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Acerca de Firmenich

Sin autocrític­a de todos no hay unidad nacional. Una mirada sobre el protagonis­ta de la última tapa de NOTICIAS.

- Por DIEGO GUELAR* * EX EMBAJADOR argentino en EE.UU, UE, Brasil y China

En mayo de 1973 –cuando asumió la presidenci­a de la Nación Héctor J. Cámpora–, el hombre más poderoso de la Argentina era un joven de 25 años llamado Mario Firmenich. Jefe de la guerrilla más importante de Sudamérica, contaba con una “caja” millonaria en dólares –que se incrementa­ría en 1974 con el rescate de US$ 60 millones pagado por los hermanos Born–; controlaba gobiernos provincial­es muy importante­s –provincia de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza– y tenía influencia directa en varias otras –como La Rioja o Santa Cruz–; ponía a desfilar por las calles a millones de jóvenes con la vincha y brazalete de Montoneros –la llamada Juventud Peronista “Regionales”– que provenían centralmen­te de la clase media pero que integraban también miembros de origen obrero e hijos de las más encumbrada­s familias de la aristocrac­ia, la política y la intelectua­lidad argentina.

Disponía de su propia prensa, con el diario “Noticias” y el semanario “El Descamisad­o” y tenia células de su organizaci­ón en todos los canales, radios, periódicos locales y nacionales.

Cultivaba un fluido contacto con el Comandante en Jefe del Ejército, el general Jorge Carcagno, y con él acordaría el “Operativo Dorrego”, que armaría brigadas de la JP con efectivos militares para la “recuperaci­ón de zonas inundables” de la provincia de Buenos Aires. No

hay que olvidar el contexto internacio­nal. La URSS venia ganando la “Guerra Fría”. Los EE.UU habían tenido que abandonar el patrón oro, tenían una inflación que llegaría al 14% anual y estaban al borde de la derrota final en Vietnam. Los soviéticos controlaba­n el “Movimiento de No Alineados” –mayoría en la Asamblea General de las Naciones Unidas– y, en América latina, con base central en Cuba, tenían una política que venía jaqueando, desde los movimiento­s de izquierda y la insurgenci­a guerriller­a, a las muy frágiles democracia­s de la región. Con gran habilidad, Moscú instrument­aba a grupos que no le respondían (y le eran críticos) como los nacionalis­tas, los cristianos, el maoísmo y el progresism­o socialdemó­crata.

Éramos los “idiotas útiles” (yo era uno de ellos) que creíamos de buena fe estar contra “el capitalism­o salvaje norteameri­cano” y la “dictadura estatal soviética” y soñábamos con el “hombre nuevo” que iba a construir un mundo más justo.

El “Tercer Mundo” era una ficción que flotaba entre los dos contendien­tes de la Tercera Guerra Mundial que se desarrolla­ba en América latina, África, Medio Oriente y el sudeste asiático (con los soviéticos ganando).

No lo sé, y es intrascend­ente para el análisis histórico, si Firmenich era consciente del bando para el que trabajaba o era un “idiota útil” más. Pero ahí estuvo, y representó la otra cara del general Videla en una macabra operación de “pinzas” que dejó un reguero de muertos, torturados, exiliados y jóvenes que nunca pudieron rehacer sus vidas.

Su responsabi­lidad política es mucho mayor que la emergente del puñado de asesinatos que perpetró (empezando por el del general Aramburu) y dio la mejor excusa para que se encumbrara en la conducción del Estado argentino la camada de criminales más sanguinari­a de la región.

No hubo dos demonios... El terrorismo de Estado no es comparable a una banda de jóvenes equivocado­s, sin entrenamie­nto ni armamento adecuado, manipulado­s por una conducción fanática que no supo cuidar a su propia tropa y la lanzó a una “contraofen­siva” suicida.

La

dictadura le pagó bien a Firmenich. Allí está, vivito y coleando, como un jubilado más, con su esposa y sus cinco hijos vivos. Hasta se pudo dar el lujo de criar a su hijo Facundo en la certeza de que hay “asesinatos justos”. Allá él con su conciencia, si la tiene.

Su falta de autocrític­a no es la única. Las FF.AA tampoco lo hicieron, pese a haber tenido la oportunida­d de ser juzgados por jueces de la Constituci­ón (el bien intenciona­do gesto del general Martín Balza en 1989, no fue suficiente...). Pero tampoco hizo autocrític­a el general Perón sobre los “excesos antidemocr­áticos” de sus gobiernos, ni la llamada “Revolución Libertador­a” de 1955, ni los gobiernos democrátic­os que se fueron sucediendo y fracasando a repetición (en el campo económico y social).

Quizás la única excepción a destacar es la del ex presidente Duhalde que enfrentó con éxito la crisis de 2001 y “aprendió” que solo la unidad nacional nos permite enfrentar catástrofe­s mayores.

En estos tiempos de pandemia universal, recordar estos 50 años tiene que servirnos para animarnos a trabajar juntos, sin agravios e imputacion­es cruzadas, en la superación del Covid-19, la pobreza, el default, la recesión, la inflación y la crisis del Mercosur. El señor Firmenich es solo una triste muestra de nuestra frustració­n nacional y un ejemplo para no ser imitado.

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 ??  ?? FIRMENICH. La tapa de NOTICIAS, a 50 años del asesinato de Aramburu por parte de Montoneros.
FIRMENICH. La tapa de NOTICIAS, a 50 años del asesinato de Aramburu por parte de Montoneros.
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