Alzamiento feminista:
La oposición estadounidense busca su paladín para pelear con Donald Trump.
López Obrador tuvo el voto femenino con promesas de derechos que no llegaron. Los acuerdos con ex PRI y evangélicos lo condicionan.
Las primarias demócratas empezaron con nombres familiares para los norteamericanos, pero pronto llegó uno que ni siquiera los estrategas del partido saben pronunciar correctamente: Buttigieg. En la antesala de las internas, Joe Biden parecía el número puesto. Pero hoy está mejor posicionado Bernie Sanders, aunque quien sumó más delegados en las dos primeras pruebas es el desconocido con apellido maltés.
El camino hacia la cima recién comienza. Tras Nevada y Carolina del Sur, faltan los exámenes más gravitantes, como “el supermartes” en el que votan 15 estados, incluyendo las pobladísimas Texas y California.
De no haber un presidente con derecho a otro mandato, las primarias son el proceso que va moldeando la pulseada principal en cada partido.
Iowa y New Hampshire tienen poca relevancia en la conformación de la convención partidaria que definirá al candidato en Milwaukee, pero por ser los primeros pasos pueden instalar nombres, dándoles competitividad, así como debilitar postulaciones que llegaron fuertes.
BIDEN. Llegó como favorito. Haber sido vicepresidente de Obama lo visibilizaba, y representar al ala moderada lo reforzaba, debido a la suposición de que los moderados son más competitivos porque pueden absorber más votos del centro.
Sanders llegó a Iowa y New Hampshire potenciado por su compulsa con Hillary Clinton en 2016. Su posición en el ala izquierda sólo podía ser asediada por Elizabeth Warren. La certeza inicial es que el senador por Vermont o la senadora por Massachusetts protagonizarían la pulseada con Biden.
Esa certeza se debilitó en Iowa y New Hampshire, porque irrumpió Buttigieg, alguien que podría representar al centro mejor que Biden y darle a la izquierda más competitividad que Sanders.
El desencanto mundial con las dirigencias políticas potencia los liderazgos novedosos. Trump es un ejemplo. También Sanders, por su frontalidad radical contra el statu quo socioeconómico que representa Biden. Así estaba planteada la pulseada demócrata, hasta que apareció ese extraño nombre de origen maltés. Un hombre inteligente y joven, cuya única experiencia política fue como alcalde de una pequeña ciudad de Indiana.
Buttigieg se colocó en la pole position con un discurso lúcido y profundo, que deja a la vista la liviandad político-intelectual del discurso del ex vicepresidente Biden.
Y respecto al viejo senador socialista, no sólo representa la contracara etaria (el más joven frente al más anciano) sino también quien mejor cuestiona su representatividad demócrata. En su recorrido desde la lucha por los Derechos Civiles hasta el “filibusterismo” contra los impuestos regresivos de Bush hijo, pasando por la alcaldía de Burlington, la ciudad más progresista de Vermont, la marca de Sanders ha sido la coherencia. Pero puede haber aparecido alguien con mejores armas contra Biden.
Ser joven, tener tan pocos antecedentes políticos y estar casado con otro hombre le dieron la primera visibilidad. Pero empezar venciendo a Sanders y Biden se explica por su notable inteligencia y la calidad de sus discursos. Buttigieg expresa un centro más progresista que Biden y un izquierdismo menos divisivo que “Bernie”. En definitiva, la radicalidad que divide es el rasgo de Trump, o sea, lo que se debe combatir en lugar de replicar en la vereda demócrata.