Tecnologías que transforman la vida:
la tecnología tiene la capacidad ide modificar las industrias y los mercados, la política y la economía. En síntesis, todos los aspectos de nuestra vida en sociedad. Innovaciones disruptivas que crean nuevos mercados, logrando al mismo tiempo generar y satisfacer nuevas necesidades. Por Joan Cwailk.
La tecnología tiene la capacidad intrínseca de modificar las industrias y los mercados, la política y la economía. En síntesis, todos los aspectos de nuestra vida en sociedad. Innovaciones disruptivas que crean nuevos mercados, logrando al mismo tiempo generar y satisfacer nuevas necesidades.
Desde la invención de la rueda hasta la aparición de internet, la tecnología ha sido uno de los principales motores de cambio de nuestras sociedades, con un impacto directo en diferentes aspectos de nuestra vida cotidiana. Pero algunas tecnologías especialmente marcaron un antes y un después, una ruptura con lo establecido, con nuestra forma de hacer las cosas, de relacionarnos con el entorno y con los otros. El mundo no volvió a ser el mismo después de la imprenta, la máquina de vapor, el telégrafo, el teléfono, la invención del plástico como materia prima o la computadora personal, entre tantísimas más. Los avances tecnológicos se dan de modo tal que logran revoluciones que llevan al surgimiento de nuevos paradigmas. En este sentido, se puede establecer una analogía con la teoría de los paradigmas elaborada por Thomas Kuhn, filósofo e historiador estadounidense, conocido por su contribución al cambio de orientación de la filosofía y la sociología científica en la década de 1960, quien le otorgaba gran importancia al carácter revolucionario del progreso científico, y consideraba que una revolución implica el abandono de una teoría y su reemplazo por una nueva, porque la teoría anterior ya no resulta suficiente para explicar determinados problemas o aspectos de la realidad. Al igual que lo que sucede cuando una nueva tecnología reemplaza a una precedente. Pensemos, por ejemplo, qué ocurrió con el correo postal cuando apareció el correo electrónico, o qué pasó con el fax cuando descubrimos que podíamos adjuntar archivos en un mensaje de mail. No se trata solo de un desplazo de tecnologías, sino de nuevos paradigmas que provocan un impacto en la forma de relacionarnos y también a nivel económico y ambiental, ya que, siguiendo con los ejemplos anteriores, se elimina el uso del papel y además representa para las empresas un ahorro estimado superior al 60% de los costos en emisión de facturas. Es un cambio de paradigma que surge a partir de una evolución tecnológica que es posible en un momento dado y que ofrece soluciones a los problemas o necesidades que las tecnologías antecesoras no podían cubrir. Estos cambios de paradigmas en tecnología se conocen como tecnologías disruptivas o innovaciones disruptivas. El término fue acuñado por Clayton M. Christensen, profesor de Harvard Business School. En su libro de 1997, The innovator’s dilemma, el autor clasifica a la tecnolo
gía en dos categorías: sostenida y disruptiva. La primera se basa en mejoras incrementales a una tecnología ya establecida. Por ejemplo, cuando se pasó de fabricar discos duros de 1 GB (gigabyte) o 2 GB de capacidad de almacenamiento a 1 TB (terabyte), se produjo un cambio incremental. Pero el pendrive es una tecnología disruptiva que terminó prácticamente con otras unidades de almacenamiento externas, como los disquetes, los CD o los DVD. Otra característica de una tecnología disruptiva es que a menudo tiene problemas de rendimiento porque es nueva, atrae a un público limitado y puede que aún no disponga de una aplicación práctica probada. Un caso paradigmático es el del inventor italiano Antonio Meucci, quien en 1860 hizo público su invento, el teletrófono, un aparato que había fabricado para comunicarse con su esposa, desde su oficina en la planta baja de su casa con el dormitorio ubicado en el segundo piso, en el que la dama se encontraba inmovilizada. En la demostración pública realizada en Nueva York se trasmitió la voz de un cantante que se hallaba a una considerable distancia. Luego de esta demostración, que no causó gran impacto en el público, algunos inversores pidieron una copia del prototipo y la documentación necesaria para producirlo, pero no se llevó a cabo. Es lo que hoy conocemos como teléfono, sin duda una de las disrupciones tecnológicas más trascendentales de la historia de la humanidad. También se consideran disruptivas las tecnologías que provocan la desaparición, la descentralización o el desplazamiento de productos o servicios que hasta ese momento eran utilizados por la sociedad para cubrir determinadas necesidades. Entre los diferentes tipos de descentralizaciones y desplazamientos podemos citar a la web, que comienza a verse desplazada por el mundo de las aplicaciones móviles; internet, que descentralizó la distribución de la información; o bien las divisas criptográficas, que tienen como objetivo lograr una descentralización de la economía. Las disrupciones tecnológicas más fuertes del siglo XX tuvieron lugar con la computadora personal y con internet como la primera red de computadoras interconectadas que permitió la democratización del conocimiento. Pero no son las únicas. O en todo caso, son los pilares sobre los que se basan las tecnologías disruptivas del siglo XXI, entre las que se están abriendo paso con fuerza la impresión 3D, blockchain (cadena de bloques), la realidad virtual (RV) y la realidad aumentada (RA), big data (grandes cantidades de datos), internet de las cosas (IoT, Internet of Things), la robótica y la inteligencia artificial (IA). Muy por detrás de estas tecnologías vienen los cambios políticos, económicos, sociales y también en las normas y leyes necesarias para regular estas nuevas tecnologías emergentes. Todos estos cambios implican readaptaciones socioculturales para entender que estamos frente a un cambio de paradigma que no puede ser analizado o interpretado desde nuestros viejos esquemas tecnológicos.
