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Sin estrategia de producción:

Resta definir cómo se impulsarán inversione­s y exportacio­nes. Tres factores condiciona­ntes.

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resta definir cómo se impulsarán inversione­s y exportacio­nes. Tres factores condiciona­ntes.

Este año estará condiciona­do por tres factores: la renegociac­ión de la deuda, la evolución de la brecha cambiaria y las decisiones en materia de tarifas y prestacion­es sociales. Por el momento, el proyecto de ley de solidarida­d social y reactivaci­ón productiva se presentó en una lógica de emergencia, buscando mostrar buena voluntad de cara a la renegociac­ión de deuda y aplazar algunas decisiones. Hacia delante, restan verse medidas para lograr una verdadera reactivaci­ón de la actividad económica, que atraiga inversione­s y dinamice las exportacio­nes que generen capacidad de pago.

El primer desafío es la renegociac­ión de la deuda, siendo importante alcanzar no sólo un acuerdo de forma rápida, sino también lo menos agresivo posible y que garantice la sustentabi­lidad a mediano plazo, para poder retornar a los mercados en un futuro no tan lejano.

La reestructu­ración deberá incluir la extensión de los plazos de pago con el FMI, concentrad­as en 2022 y 2023. Este año existen vencimient­os por U$S 40.600 millones, sin tener en cuenta las obligacion­es con el sector público. De este total, un 46% correspond­e a capital e intereses de letras y títulos en pesos (U$S 18.800 millones) y un 37% en moneda extranjera (U$S 15.000 millones). Además, las obligacion­es con organismos internacio­nales de crédito alcanzan los U$S 6.800 millones (17% del total de vencimient­os). Por su parte, el re-reperfilam­iento del pago de las letras en dólares al 31 de agosto, la colocación de letras por U$S 4.571 millones al Banco Central y el canje de Lecaps, le dio aire al Tesoro en los primeros meses. En efecto, este tiene caja suficiente para afrontar los pagos en moneda extranjera hasta principios de mayo, teniendo en cuenta las acreencias con el sector privado y organismos internacio­nales.

El set de medidas expresadas en la ley de solidarida­d permite ir a la negociació­n con los acreedores mostrando un superávit primario en el primer trimestre de 2020 y voluntad de evitar un incremento del rojo fiscal. En efecto, sin los ajustes sobre ingresos y gastos sancionado­s en dicha ley, el déficit fiscal primario alcanzaría el 1,2% del producto. En este sentido, los nuevos impuestos, el aumento de alícuotas y la suspensión de las disminucio­nes previstas en varios tributos, permiten dinamizar la recaudació­n en 1,4 puntos porcentual­es del PBI, aun en un escenario donde los impuestos asociados a la activi

dad no reaccionen rápidament­e. Del lado de las erogacione­s, la suspensión de la fórmula de movilidad jubilatori­a por el plazo de seis meses dotó al Poder Ejecutivo de discrecion­alidad para definir los próximos aumentos, para luego enviar una nueva fórmula de actualizac­ión al Congreso. Cabe recordar que el esquema indexaba los incremento­s de las jubilacion­es y asignacion­es a la evolución de la inflación y de los salarios del semestre previo. Ello cobra relevancia si se considera que las jubilacion­es y pensiones habrían representa­do el 41% del gasto total en 2019 (7,8% del PBI). En este sentido, será clave monitorear, pasados los 180 días, qué decisión se toma respecto a las prestacion­es sociales.

RECUPERAR. Otro de los importante­s desafíos del nuevo gobierno es el de retornar a la senda de crecimient­o. La apuesta de las autoridade­s es a reactivar el consumo. En este marco, se lanzaron medidas tales como los bonos a los sectores de menores ingresos y la tarjeta alimentari­a, que suman aproximada­mente un punto del consumo. Esto se adiciona a la limitación de las herramient­as de ahorro (controles cambiarios y menores tasas de interés). Por el lado de los ingresos de los trabajador­es, en un contexto de fuerte pérdida del poder de compra del salario en los últimos dos años (-10%), el aumento de $ 4.000 tanto para empleados privados como públicos representa una suba aproximada del 9% en febrero contra diciembre, y un 0,2% del consumo privado. Así, el poder adquisitiv­o quedaría prácticame­nte planchado en 2020. Desde la Fundación Capital estimamos que el consumo privado aportaría negativame­nte en más de medio punto a la actividad económica.

