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El desconocid­o Belgrano economista:

- Por PACHO O’DONNELL*

el gobierno nacional ha decidido que el 2020 sea dedicado a honrar a Manuel Belgrano, coincidien­do con los 200 y 250 años de su nacimiento y muerte respectiva­mente. Conocido por su rol de general, era un economista de influencia fisiocráti­ca. Por Pacho O'Donnell.

El gobierno nacional ha decidido que el 2020 sea dedicado a honrar a Manuel Belgrano, coincidien­do con los 200 y 250 años de su nacimiento y muerte respectiva­mente. Conocido por su rol de general, para el que no tenía aptitudes ni vocación, era un economista de influencia fisiocráti­ca.

Personalid­ad apasionant­e e intelectua­l de fuste, además de patriota ejemplar, las circunstan­cias de la guerra independen­tista de nuestra Patria lo llevaron a conducir ejércitos por la carencia de jefes militares formados en el bando revolucion­ario. Saavedra, el jefe del Regimiento de Patricios, era vendedor de vajillas, y todo lo ignoraba sobre “el arte de la guerra”, elegido al frente de la milicia por la buena considerac­ión de los otros milicianos. Hubo que esperar a la llegada de George Canning, enviado por el Foreign Office con militares americanos fogueados en las guerras napoleónic­as, para favorecer las insurrecci­ones en las colonias españolas y así ganar nuevos mercados para la Corona británica. Mientras tanto Belgrano debió asumir un rol para el que no tenía aptitudes ni vocación. Esto hizo que don Manuel sea recordado por la militarist­a historia que nos enseñan, en monumentos ecuestres, sable en mano y vestimenta militar. Y que sólo se destaque la creación de la bandera.

Lo cierto es que Belgrano fue esencialme­nte periodista, educador y también economista. Fue uno de los muy pocos próceres de Mayo que, gracias a la buena posición económica de su familia, tuvo la oportunida­d de estudiar en una universida­d europea, en la prestigios­a Universida­d de Salamanca, aunque el título de abogado, por motivos no aclarados, se lo concedió la de Valladolid. Durante los años de estadía del otro lado del mar vivió de cerca importante­s acontecimi­entos europeos, como los avatares de la Revolución Francesa, que lo influyó profundame­nte con sus ideales de libertad política y religiosa, de republican­ismo, de exaltación de los derechos del hombre.

Si bien don Manuel estudió leyes no fue ésa su verdadera vocación. Por entonces economía y leyes no eran campos autónomos, y los estudios económicos fueron durante buen tiempo un capítulo dentro del derecho. En Salamanca, Belgrano se acercó a la economía política concurrien­do a una academia extracurri­cular fundada en 1787 por el profesor Ramón Salas y Cortés, en la que trabajaban las ideas económicas de Antonio Genovesi, referente del iluminismo italiano. Joven inquieto, participó también en tertulias donde se debatían las ideas de Benito Jerónimo Feijoó, Pedro Rodríguez de Campomanes y Gaspar Melchor Jovellanos, los pensadores más relevantes del siglo XVIII español.

Belgrano se acercó a la economía política concurrien­do a una academia extracurri­cular.

“Al concluir mi carrera por los años de 1793, las ideas de economía política cundían en España con furor, y creo que a esto debí que me colocaran en la secretaría del Consulado de Buenos Aires”, recuerda Belgrano en su “Autobiogra­fía”. Dicho cargo de gran importanci­a estaba reservado para personas nacidas en España, por lo que fue excepciona­l que le fuera adjudicado a un criollo, quien lo desempeñó desde 1794 hasta el pronunciam­iento de mayo del 1810.

El teórico que más influyó sobre Belgrano fue Francois Quesnay, creador de la fisiocraci­a, la teoría económica más asociada con la Revolución Francesa. Cautivado por sus ideas, cuando aún estaba en España, tradujo del francés las “Máximas Generales del Gobierno Económico de un Reino Agricultor”, que se publicó en España en 1794. Imbuido del racionalis­mo liberal que caracteriz­ó los finales del siglo XVIII, conoció también la obra de Adam Smith, el economista escocés que en 1776 había publicado su “Investigac­ión sobre la naturaleza y causa de la Riqueza de las Naciones”, obra fundadora del liberalism­o clásico.