UN MUNDO QUE SE REINVENTA. Cuando se introduce una nueva tecnología, la sociedad se adapta a ella en un proceso en el que la adopción de la tecnología va mucho más adelante que la comprensión de su impacto. Actualmente es posible observar cómo diferentes sectores económicos se encuentran en crisis, ya que sus modelos de negocio se han tornado obsoletos porque no han podido adaptarse al nuevo ciclo tecnológico y social, mientras la sociedad busca apropiarse de las nuevas tecnologías e interactuar con sus capacidades transformadoras. Un caso paradigmático es el de Uber, que a través de una aplicación pone en contacto la oferta y la demanda de un servicio de transporte de pasajeros. Como un taxi, pero sin levantar la mano en una esquina. Sin horarios ni regulaciones para quienes ofrecen el servicio, y con una tarifa que se ajusta según la demanda. A pesar de los reclamos de los taxistas, Uber es un éxito a nivel mundial y representa una innovación disruptiva como modelo de negocio, que es adoptado por otras empresas como Airbnb para servicios de alojamiento (con un sistema similar al de Uber, de libre intercambio entre oferta y demanda), e incluso Netflix como plataforma de streaming para ver series y películas, que está poniendo en jaque a la televisión, tanto abierta como de cable. Estos nuevos servicios se consideran disruptivos porque están configurando una nueva oferta de valor que brinda una compañía que no es líder en el mercado en el momento de su irrupción, pero que ofrece prestaciones que resultan atractivas para el consumidor final. El caso de innovaciones disruptivas como Uber han instalado el término “uberización de la economía” para hacer referencia al nuevo paradigma emergente de economía colaborativa donde los usuarios (oferentes y demandantes) interactúan —de forma directa y sin otros intermediarios— a través de una aplicación o una plataforma en línea para intercambiar productos y servicios. Netflix, por su parte, ha cambiado el paradigma de ver series y películas instalando una nueva forma de visionado del tipo “maratón” o binge-watching, que es posible gracias a la estrategia de esta plataforma de estrenar en un mismo día la temporada completa de sus series originales. Esto hace que el usuario perciba al producto como algo exclusivo, pero también cambia profundamente la historia de la televisión tradicional (el consumo de televisión de forma lineal), brindando al espectador la oportunidad de administrar la visualización de la serie al ritmo que desee. Pero estos no son los únicos cambios que estamos experimentando. Según datos publicados en un informe de Business Insider, un sitio web estadounidense de noticias financieras y de negocios, para 2025 se pronostica que 55 billones de objetos cotidianos que actualmente no se conectan a internet —como heladeras, calefones, puertas e incluso inodoros— dialogarán entre sí o con sus usuarios a través de la red. Este fenómeno de Internet de las Cosas promete ser la nueva revolución y una innovación verdaderamente disruptiva comparable con la aparición de las computadoras personales o los teléfonos inteligentes. Mediante sensores, como los que hoy podemos encontrar en una aplicación móvil para medir en tiempo real cuántos pasos caminamos, se generará un cambio disruptivo en la forma de vivir y trabajar. Las
Innovaciones disruptivas como Uber han instalado el término “uberización de la economía”.
