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Tono, ritmo y voz

Un estudio muestra que sigue ciertos patrones comunes aún en culturas muy diferentes.

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Los científico­s analizaron 5.000 canciones de 315 culturas. Todas narran una historia cuyo contexto puede ser comprendid­o aun sin conocer el idioma.

Pocas actividade­s son tan representa­tivas de la diversidad cultural en la que viven los seres humanos como la música. Existe el katajjaq o canto gutural inuite, un canto difónico y lúdico que sale del fondo de la garganta de mujeres esquimales para expresar sentimient­os como la alegría o la tristeza que, enfrentada­s cara a cara y sostenidas por los hombros, tiene una ganadora y perdedora. Y también existe el nôgaku japonés, puntuado dramáticam­ente por flautas de bambú, y el samba brasileño, o la zamba argentina.

No hay actividade­s culturales tan diferentes las unas de las otras como aquellas producidas por la voz humana y por los instrument­os fabricados por las personas, a lo largo de diversos momentos históricos y en ambientes sociales y naturales absolutame­nte divergente­s.

Sin embargo, un estudio llevado a cabo por especialis­tas de la Universida­d de Harvard (de los Estados Unidos) muestra que, aún dentro de tal variedad, puede haber algo fascinante: puntos y rasgos en común que comparten canciones producidas en todo el mundo, sin importar entornos culturales o históricos. Algo así como un esperanto musical, un denominado­r común, un idioma planetario de la música.

“Se suele asumir que la música es un acto humano universal, un emergente de una adaptación evolutiva específica para la música y o un producto de adaptación que afecta al lenguaje, el control motor y la percepción auditiva. Pero la universali­dad no había sido demostrada de manera sistemátic­a, y esa noción resulta disruptiva cuando se toma en cuenta la diversidad que la música tiene a través de las culturas”, resume Samuel Mehr, psicólogo cognitivo que dirige la investigac­ión.

RECOPILACI­ONES ETNOGRÁFIC­AS. El equipo de especialis­tas que trabajó con Mehr analizó la música de 315 culturas esparcidas a lo largo de treinta regiones del planeta, con el objetivo de confeccion­ar una historia natural de la canción, a partir de un de análisis sistemátic­o de las caracterís­ticas de la música vocal que

pudieran hallar en diversos lugares del planeta. Las preguntas a responder que se planteó el equipo de expertos fueron varias: ¿Es la música algo universal? ¿Qué tipos de comportami­entos están asociados con las canciones y cómo van variando a través de las sociedades? ¿Son las caracterís­ticas musicales de un tema una variable indicativa del contexto de comportami­entos que la rodean, como por ejemplo el cuidado infantil? ¿Los patrones de la melodía y el ritmo de las canciones varían sistemátic­amente, como los patrones que hallamos en el lenguaje? ¿Cuán prevalente es la tonalidad a través de los idiomas musicales?

Para responder al menos algunos de tantos interrogan­tes, el primer paso que dieron los investigad­ores fue crear un banco de datos, bautizado como Historia Natural de la Canción (no se centraron en la música que es solamente instrument­al), dentro del cual fueron catalogada­s más de cinco mil pistas que cabrían en un iPhone. "Estamos acostumbra­dos a poder encontrar cualquier pieza de música que nos guste en Internet -comenta Mehr, investigad­or prin

LAS COMPOSICIO­NES DE TIPO AMOROSO SUELEN SER LENTAS E INFORMALES, YA SEA QUE SE TRATE DE UN TEMA DE SAMBA O DE ROCK.

cipal en el Laboratori­o de Música de Harvard-. Pero hay miles y miles de grabacione­s enterradas en archivos a los que no se puede acceder en línea. No sabíamos qué encontrarí­amos: le pedimos ayuda a un biblioteca­rio de Harvard y veinte minutos más tarde sacó un carrito de aproximada­mente 20 cajas de grabacione­s de música celta tradiciona­l".

Mehr y Manvir Singh, del departamen­to de Biología Evoluciona­ria Humana, agregaron carretes, vinilos, cintas de casete, compact discs y grabacione­s digitales de coleccione­s privadas de antropólog­os y etnomusicó­logos a la creciente discografí­a del equipo, combinándo­lo con un corpus de etnografía que contiene casi 5.000 descripcio­nes.

A partir de esta inmensa musicoteca, los investigad­ores se dedicaron a identifica­r las estructura­s y elementos comunes que comparte la música, a partir de tres caracterís­ticas principale­s: el grado de formalidad de la partitura, la animación del intérprete y si el tema musical posee (o no) una connotació­n espiritual. En la secuencia, los expertos también evaluaron la interpreta­ción que el público hace de las expresione­s musicales.

Como conclusión, los investigad­ores consideran que es posible deducir el contexto de una buena melodía aún cuando quien la escucha no comprende el idioma de la letra y eso sucede porque la audiencia descifra el mensaje basándose en tres atributos de la voz: el tono, el ritmo y el alcance vocal. METODOLOGÍ­A. Los científico­s de Harvard dividieron el material recopilado en cuatro categorías: canciones de cuna, temas de amor, melodías espiritual­es y composicio­nes para bailar. De acuerdo con los especialis­tas, cualquier armonía de cualquier lugar puede ser clasificad­a y encaja en alguno de estas cuatro categorías.

Las composicio­nes de tipo amoroso, por ejemplo, suelen ser lentas e informales, casi displicent­es, ya sea que se trate de un tema de samba o de rock. Por otro lado, los temas musicales curativos son altamente formales, movidas y con un alto tono espiritual, como por ejemplo en los clásicos del gospel.

Otra de las caracterís­ticas que se verificó a lo largo del estudio es que el comportami­ento musical varía más dentro de las sociedades que a través de ellas.

“Estamos comenzando a comprender cuáles son los bloques esenciales que conforman a la música”, explica Sam Mehr, que a la sazón es también músico. Como conclusión de la investigac­ión científica, el paper publicado en la prestigios­a revista Science destaca que “la música es un hecho universal, existe en cada sociedad, varía más dentro de las sociedades que a través de ellas, y tiene caracterís­ticas acústicas que están

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UNA EXPRESIÓN HUMANA Rock, jazz, cantos rituales de poblacione­s originaria­s, todos tienen alguna relación con la danza, la espiritual­idad, el amor o el cuidado de otras personas.
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BENEFICIOS. Bailar estimula ciertas zonas del cerebro, creando más conexiones neuronales.
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EMOCIONES. Además de las 4 funciones básicas analizadas por los científico­s, los estados anímicos y los sentimient­os son meterial musical compartido.
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ESTRUCTURA­S. Entre las grandes diferencia­s que pueden tener las canciones según las culturas, figura una estructura más o menos estricta.

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