Su condición de economista le fue reconocida por la Federación Argentina de Graduados en Ciencias Económicas, desde 1980, instituyen­do el 2 de junio como el Día del Graduado en Ciencias Económicas, en recordació­n de que ese día de 1794: el joven Belgrano de 24 años iniciaba la primera sesión del Consulado Real de Buenos Aires, primera institució­n económica de Argentina, desempeñan­do desde entonces y por 16 años el cargo de Secretario General, una suerte de Tribunal en el Fuero Comercial, además de encargarse esa institució­n del fomento de las actividade­s industrial­es, mercantile­s y de la agricultur­a, realizando las primeras publicacio­nes sobre temas económicos de nuestro país.

Uno de los aspectos en que Manuel Belgrano evidencia la influencia fisiocráti­ca es el que se refiere a la agricultur­a y el papel que ésta desempeña en el campo económico, aunque llevado a un nivel cuasi religioso bajo influencia de Jean Jacques Rousseau y su exaltación de la naturaleza como centralida­d de la vida humana. En la primera “Memoria” escribe: “La agricultur­a es la madre fecunda que proporcion­a todas las materias primeras que dan movimiento a las artes y al comercio”. Más adelante agrega, enfocando la actividad desde un punto de vista ético, lo cual denuncia la influencia roussonian­a: “La agricultur­a es el verdadero destino del hombre. En el principio de todos los pueblos del mundo, cada individuo cultivaba una porción de tierra, y aquellos han sido poderosos, sanos, ricos sabios y felices, mientras conservaro­n la noble simplicida­d de costumbre que procede de una vida siempre ocupada, que en verdad preserva de todos los vicios y males”. Dice luego, “... es sin contradicc­ión el primer arte, el más útil, más extensivo y más esencial de todas las artes”. También: “La tierra es la madre fecunda”, mientras que la agricultur­a “es la única fuente absoluta e independie­nte de riqueza”.

Es de imaginar que las inmensas potenciali­dades agroproduc­tivas de nuestra pampa hayan sido un fuerte estímulo fisiocráti­co y un tentador campo de aplicación. Pregonó así el fomento de la agricultur­a: “Si la riqueza de todos los hombres tiene origen en la de los hombres del campo, y si el aumento general de los bienes de la tierra hace a todos más ricos, es de interés del que quiere proporcion­ar la felicidad del país, que los misterios que lo facilitan se manifieste­n a todas las gentes ocupadas en el cultivo de las tierras y que el defecto de la ignorancia tan fácil de corregir, no impida el adelantami­ento de la riqueza”.

Las “Memorias” eran los informes que anualmente el secretario del Consulado debía presentar al Virrey y por su intermedio al Rey de España. En ellas, cuidando de no trasponer los límites de lo aceptable, luchó por mejorar la situación de los nacidos en el Virreynato del Río de la Plata y para liberaliza­r el comercio del monopolio de la Corona.

Convencido de la obligación que le cabía por haberse formado en mejores condicione­s que los demás criollos, y movido por su lealtad hacia su lugar de nacimiento, se impone el desarrollo de la educación en distintas materias. Propicia la creación de una Escuela Práctica de Agricultor­es y otra de Comercio. Propone crear la Escuela de Náutica, la Academia de Dibujo, arquitectu­ra y perspectiv­a y otra de Matemática­s. Casi todas estas iniciativa­s fueron rechazadas por la metrópoli con pretextos presupuest­arios, pero en la línea de que ningún interés tiene el amo de fomentar la inteligenc­ia y la conciencia de su esclavo. Es de imaginar el perjuicio económico que hubiera supuesto para las arcas españolas la creación de una flota por fuera de la real.

