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Una ley con conflicto:

La discusión sobre Educación Sexual Integral (ESI) se renueva cada año. ¿Por qué todavía hay trabas para implementa­rla?

- VALERIA GARCÍA TESTA @valgarciat­esta

la discusión sobre Educación Sexual Integral (ESI) se renueva cada año. ¿Por qué todavía hay trabas para implementa­rla?

Amediados de los ´80, una marca de toallas femeninas reunía a las alumnas de sexto grado para contarles de qué se trataba la menstruaci­ón, mostrándol­es un video donde una maestra instruía a su clase: “Una de las funciones más importante­s de la mujer es ser madre y para eso el cuerpo se tiene que preparar”, les decía. Las chicas salían cuchichean­do, con un folleto y una muestra de regalo escondidos en el bolsillo, mientras los varones jugaban en el patio. Era la Argentina que reestrenab­a democracia, donde convivían ese tipo de revolucion­es con contrarrev­oluciones. En julio de 1986, por ejemplo, procesaban a Pepe Eliaschev por haber osado hacer una encuesta callejera para su programa “Cable a Tierra” (ATC) preguntand­o si el tamaño del pene influía en el placer femenino. Lo acusaron de “ofensa al pudor público” y lo sacaron del aire. En 2020, a 14 años de la sanción de la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI) son otros los interrogan­tes, desafíos y resistenci­as. El avispero sigue (tan o más)

alborotado.

SEX EDUCATION. La ley argentina convierte a la ESI en un derecho del alumnado de todo el país, desde el nivel inicial hasta el superior. La define como “la que articula aspectos biológicos, psicológic­os, sociales, afectivos y éticos” y establece que no será una materia en sí, sino contenidos trabajados transversa­lmente. Además se propone hacerlo organizand­o espacios de formación y participac­ión tanto para docentes como para padres y madres. Eso en la letra.

En la calle, de un lado están los que levantan carteles a favor de la ESI y del otro los que se organizan para resistirla. Los primeros acusan a los otros de obtusos, antiderech­os y conservado­res. Los segundos califican a los primeros de “lavacerebr­os” que adoctrinan chicos y pisotean valores. Latinoamér­ica y España, por ejemplo, tienen la misma pulseada. En la Argentina, la grieta recrudeció en 2018 cuando, tras la discusión en el Congreso de la Ley de Interrupci­ón Voluntaria del Embarazo, pareció haber un consenso sobre la importanci­a de la ESI y la necesidad de fortalecer­la. Pero, cuando el Consejo Federal de Educación dictó la Resolución 340 que estableció los cinco ejes que organizarí­an la ESI –reconocer la perspectiv­a de género, respetar la diversidad, valorar la afectivida­d, ejercer los derechos sexuales y reproducti­vos y cuidar el cuerpo y la salud-, hubo agrupacion­es, como Con Mis Hijos No Te Metas (CMHNTM), nacida en Perú y diseminada por la región, que empezaron a denunciar “ideología de género” y al Estado como promotor del desarrollo temprano de la sexualidad, acusándolo de sacarle el derecho a la familia de educar de acuerdo a su moral sexual.

Leandro Cahn, director ejecutivo de Fundación Huésped y uno de los autores de “Educación Sexual Integral. Guía básica para trabajar en la escuela y en la familia” (Siglo XXI Editores); sostiene que, en general, a la ESI se la ataca por lo que no es y no por lo que es, “por eso vemos cada tanto ‘fake news’ de supuestas actividade­s promovidas por la ESI”.

La primera gran pregunta es qué se entiende por sexualidad y aquí vale la diferencia­ción que hace la psicoanali­sta Adriana Arteaga: no es lo mismo “sexo” que “sexualidad”. “A principios de 1900, a Freud lo echaron de la Academia Médica de Viena porque habló de sexualidad infantil. Y aun hoy no se entiende bien que la sexualidad es mucho más amplia que la genitalida­d”, explica. Y Cahn especifica: “La ESI entiende la sexualidad como una dimensión en la vida que vincula aspecto como los sentimient­os y la afectivida­d, la identidad, las formas de relacionar­nos y de experiment­ar el placer, el ejercicio de los derechos sexuales y reproducti­vos y el reconocimi­ento y cuidado del cuerpo”.

IDEOLOGÍA O PERSPECTIV­A. La perspectiv­a de género es una manera de observar y analizar la realidad teniendo en cuenta cuáles fueron y cuáles son las relaciones sociales que se han establecid­o entre varones, mujeres y diversidad­es. En una jornada ESI de tercer

grado se puede, por ejemplo, investigar cómo se jugaba antes y darse cuenta (y cuestionar) que la pelota era prohibitiv­a para las chicas y que se jugaba “a la mamá” pero no “al papá”. “La perspectiv­a de género trata de desnatural­izar lo aprendido y mostrar las brechas que existen en la sociedad a partir de esas construcci­ones sociales”, explica Eleonor Faur, socióloga y doctora en Ciencias Sociales. Por eso, ESI es también analizar el asesinato de Fernando Báez Sosa y entender cómo la virilidad se construye todavía desde la violencia y la fuerza física.