casas inteligentes (como la que podemos ver en la película de Netflix Enemigo en la red; en inglés, I. T.) o las ciudades inteligentes (smart cities) son ya una realidad. Los sensores son también los que hacen posible el desarrollo de automóviles sin conductor, una tecnología que no solo será disruptiva para la industria automotriz, sino también para la de seguros, ya que plantea nuevos interrogantes y dilemas, como por ejemplo: si un auto de Google mata a un peatón, ¿quién es el responsable? Otra tecnología disruptiva que pone en peligro a varias industrias son las impresoras 3D. Cuando aparecieron por primera vez parecían destinadas a ser una herramienta de entretenimiento para que los usuarios que pudieran pagarlas fabricaran llaveros u objetos de decoración. Hoy ya hay dentistas que hacen piezas en el momento en su consultorio, y se elaboran toda clase de accesorios, partes de automóviles o aviones, hasta órganos y prótesis, solo por mencionar algunos casos. Desde el campo del entretenimiento surgen nuevas propuestas que desafían nuestros sentidos: la RV y la RA. En este nuevo mundo existen aplicaciones para teléfonos móviles como Pokémon GO, que nos invita a buscar Pokémon en diferentes puntos de la ciudad, o cascos y gafas que tienen la capacidad para estimularnos y engañarnos a través de un sistema de simulación que permite explorar, visualizar y manipular imágenes en tiempo real bajo y con sonidos digitales, lo que permite experimentar la sensación de presencia dentro de un entorno que en realidad es informático. Muy poco queda en estos nuevos videojuegos —que invitan a una experiencia eminentemente sensorial— de la fantasía y el ingenio que teníamos que desplegar cuando jugábamos en la computadora con el ya mítico Monkey island, un videojuego “de culto” para los que transitaron su adolescencia en los 90. Estamos en un mundo que se reinventa a sí mismo cada día porque las tecnologías disruptivas modifican profundamente los paradigmas conocidos y porque su alcance trasciende lo cotidiano e impactan de modo directo en varios ejes de nuestra vida, modificando —de manera drástica y progresiva— la forma en que nos comunicamos, producimos y trabajamos, como también aquella en que nos relacionamos con los otros y con las máquinas. Pero en este nuevo mundo existe una importante diferencia entre el ritmo en que evoluciona la tecnología y aquel en que lo hacen las organizaciones sociales, económicas o políticas. Mientras los sistemas sociales cambian incrementalmente, la tecnología se transforma de modo exponencial, creándose así una brecha entre ambos. En las últimas décadas, han sido tantos y tan variados los cambios tecnológicos y sus implicancias socioculturales que resulta fundamental repensar y analizar las consecuencias que están provocando y las superestructuras de gran escala que están afectando.
TECNOLOGÍAS QUE ESTÁN TRANSFORMANDO EL MUNDO. La virtualización y sus consecuencias sobre los territorios fortalecen las relaciones entre las tecnologías de la información y la globalización, pero también presentan nuevos desafíos. Podemos hablar de un mundo virtualizado en el sentido en que nos referimos comúnmente a la aldea global, o de “empresas virtuales” que tienen formas virtuales de organización. Para esbozar una definición de lo virtual, podemos decir que este concepto involucra espacios de almacenamiento de datos, que pueden ser compartidos y observados en tiempo real. El hecho de que la economía sea cada vez más ocupada por el campo de lo virtual es un elemento que tiene como consecuencia que muchas actividades se desarrollen electrónicamente, más allá de las delimitaciones jurídicas y políticas de los territorios. Un claro ejemplo son las redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram, entre otras, o incluso el buscador Google, todas con sede física en Estados Unidos, y por lo tanto, regidas por las leyes de ese país… pero ¿cómo se resuelve un litigio por la publicación de contenido o agravios si el demandante vive en Buenos Aires o en Tokio? Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han traído como consecuencia la virtualización, y la posibilidad de hacer uso de esta implica poseer software, hardware, infraestructura, es decir, una gran cantidad de conocimiento. Vivimos en la sociedad del conocimiento, la cual está basada en las tecnologías de la información, que hacen más competitivos a los mercados, poniendo a las empresas ante desafíos como la innovación organizacional y de productos.
Las organizaciones en la actualidad comienzan a tener estructuras en forma de red, constituyéndose virtualmente en alianzas, como su incorporación al comercio vía internet. El tamaño de los países no es tan importante. Pero la velocidad de integración y aprendizaje ha cobrado un rol fundamental. Es necesario para las empresas adaptar su infraestructura para poder acceder a los mercados globales. Tal vez una de las tecnologías disruptivas más relevantes es internet móvil, en especial por el impacto que tiene en el desarrollo de otras tecnologías disruptivas. En tan solo unos años los dispositivos portátiles habilitados para internet han pasado de ser un lujo de unos pocos a una forma de vida para más de mil millones de personas que poseen teléfonos inteligentes y tabletas. Según datos del informe anual Mobile Economy de la GSMA (Groupe Speciale Mobile Association), la institución que organiza el Mobile World Congress (MWC), al finalizar 2017 existían en el mundo 5000 millones de usuarios únicos de telefonía móvil. Pero si se toma en cuenta el número de tarjetas SIM usadas por persona (es decir que tienen más de una línea móvil registrada o poseen otros dispositivos móviles, como tabletas), la cifra se eleva a 7800 millones, superando así por primera vez la población mundial estimada en 2017 en 7600 millones de habitantes. La rápida adopción de estos dispositivos a niveles masivos ha demostrado que la tecnología de internet móvil es mucho más que otra forma de conectarse y navegar. Los dispositivos y aplicaciones móviles para casi cualquier tarea nos permiten realizar cada vez más nuestras rutinas diarias utilizando nuevas formas de entender, percibir e interactuar con el mundo. Un mismo aparato —por ejemplo, un teléfono inteligente— hoy nos
Desde el campo del entretenimiento surgen propuestas que desafían nuestros sentidos.