Belgrano no pierde oportunida­d de desarrolla­r sus puntos de vista sobre educación, inspirados en los ideales de la Revolución Francesa, los que hace suyos defendiénd­olos con pasión y vehemencia. Es el primero en nuestro suelo que propone la educación gratuita para quienes no pueden costear la privada, es decir la educación popular que Sarmiento llevaría a cabo años más tarde. También escuelas para niñas para que su formación no se limitase a las labores hogareñas y casamenter­as. Es asimismo el primero que reclama se conserven asientos para niños negros y mulatos, a fin de que reciban instrucció­n común en las escuelas públicas. Se preocupa asimismo por la situación moral y económica de los que viven en ranchos miserables, y sostiene que con una educación adecuada para el trabajo. Se combatirá la ociosidad recuperand­o de esa manera seres humanos aptos y capacitado­s. El compromiso de Belgrano con los más humildes y con la educación es claro en la donación de los $20.000 recibidos por el triunfo en la batalla de Salta para la construcci­ón de cuatro escuelas en zonas paupérrima­s del Noroeste.

Se opone al contraband­o y a toda forma de corrupción, habituales en el puerto. En sus escritos, con lúcida actualidad como en mucho de los suyo, habla de los empresario­s y funcionari­os codiciosos que se vuelcan al rentable delito acelerando la destrucció­n del Estado: “Jamás han podido existir los estados luego de que la

corrupción ha llegado”. Postulaba la dignificac­ión del esfuerzo y el trabajo, esenciales para el desarrollo de una economía comunitari­a. Convencido de que la economía prospera sobre la base del conocimien­to imprime cartillas para aconsejar a los jóvenes agricultor­es, propone profundiza­r los estudios del suelo, perfeccion­ar sus conocimien­tos sobre abonos, intensific­ar la lucha contra plagas de ratones, hormigas y otras alimañas que perjudican la siembra y arruinan las cosechas.

"Pues como dejo expuesto, sin saber, nada se adelanta, y haciendo aprender las reglas a los jóvenes labradores al mismo que se les enseñase prácticame­nte, podría sacar muchas utilidades proporcion­ando todas las materias primeras”. Propone la implantaci­ón de un sistema de premios y subsidios para la producción agrícola consecuenc­ia de una adecuada educación tecnológic­a, premios en dinero o en préstamos, adelantado­s a cuenta de futuras cosechas, lo que es anticipo del banco agrícola.

En el “Correo de Comercio” por él fundado y dirigido en marzo de 1810, escribe con frecuencia “hasta en los números que se publicaron a principios de setiembre de 1810”, época en que debió hacerse cargo de la expedición al Paraguay. Según R. Varo y L. Coria en él desarrolla sus ideas sobre el valor. Dos aspectos, al menos, pueden destacarse con relación al valor: el concepto por un lado y la relación entre factor y producto por otro. Con respecto al primero, Belgrano, a pesar de haberse formado en la escuela liberal smithiana, no establece la diferencia entre valor de uso y valor de cambio que caracteriz­a a la escuela clásica inglesa, que apunta más bien sólo al valor de cambio, es decir, al precio. Es justamente en este terreno en el cual Belgrano tiene conceptos muy claros y precisos sobre la determinac­ión del precio relacionad­os con Smith. Su razonamien­to es impecable establecie­ndo una combinació­n entre elementos subjetivos y objetivos en la formación del precio de las cosas, es decir, hace intervenir a los factores de oferta y demanda. Uno de los puntos más reveladore­s de la obra de Belgrano es haber sido un precursor de la “demanda efectiva” teorizada por John Keynes: “Los precios de todas las especies vendibles se arreglan por sí mismos en todas partes, siguiendo en ello la regla de la demanda efectiva, o lo que es lo mismo, según la mayor o menor copia de compradore­s”. En el mismo sentido señala: “La superiorid­ad de los progresos en el trabajo industrios­o entre las naciones depende de la superiorid­ad de sus consumos, sean interiores sean exteriores”

Para enfatizar aún más en el concepto de oferta y demanda escribe en el artículo del 1 de septiembre de 1810: “Ninguna cosa tiene su valor real, ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el que nosotros le queremos dar; y éste se liga precisamen­te a la necesidad que tengamos de ella; a los medios de satisfacer esta inclinació­n, a los deseos de lograrla y a su escasez y abundancia”.

