distendida cena con la que Eduardo Valdés los agasajó el viernes 8 a la noche, nadie le escapa a la realidad: el único que tiene poder entre ellos es Fernández. Incluso México, el aliado que Fernández quiere tener y al que incluso el grupo homenajea al llevar una ciudad de ese país como nombre, no tiene demasiada participac­ión. Esa noche en el bar del ex embajador, entre las risas y la comida, Lugo dejó entrever esa falta de fuerza. “Nosotros ya estamos de salida”, fueron, palabras más, palabras menos, lo que dijo el ex presidente paraguayo ante Fernández, para que sea consciente de su posición. “Puebla es la demostra

ción de que podemos tener un perfil progresist­a sin romper con Estados Unidos”, rescatan los cercanos al futuro Presidente. Y CONTRA TODOS. El vínculo con el país de Trump es de vital importanci­a. La deuda con el FMI es tan grande -calculan que el 20% de los recursos que produzca el país en el 2020 tendrán que ir a pagarla-, que el visto bueno de Estados Unidos es impresindi­ble. Por eso festejaron tanto la trabajada llamada del empresario norteameri­cano a Fernández, el 1° de noviembre. “Es la primera vez en la historia que un Presidente norteameri­cano se comunica con un Presidente que todavía no asumió”, festejan, y destacan el rol clave que tuvo Jorge Argüello, ex embajador en ese país, para que se produzca la llamada. Del lado norteameri­cano fue importante la ayuda de Chris Andino, consejero de la embada estadounid­ense, viejo conocido de Argüello y hombre del que se puede esperar que tenga alguna importanci­a en el vínculo entre los dos países. Gustavo Cinosi, empresario, asesor de la OEA, y cercano a Juan Manzur y a Carlos Zannini, es otro que busca instalarse como mediador en esa relación bilateral. Por ahora, Alberto dice que es con todos, en este país y en el exterior, aunque suene casi imposible.

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LA PAZ. Marchas y tensión en las calles de la capital de Bolivia. Al fraude electoral le siguió un golpe de Estado.
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FOTOS: AFP.
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JEFA DEL FMI. Kristalina Georgieva, la sucesora de Lagarde, deberá negociar con el nuevo gobierno argentino.
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FOTOS: CEDOC.
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