LOS SUEÑOS
las ilusiones manifestadas. Sí se sabe que la señora guatemalteca, retratada junto a las mujeres de la familia y con vestimenta maya tradicional, pudo ayudar a sus “hijos que están en los Estados Unidos a pagar su deuda al coyote”. Es conocido que los “coyotes” (personas que contrabandean por plata inmigrantes ilegales desde México) no perdonan (ver trailer del film en: vimeo.com/350392414 ).
Metódico y persistente, el artista no se quedó quieto y duplicó su proyecto inicial. ¿Será porque, como todo hijo de exiliados, Weber tiene el ansia del viaje instalada en su interior? Nació en Santiago de Chile en 1968; sus padres fueron parte de la fuga de cerebros por La Noche de Bastones Largos de 1966.
COLECCIÓN DE QUIMERAS. En blanco y negro, las fotos de la serie “Un mapa de sueños latinoamericanos” (1992-2013) capturan expresiones de deseos anotadas candorosamente en pizarras sostenidas por sus autores. El conjunto de 110 magníficas fotografías vincula notablemente circunstancias privadas y reflexiones sociales. Articula un complejo cruce de emotivos repertorios íntimos y logradas memorias públicas
Los paisajes urbanos y rurales y las personas -que incluso hablan diferentes idiomasfotografiadas reflejan la diversidad cultural ancestral y la creciente brecha entre ricos y pobres de la región. Muestran la seria carencia de vivienda, las consecuencias de la violencia e insinúan el desplazamiento de los migrantes. Son un claro espejo de la realidad económica y social de la población menos favorecida de ocho países de la región: Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Guatemala, Nicaragua, México, Perú.
Entre la distancia de los sueños y la conciencia de sus límites, las fotos de Weber interpelan al espectador por su riqueza visual y por la búsqueda de un tiempo distinto.
Un lustrabotas quiere ser poeta, un trabajador rural de mediana edad quiere que su madre viva 50 años más, un grupo de chicos piden guantes de béisbol: 4 zurdos y 5 derechos. Así, las lúcidas fotografías reflejan anhelos explícitos y peticiones secretas, de algunos habitantes de la contrastante y extensa geografía del continente. Pero hay otros mensajes y representaciones que posan cuestiones menos tangibles, como la joven que vive cerca de Tijuana junto al niño y con mirada desesperanzada simplemente pide “cariño” o el inmigrante que sigue extrañando y quiere “volver a Europa” desde la Nicaragua convulsionada donde vive.
Ahí está muy seriecito el chico cubano que añora “tener felicidad para tener, para poder vivir” y la contorsionista bonaerense que arquea su cuerpo y quiere estudiar. Sí, claro, todo es político pero el deseo de los escolares en Chiapas -las chicas a cara descubierta y los varones cubiertos con pasamontañas, estilo subcomandante Marcosde tener una pistola es transparente.
Los retratados observan y son observados. Todos coinciden en la intensidad de sus miradas, que aparecen acompañando y reforzando el enunciado de sus ambiciones. Los personajes lucen distendidos frente a la cámara, en circunstancias que muestran su cotidianeidad o con disfraces que suscitan doblemente la imaginación del espectador.
Una contorsionista desea “ser abogada”. Un chico cubano busca “tener felicidad para tener, para poder vivir”. Una guatemalteca quiere “ayudar a mis hijos que están en los Estados Unidos a pagar su deuda al coyote”.
Ab., Martin Weber.