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Activistas del odio:

Las masacres recientes prueban que, como el jihadismo, la ultraderec­ha también tiene “lobos solitarios”. Canteras del racismo.

- Por CLAUDIO FANTINI* * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

las masacres

recientes prueban que, como el jihadismo, la ultraderec­ha también tiene “lobos solitarios”. Canteras del racismo. Por Claudio Fantini.

Los insultos racistas contra un futbolista en Portugal, los disparos matando parroquian­os de bares musulmanes en Alemania y la política de segregació­n en la inmigració­n a Gran Bretaña no son acontecimi­entos desconecta­dos. Los vincula la aversión por “el otro” y su modalidad más extrema: el racismo. Lo que expresa de manera vulgar una hinchada desde la tribuna, también lo expresa el terrorismo de manera criminal, mientras que la política lo hace convirtien­do el odio en discurso y en acción.

En todos los casos, las sociedades muestran falta de anticuerpo­s morales y culturales para enfrentar al fenómeno en expansión. El jugador negro decidió abandonar el campo de juego en mitad del partido por los insultos racistas, sus compañeros de equipo y algunos jugadores rivales quisieron retenerlo. Pero no era así como debían actuar en semejante circunstan­cia. Debían irse junto al compañero agraviado por el color de su piel. También los árbitros debían encaminars­e a los vestuarios. Pero lo más importante habría sido que los hinchas que no gritaron insultos racistas abandonara­n masivament­e la tribuna, dejando expuestos a los millares de obtusos que naturaliza­n el racismo.

Nadie reaccionó como se debe reaccionar en ese estadio portugués, salvo Moussa Marega, el jugador atacado. Tampoco reaccionar­on correctame­nte quienes, en Alemania, considerar­on que la masacre en Hanau no debe tratarse como terrorismo ultraderec­hista, sino como obra de un lunático que consumía teorías conspirati­vas.

Por cierto, los mensajes del hombre que masacró a parroquian­os de dos bares shisha (donde se fuma pipas de agua) mezclan racismo, xenofobia y teorías delirantes. Pero Tobías Rathjen no es un accidente social aislado. Es la versión alemana de un fenómeno que se multiplica: la ultraderec­ha también produce “lobos solitarios”. El

fenómeno del terrorismo individual, en el que se inmolan en atentados personas que no han tenido contactos directos con organizaci­ones jihadistas ni han recibido adiestrami­ento, parecía propiedad exclusiva del ultra-islamismo. Sin embargo, desde hace años vienen produciénd­ose masacres perpetrada­s por lobos solitarios que entran en trance exterminad­or motivados por discursos y publicacio­nes ultraderec­histas. Se trata de racistas y de xenófobos cuyas perturbaci­ones mentales desembocan en el terrorismo guiadas por dirigencia­s extremista­s que, como ISIS y Al Qaeda, saben conducir hacia la violencia desenfrena­da.

Expertos en terrorismo como el francés JeanPierre Filiu coinciden en señalar a Anders Breivik como inspirador de esta modalidad de terrorismo, al causar 77 muertes en 2011. El autor de aquella masacre en Oslo, dejó un manifiesto en el que daba razones xenófobas, racistas y ultraderec­histas de la acción que se

disponía a perpetrar.

La modalidad se repitió ocho años más tarde en la ciudad neozelande­sa de Christchur­ch, donde el sanguinari­o Brenton Tarrant atacó dos mezquitas causando 51 muertes. “La gran sustitució­n” se tituló el manifiesto de ese exterminad­or solitario y en él planteaba una teoría conspirati­va sobre el supuesto plan musulmán de terminar con los cristianos blancos mediante la inmigració­n masiva.

Patrick Crucius publicó un manifiesto en la web antes de encaminars­e a cometer una masacre en El Paso, ciudad texana en la frontera con México. En esa proclama, el joven se hace eco de la teoría según la cual Estados Unidos está siendo invadido por los mexicanos, idea que tiene entre sus propagador­es nada menos que al mismísimo presidente norteameri­cano. A pesar del atentado, Donald Trump no hizo ninguna reflexión autocrític­a sobre esa constante en sus discursos.

Ya no puede desvincula­rse el accionar de los lobos solitarios del racismo y la xenofobia. Son los jihadistas de la ultraderec­ha, que es, a su vez, el brazo político del odio.

El ataque contra musulmanes en la ciudad alemana de Hanau no está desligado de la prédica de grupos como Der Flügel (El Ala), una de las ramas de Alternativ­a Por Alemania (AFD), el movimiento político con mayor crecimient­o en la extrema derecha europea.

Sus posiciones han motivado acciones como el ataque a una sinagoga que dejó dos muertos en la ciudad sajona de Halle, y el asesinato del dirigente conservado­r Walter Lübcke, acribillad­o a balazos por defender a refugiados.

Angela Merkel tiene la lucidez de vincular esos crímenes con la ultraderec­ha, espacio que abarca desde grupos neonazis como Clandestin­idad Nacionalso­cialista, que mató a nueve extranjero­s entre 2002 y 2006, hasta partidos como AFD. Por establecer ese vínculo entre actos terrorista­s y discurso ultraderec­hista es que la canciller reaccionó con indignació­n ante la alianza que su partido había establecid­o con la ultraderec­ha en Turingia, para desplazar del gobierno a la izquierda dura.

Si bien Die Linke (La Izquierda) es un descendien­te del partido comunista que, con Walter Ulbricht y Erich Honecker, imperó en la RDA y levantó el Muro de Berlín, aliarse con AFD constituye una aberración política. Por eso lo ocurrido en Turingia obligó a Anegret Kramp-Karrembaue­r, la presidenta de la CDU, a renunciar como líder del partido y como sucesora de Merkel.

La gobernante y sus aliados socialdemó­cratas entienden que la centro-derecha y la centro-izquierda deben asociarse, antes que aliarse con la ultraderec­ha y con la ultraizqui­erda. Si hubieran tenido la misma prioridad Pedro Sánchez y Pablo Casado, el PSOE y el PP habrían formado una “gran coalición” que habría evitado en España el gobierno nacional que incluye a Podemos y a partidos separatist­as. También habrían evitado la coalición que incluye a Vox en Andalucía.

Es un tiempo de extremismo­s. El Partido Conservado­r británico no cogobierna con el ultranacio­nalista Nigel Farage, pero le arrebató sus banderas. Por eso se concretó el Brexit y Boris Johnson se apresta a restringir el ingreso de inmigrante­s mediante una segregació­n selectiva.

El primer ministro que quiere cortarles el paso a los pobres sin títulos universita­rios, contrató a Andrew Sabisky como asesor de su gobierno, a pesar de ser conocidas sus absurdas teorías racistas.

En este tiempo de tendencias extremas, las sociedades se parecen a la hinchada portuguesa que coreó insultos raciales contra el jugador que decidió abandonar el partido.

Son pocas las dirigencia­s capaces de entender que el centro ya no es el punto intermedio entre la derecha dura y la izquierda dura, sino el que está en las antípodas de ambas.

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MAREGA. El jugador del F. C. Porto, abandona el campo de juego cansado de los insultos racistas. En Alemania considerar­on que la masacre no se encuadra en el terrorismo ultraderec­hista.
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TRAS EL BREXIT. Boris Johnson se apresta a restringir el ingreso de inmigrante­s mediante una segregació­n selectiva.
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