Las organizaciones en la actualidad comienzan a tener estructuras en forma de red.
permite mucho más que hablar por teléfono (¡aunque aún conserva esa función!), ya que podemos consultar y responder nuestro correo electrónico, comunicarnos con otros a través de aplicaciones como WhatsApp o Tinder, ver nuestra serie favorita en Netflix, pagar servicios o hacer transferencias, utilizar el GPS incorporado al teléfono para guiarnos en una ruta que no conocemos, tomar fotografías y editarlas con efectos especiales con la aplicación Snapchat, escuchar nuestra propia lista de canciones en aplicaciones como Spotify o Deezer y hasta cargar la tarjeta de transporte SUBE (Sistema Único de Boleto Electrónico) si nuestro teléfono es Android y además compatible con la aplicación. En un tiempo notablemente corto, las capacidades y posibilidades que ofrece internet móvil han modificado los usos y costumbres de millones de personas que construimos un vínculo más fuerte con nuestros teléfonos inteligentes y tabletas que con cualquier otra tecnología informática anterior. Sin embargo, el potencial completo de internet móvil aún está por desarrollarse. En primer lugar, porque los dispositivos y aplicaciones móviles están en constante evolución. Los nuevos dispositivos ahora incorporan características tales como pantallas de ultra alta definición con detección táctil precisa, potencia de procesamiento de gráficos que rivaliza con la de las consolas de juegos y nuevos tipos de sensores para captar información del entorno (como la que cuenta la cantidad de pasos que caminamos en el día).
En segundo lugar, porque si bien las redes inalámbricas 4G ofrecen velocidades cada vez más rápidas, lo que permite que pasemos sin problemas de wifi a servicios móviles de voz y datos, la llegada de 5G ofrecerá conexiones entre 100 y 1000 veces superiores (10 Gbps [gigabits por segundo]) que permitirán, por ejemplo, descargar una película en 5 segundos, así como una mejor conexión en ubicaciones muy exigentes de alta movilidad, como en el interior de los trenes, subterráneos o grandes núcleos urbanos, lo que resulta fundamental para el desarrollo de ciudades inteligentes. Para 2025 se espera que más de 9000 millones de personas en todo el mundo tengan por lo menos un dispositivo móvil, de los cuales 2000 millones serán individuos que viven en países en desarrollo que tendrán acceso a internet de manera personal a través de sus dispositivos móviles. Esta población que ha quedado fuera del sistema de internet hasta ahora podrá beneficiarse de internet móvil para mejorar el acceso a la educación, la atención médica y los servicios gubernamentales en línea. El desarrollo de internet móvil ha hecho posible otros desarrollos disruptivos como IoT, que incorpora sensores y actuadores —es decir, dispositivos para captar el entorno y ejecutar acciones, respectivamente— en máquinas y otros objetos físicos para integrarlos al mundo conectado. Diferentes objetos y dispositivos pueden equiparse con sensores y actuadores y conectarse a través de internet para monitorear su entorno, comunicar sobre su estado, recibir instrucciones y tomar decisiones en función de la información que reciben. Incluso las personas pueden estar equipadas con sensores para rastrear, por ejemplo, su estado de salud.
Desde la medición de la humedad en un campo de cultivos, o el seguimiento del flujo de agua a través de tuberías de servicios públicos, hasta automóviles sin conductor o en modo de piloto automático, o luces que se encienden solo cuando detectan que alguien ha ingresado a la habitación, o un lavarropas con wifi que podemos programar desde la oficina, todo eso y mucho más es IoT. Pero no solo internet móvil contribuyó al desarrollo de IoT; varios avances tecnológicos están mejorando la efectividad de las aplicaciones de IoT, al mismo tiempo que se reducen los costos de fabricación de estas tecnologías. Por ejemplo, el precio de las etiquetas y sensores RFID (identificación por radiofrecuencia) viene cayendo año tras año, y lo mismo sucede con los precios de los sensores. Esto permite su integración en más dispositivos físicos, habilitando su funcionamiento sin supervisión durante períodos más prolongados.
* EMPRESARIO argentino y comunicador tech. Autor de "Las siete revoluciones tecnológicas que transformarán nuestra vida"