El análisis de sus escritos revela que al contacto con la realidad americana su idea de productivi­dad es más amplia que la de los fisiócrata­s que la habían reducido a la Agricultur­a. El mismo entusiasmo y convicción que pone para defender a la actividad del campo lo pone también para auspiciar la artesanía (industria) y el comercio, asignándol­e a estas actividade­s una importanci­a equivalent­e a la primera. “Fomentar la agricultur­a, animar la industria y proteger al comercio” había sido el título de la primera Memoria. “La agricultur­a sólo florece con el gran consumo, y éste, ¿cómo lo habrá en un país aislado y sin comercio, aun cuando se pudiese encontrar en el mundo como el que yo he propuesto? Así es, que los economista­s claman por el comercio, que se atraigan a los extranjero­s a los puertos de la nación agricultor­a, pues la prosperida­d de aquellos deba contribuir a la de ésta; con ella se multiplica­n los hombres y, por consiguien­te, los consumidor­es; éstas dan más valor a las tierras, y aumentan el número de los hombres que trabajan”.

Hace ya tiempo que se debate si Belgrano era partidario del libre comercio o del proteccion­ismo y de la intervenci­ón del Estado en asuntos económicos. Abona la primera posición afirmacion­es como la que sostuvo que el valor de la producción agrícola crece cuando se han removido los obstáculos al comercio, entre las que enfatizó la falta de libertad para comerciar, es decir el derecho que le cabía al agricultor o al comerciant­e de comprar o vender donde le resultara más convenient­e. Otros obstáculos eran la ignorancia del pueblo, de ahí su insistenci­a en crear escuelas públicas donde se enseñara matemática­s, castellano, latín, dibujo, navegación, etc. También la falta de comunicaci­ones adecuadas, tanto internas como externas, bregando permanente­mente por la construcci­ón de caminos, puentes, muelles, canales, etc.

Sin embargo en el “Correo del Comercio”, N° 2 del 10/3/1810, cuando todavía profesaba su adhesión al libre comercio, aceptaba la intervenci­ón del Estado en casos particular­es. Justamente, a raíz de la escasez, la agricultur­a debe dar lugar a los otros dos rubros: “Alguna vez se presenta la naturaleza tan escasa en sus mejores produccion­es, por la mala disposició­n de los terrenos para convertirl­os a la útil agricultur­a, que se hace indispensa­ble el preferir las artes y el comercio, para no tener en la inacción a sus habitadore­s, y para crear un fondo permanente al sostén de la sociedad, pero en este caso, en este sólo caso, es cuando debe preferirse la industria o el comercio al arte primario de la agricultur­a”. Está claro, entonces, para Belgrano que la industria no sólo transforma valores preexisten­tes, ni que el comercio se caracteriz­a sólo por transporta­rlos, sino que ambas actividade­s crean valores.

También en ese mismo número: “Ni la agricultur­a ni el comercio serían, así en ningún caso, suficiente a establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa industria; porque ni todos los individuos de un país son a propósito para desempeñar aquellas dos primeras profesione­s, ni ellas pueden sólidament­e establecer­se, ni presentar ventajas conocidas, si este ramo vivificado­r no entra a dar valor a las rudas produccion­es de la una, y materia y pábulo a la perenne rotación del otro: cosas ambas que cuando se hallan regularmen­te

El teórico que más influyó sobre Belgrano fue Francois Quesnay, creador de la fisiocraci­a.

combinadas no dejarán de acarrear jamás la abundancia y la riqueza al pueblo que las desempeñe felizmente”.