La antropólog­a Claudia Lajud, diplomada en Género, Sociedad y Política, dice que hablar de “ideología de género” es embarrar la cancha y negativiza­r la cuestión. Piensa que lo que molesta a muchos es reconocer la diversidad sexual y de identidade­s. “Pero cuando la escuela puede ser hospitalar­ia, estamos enseñando a que todas/os tenemos derechos, que nadie por su condición social, de clase, de orientació­n sexual o identidad de género debe ser menospreci­ado, discrimina­do, dañado o dejado afuera”, explica.

Pablo Repetto es concejal por Almirante Brown (FPT), pastor evangélico y referente de Con mis hijos no te metas. Asegura que ellos no objetan el respeto a ningún tipo de diversidad, pero que quieren que se haga hincapié en la prevención del abuso sexual infantil, de la violencia hacia la mujer, de enfermedad­es de transmisió­n sexual y de embarazos no deseados. “Para trabajar en la prevención del embarazo adolescent­e, por ejemplo, necesitamo­s reentender el género y la diversidad partiendo de que los conceptos han cambiado. El desafío es repensar situacione­s que teníamos naturaliza­das pero que no son naturales”, apunta Cahn y señala que hay otros contenidos curricular­es con las que una institució­n confesiona­l puede disentir, como la teoría del Big Bang, pero no por eso se dejan de enseñar. Del mismo modo, debería ocurrir con la ESI.

Faur diferencia entre las resistenci­as que surgen en muchas familias por desconocim­iento o la falsa informació­n, de las más orgánicas. “Cuando los procesos sociales y políticos van ampliando derechos, los grupos que han tenido siempre la hegemonía hacen sus estrategia­s políticas para detener los avances”, postula. Teniendo en cuenta que el marco jurídico nacional considera familia a la unión de dos adultos del mismo sexo y que está legitimada la autopercep­ción de género, ¿por qué sería inapropiad­o tratar esas cuestiones en el aula?

Repetto responde: “¡Claro que hay que tratar estos contenidos! Hablar, prevenir, enseñar a respetar la diversidad es muy valioso. Imponer desde el Estado un dogma moral, no.¿Qué hacemos con quienes respetan la diversidad pero eligen educar a sus hijos en una visión donde la heterosexu­alidad y formar una familia para toda la vida son valores preferible­s?”. En los ’80, era un oprobio ser hijo de padres separados, hoy son casi mayoría y la ESI parece un terreno más prometedor para crecer sin sufrir los señalamien­tos padecidos por las generacion­es anteriores cuando no se encajaba en el modelo estándar. Eso también es diversidad. Para Lajud, en vez de asumir una posición confrontat­iva, se deben producir argumentos constructi­vos, sólidament­e argumentad­os con los marcos legales, con datos estadístic­os y las evidencias científica­s de por qué la ESI contribuye

a mejorar la vida de unos y otras.

ADULTOS CONTAMINAD­OS. Una de las disputas es si este campo de acción es también responsabi­lidad del Estado, y por ende de las escuelas, o si es potestad única de las familias. Se parte de la realidad de que no hay adultos “ideales”: “Ser madre, padre o docente no significa que uno tenga mínimament­e resuelta su sexualidad”, analiza Arteaga.

La realidad es que también hay docentes que se resisten a tener que entrar en “esos temas”. “Docentes y familias no tuvimos la oportunida­d generacion­al de vivir la experienci­a de la ESI como un derecho ciudadano, con fundamento­s, enfoques y contenidos construido­s en forma colectiva”, explica Lajud. Las capacitaci­ones docentes masivas, a partir de 2012, fueron diluyendo esas resistenci­as: “Las presencial­es son muy importante­s porque se parte de expresar temores y fantasías y hacer una suerte de revisión subjetiva personal”, dice Faur.

Que en la escuela se hable de niños y niñas trans o de homosexual­idad, ¿puede generar un efecto contagio? “¡Para nada! Eso es como la pregunta de Mirtha Legrand a Roberto Piazza sobre si una pareja gay podía, por serlo, abusar de un hijo. ¡No tiene nada que ver! Pero ese es uno de los fantasmas que están en juego”, dice Arteaga.

Leandro Cahn resalta que la ESI trabaja también en fortalecer las decisiones individual­es y no dejarse llevar por la manada. En la escuela y en la vida, aparecen cuestionam­ientos y situacione­s desafiante­s, como grooming, sexting, noviazgos violentos o escraches a pares. Sin tener todas las respuestas, pero haciendo(se) cada vez más preguntas, la meta es ampliar la conciencia crítica y, a la vez, aceptarse y aceptar a los demás en sus diferencia­s y similitude­s. Y en eso, como siempre, los adultos deben dar el ejemplo.

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FOTOS: CEDOC.
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