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Los incendios de Alberto: aprovecha la pandemia para fortalecer su liderazgo regional y deja un tendal de problemas internacio­nales. La arenga en el Grupo de Puebla.

El Presidente suma conflictos internacio­nales por su estilo provocador. Las reacciones de Suecia y Chile. El Grupo de Puebla.

- DANIELA GIAN @adanielagi­an

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a una notebook, Alberto Fernández recorre América latina como un predicador de la unidad. Dice que no quiere ser ejemplo, pero recomienda a dirigentes chilenos y colombiano­s seguir los pasos de España y Argentina para derrotar a “la derecha conservado­ra”. También pide vencerla en Bolivia, en Ecuador y “en todos lados”.

La arenga a las fuerzas progresist­as del continente sucede durante una reunión del Grupo de Puebla, que intenta recrear la Unasur de los tiempos kirchneris­tas. Presencian la “clase virtual” de Fernández los ex presidente­s “Pepe” Mujica, Evo Morales, Rafael Correa y Lula Da Silva. Alberto es el primero en hablar y el único con poder real del grupo.

Respaldado por los momentáneo­s buenos resultados sanitarios, llama a aprovechar la “gran oportunida­d” que ofrece la crisis mundial de la pandemia para “construir otra lógica”. Y se dice a sí mismo “el discípulo de Pepe Mujica”.

Uno de los funcionari­os del Frente de Todos que mejor lo conoce asegura que “Alberto juega a ser el Lula o el

Felipe González del continente”. “Se abrió ese espacio en la región y lo quiere aprovechar”, explica con lógica y una elevada pretensión.

Por eso, en el Gobierno minimizan cada conflicto internacio­nal que comienza cuando Alberto abre la boca y repiten que sus comentario­s provocador­es forman parte de una estrategia de posicionam­iento. Aunque después tengan que salir a apagar las llamas que deja en el camino.

FOCOS. La seguidilla de “incendios” internacio­nales se acentuó con la aparición del

Covid-19. Chile y Suecia fueron los últimos apuntados por el Presidente y los dos respondier­on a lo que considerar­on una agresión de la a Argentina.

“Vuelvan a unirse. Zanjen di- d ferencias para poder recuperar el poder en favor de los chilenos”, fue la frase de Alberto Fernández que el gobierno de Sebastián Piñera calificó como una “injerencia en los asuntos internos de Chile”. La dijo en una de las reuniones del Grupo de Puebla, que coordina el opositor chileno Marco Enríquez Ominami. El aliado de Alberto en su misión regional.

El cruce trasandino se transformó en un conflicto diplomátic­o que tuvieron que suavizar los cancillere­s de ambos países con diálogos acartonado­s. Felipe Solá, el bombero internacio­nal de los incendios albertista­s, ya había intentado bajar la combustión unos días atrás, cuando su amigo el Presidente comparó las cifras de contagiado­s y muertos entre ambos países y también recibió el contrafueg­o de Piñera.

“Mucho ruido y pocas nueces con Chile”, le bajan la tensión en el gabinete argentino. “Lo que pasó no afectó el vínculo real”, aseguran. De la misma manera califican lo sucedido con Suecia, cuyo gobierno le contestó a Alberto que “es difícil hacer comparacio­nes directas entre las medidas de contención que han adoptado diferentes países”. El Presidente había usado el “modelo Suecia” para explicar lo que no había que hacer para contener la pandemia. Y la prensa sueca tituló: “Suecia se usa como un ejemplo de terror en Argentina”. Nada amigable.

CENIZAS. Hay que retroceder a la campaña de 2019 para encontrar los primeros choques con Jair Bolsonaro en Brasil, que ahora acusa a Fernández de llevar a la Argentina al socialismo. Y, a diciembre pasado, para ubicar el gran incendio internacio­nal de los primeros meses albertista­s: la llegada de Evo Morales al país, refugiado tras la interrupci­ón de su mandato por la fuerza en Bolivia.

“La decisión de bancar a Evo fue el mayor problema hasta ahora porque rompió relaciones con Bolivia y generó roces con Estados Unidos”, asegura una fuente del Gobierno a NOTICIAS. La amistad que Alberto mantiene con Evo puso en riesgo el apoyo estadounid­ense en las negociacio­nes ante el FMI. Pero en la embajada argentina en el país que gobierna Donald Trump trabaja otro amigo presidenci­al para apaciguar las tensiones. Es el embajador Jorge Argüello, el único representa­nte político de la Cancillerí­a argentina que ocupa su lugar desde el día uno.

Con los países de la región, Alberto teje y desteje. Lo hizo con el Mercosur, también durante el aislamient­o: a través de Solá y el secretario de Relaciones Económicas Internacio­nales, Jorge Neme, Argentina se retiró de las negociacio­nes para acelerar la firma de un tratado de libre comercio con Corea del Sur, que beneficiab­a a Uruguay y Brasil, en detrimento de la industria nacional. La posibilida­d de romper el bloque comercial generó un gran ruido con los socios.

“No hay ni hubo ruptura”, aseguró Solá. “La decisión no es irnos, sino hacerlo más grande”, le dijo Fernández a un molesto Lacalle Pou. Y el embajador ante el Mercosur, Mariano Kestelboim, explicó la trastienda del conflicto: “Las flexibilid­ades para que cada socio del bloque tenga entendimie­ntos individual­es fueron concedidas por el gobierno de Mauricio Macri. Lamentable­mente, estas concesione­s le dieron cuerpo a una posición mucho más fuerte por parte de Brasil y del nuevo gobierno uruguayo, y también en cierta medida de Paraguay, de avanzar en acuerdos que no necesariam­ente requieran el consenso de todos”.

Por lo bajo, en el Gobierno comentan que “la estrategia de amagar con salir de la mesa de negociacio­nes sirvió”. Ahora, volvieron a discutir acuerdo por acuerdo. Y reina una nueva y tensa normalidad que, en cualquier momento, Alberto puede hacer volver para atrás.

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Grupo de Puebla, Alberto llama a derrotar a las derechas conservado­ras de la región.
ARENGA VIRTUAL. En el Grupo de Puebla, Alberto llama a derrotar a las derechas conservado­ras de la región.
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BOMBERO. Después de hablar, el Presidente envía a Felipe Solá a calmar los ánimos con los países atacados.
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