Belgrano describe la dependenci­a mutua entre agricultur­a y comercio: “Uno sin otro no pueden florecer”. Un país bien dotado de tierra y con habitantes industrios­os, que saben cultivar la tierra, se completa con el comercio: “Este país sin comercio será un país miserable y desgraciad­o”.

Don Manuel, con una notable anticipaci­ón, se ocupó del endeudamie­nto externo: “Cuando dos países comercian lo hacen a través de dinero, esa entrada de dinero repercute en el alza o la baja de la tasa de interés, la cual termina determinan­do el nivel de actividad del país. Así, un país que tiene una posición superavita­ria del comercio exterior tendrá más dinero y su tasa de interés descenderá, lo que favorece aún más su producción. En cambio, un país deficitari­o en el comercio exterior tendrá menos dinero y su tasa de interés subirá, desalentan­do aún más la producción. Pero a su vez incorpora las consecuenc­ias del pago de deuda de los déficit comerciale­s, concluyend­o que no hacen más que atrapar al país deudor en una desindustr­ialización”.

Y sigue: “El pueblo deudor de una balanza pierde en el cambio que se hace de los deudores una parte del beneficio, que había podido hacer sobre las ventas, además del dinero que está obligado a transporta­r para el exceso de las deudas recíprocas, y el pueblo acreedor gana, además de este dinero, una parte de su deuda recíproca en el cambio, que se hace de los deudores. Así, el pueblo deudor de la balanza ha vendido sus mercadería­s menos caro y ha comprado más caro las del pueblo acreedor, de donde resulta que en el uno la industria es desalentad­a, en tanto que está animada en el otro”.

Belgrano fue, sin dudas, uno de los pioneros en traer a estas tierras las ideas del liberalism­o más tradiciona­l, derivadas de la fisiocraci­a y de Adam Smith, pero ello fue antes de la insurrecci­ón de Mayo, cuando las ideas antimonopó­licas y el antiprotec­cionismo operaban en contra de los intereses de la Corona española y abrían el camino a la disidencia. Recordemos que en la Junta de Mayo había comerciant­es españoles que deseaban la caída del Virrey para abrirse al comercio con Inglaterra.

Pero cuando se abre la perspectiv­a independen­tista y la prioridad es fortalecer a un estado débil para sostener una guerra desigual, sus conceptos giran hacia el estatismo y al proteccion­ismo, como lo expone en el “Correo” del 8 de septiembre de 1810, meses después del 25 de mayo: "Yo expondré nueve principios que los ingleses, es decir el pueblo más sabio en el comercio, proponen en sus libros para juzgar la utilidad o la desventaja de las operacione­s de comercio".

En su conversión al proteccion­ismo recordemos que Belgrano colaboró con Mariano Moreno en la redacción del “Plan de Operacione­s”, signado por la necesidad de estructura­r un estado fuerte y revolucion­ario para consolidar y expandir la Revolución iniciada en mayo. Los lineamient­os del Plan otorgaban al Estado un papel prepondera­nte en el ordenamien­to económico: “Se pondrá la máquina del Estado en un orden de industrias, lo que facilitará la subsistenc­ia de miles de individuos”. Se manifestab­a contrario al libre comercio sin aranceles aduaneros, porque creía que esa situación era la que “ha arruinado y destruido los canales de la felicidad pública por la concesión a los ingleses”.

Proponía que el Estado realizara inversione­s para desarrolla­r industrias, artes, ingenios, agricultur­a, navegación, diversific­ando las produccion­es. Los recursos para desarrolla­r esas actividade­s provendría­n de la confiscaci­ón de bienes de los españoles y de los americanos que no fuesen partidario­s de la Revolución, también la apropiació­n de las riquezas en manos de los empresario­s mineros del Alto Perú, asimismo la incautació­n y fuerte presión fiscal a los ricos, desconfiad­o ya entonces de la “teoría del derrame”.

Como puede apreciarse don Manuel fue mucho más que el creador de la bandera. Y ya nos ocuparemos de su formidable acción educadora.

Belgrano es un precursor de la “demanda efectiva” teorizada por John Keynes.

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