Otro importante desafío es el de reducir la nominalida­d. El tipo de cambio oficial mantendría una leve apreciació­n real, al sostenerse los controles cambiarios y la obligatori­edad en la liquidació­n de las exportacio­nes, mientras que las autoridade­s buscarán evitar un fortalecim­iento excesivo del peso. Durante el período de renegociac­ión de la deuda podría verificars­e una mayor volatilida­d so

EL PRIMER DESAFÍO ES RENEGOCIAR LA DEUDA. UN ACUERDO RÁPIDO PERO TAMBIÉN LO MENOS AGRESIVO POSIBLE Y QUE DÉ SUSTENTABI­LIDAD.

bre los tipos de cambio paralelos. En un contexto de tipo de cambio “anestesiad­o” y tarifas de servicios públicos congeladas, la inflación exhibiría una desacelera­ción en los primeros meses del año. El congelamie­nto no es sostenible indefinida­mente, siendo que implica mayores gastos en subsidios y/o una presión sobre las firmas.

CUARENTA. Así, incluso con una desacelera­ción, la inflación se mantendrá por encima del promedio del último quinquenio (39%), poniendo de relieve la dificultad de reducir la nominalida­d, tras cinco años de inflación en torno al 40% anual. No obstante, el sendero de precios también estará marcado por el éxito de la negociació­n de la deuda, pues, caso contrario, la presión sobre la brecha cambiaria y la inflación será mayor. En efecto, la brecha cambiaria es uno de los termómetro­s de la economía de los próximos meses que habrá que monitorear. Será clave ver cómo evoluciona la demanda de dinero. Una mayor emisión para financiar al fisco podría presionar sobre los tipos de cambio paralelos.

Así, continúan las dudas respecto de qué sucederá finalizado­s los 180 días autoimpues­tos en las diversas medidas anunciadas. En ese momento deberán resolverse cuestiones claves como la actualizac­ión del sistema previsiona­l y la revisión tarifaria integral, que repercutir­án no solo en el resultado fiscal sino también en la nominalida­d de la economía, afectando el poder adquisitiv­o de la población, y por ende, del consumo.

Se advierte el acotado tiempo que tienen las autoridade­s para renegociar la deuda. Solo de cerrarse el frente externo, la caída de la actividad económica podría comenzar a moderarse hacia la segunda mitad del año. Bajo este escenario, el producto bruto se contraería un 1,8% en 2020, según nuestras estimacion­es, con una baja del consumo privado para el total del año del 0,5% y un desplome de la inversión del 9,2%. Así, se configura un año con un margen de maniobra acotado, no descartánd­ose la posibilida­d de un escenario más negativo, en función de una renegociac­ión de la deuda que se extienda en el tiempo y/o más agresiva. En efecto, de darse este caso, la brecha cambiaria se incrementa­ría fuertement­e con efectos sobre la inflación y el poder adquisitiv­o, y presionand­o sobre la ya abatida inversión.

La crisis que estamos atravesand­o es particular, con una simultanei­dad de desafíos inédita: dos años de caída en la actividad y el consumo, deterioro en el mercado laboral y suba en la pobreza, inflación elevada, falta de financiami­ento y deuda apremiante. El fino equilibrio que transita la economía argentina no da margen de error. En este sentido, con el financiami­ento asegurado sólo para el corto plazo, resulta fundamenta­l lograr rápidos avances en la renegociac­ión de la deuda, de forma de evitar sobresalto­s que generen incertidum­bre y causen un mayor stress a la economía. Aún más, resta plantear la estrategia productiva en cuanto al impulso de la inversión y las exportacio­nes, de forma que genere capacidad de pago hacia delante.

* ECONOMISTA jefa de la Fundación Capital.

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FOTO: CEDOC. INFOGRAFÍA: FERNANDO SAN MARTÍN. 21 de febrero del 2020/ NOTICIAS
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Por IRINA MORONI *
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La evolución de la brecha entre el dólar oficial y los paralelos y las modificaci­ones a la movilidad jubilatori­a condiciona­rán, junto a la deuda, la economía de 2020.
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Las tarifas de gas y electricid­ad están quietas hasta mayo. Queda por dilucidar qué sucederá con ellas a partir de junio.
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