Los malos espías de los otros
La
AFI esta semana se denunció a sí misma. La interventora de la Agencia Federal de Inteligencia, Cristina Caamaño, concurrió a la Justicia federal para acusar a la gestión de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani por hacer inteligencia ilegal durante el gobierno de Mauricio Macri. Y aportaron pruebas sobre las intervenciones a los correos electrónicos de al menos 80 damnificados, entre los que se cuentan dirigentes peronistas y sindicales, pero además referentes de Juntos por el Cambio como Mario Negri, Ernesto Sanz o Nicolás Massot, y también periodistas.
“Te escuchaban los teléfonos, te leían los mails, te apretaban con la AFIP", marcó Marcelo Tinelli desde Twitter jugando políticamente. “Para perseguir a los que pensaban distinto o a los propios que pudieran descarriarse”, agregó. Su denuncia, aunque apunta a la gestión 2015-2019, vale para los servicios de inteligencia de distintas épocas, incluidos los de la gestión kirchnerista. Gustavo Béliz, hoy secretario de Asuntos Estratégicos, dejó el gobierno de Néstor Kirchner (era ministro de Justicia) y se autoexilió tras denunciar a Jaime Stiuso de manejar, a través de la SIDE, un Ministerio de Justicia paralelo, sistema que se articulaba con una red de jueces federales y funcionales. Señalado en ese lote estuvo Rodolfo Canicoba Corral, acusado de recibir sobresueldos de la Secretaría de Inteligencia, y en camino de ser exonerado ahora por el Consejo de la Magistratura. Estas graves situaciones que hoy vuelven a ocupar la escena pública con sobreactuado asombro, remite a un déjà vu tristemente asociado a cada cambio de gestión. A fines del 2015, durante la carrera electoral, Patricia Bullrich y Laura Alonso también habían denunciado por espionaje ilegal a la AFI, en ese momento orbitada por Oscar Parrilli. Historias repetidas que parecen ya un modus operandi de los espías de estreno: una ofrenda a sus jefes con los trapos sucios de los anteriores.