DOS PALABRAS
Una mujer cerca de Tijuana, con cara de preocupación, pide “cariño”.
Ab., los pequeños chiapanecos imitan y quieren una “pistola”.
En tanto imágenes, son una ventana abierta a la fantasía más allá de lo que comunican explícitamente. “Son imágenes para ser leídas. El detalle nos lleva a recorrer miradas, gestos del lenguaje corporal de los sujetos, sus espacios -que como escenografías están cargadas de información acerca de ellos y de sus historias-, así como las dinámicas que nos revelan, si nos permitimos leer, expresiones que los involucran y relaciones que se trasparentan”, dice Weber.
“Trabajo con una cámara de placas sobre un trípode, de la que me separo, y miro a los sujetos a los ojos, reestableciendo el valor del encuentro y la dignidad de la mirada”, señala Weber. Asoman silenciosos ruegos y reservados gestos, pero las fotos no pretenden ser una apertura al inconsciente de los otros sino un vehículo para revelar sus proposiciones. Antes, cuando el artista tenía 10 años, sus padres le regalaron su primera cámara; era una Kodak Instamatic 54 que sacaba fotos cuadradas.
“No son instantáneas, porque parten de la idea brechtiana de identificación y distanciamiento (refiere a Bertold Brecht y su teatro que “requería de un distanciamiento emocional con respecto a lo que se mostraba en la obra, para que el público pudiera reflexionar de una manera crítica y objetiva”). El uso de la pizarra como espacio de poder del retratado, donde el texto en la mayoría de los casos es de puño y letra, nos abre a un mundo y ancla la lectura de la imagen como pequeño guión. Es el puntapié inicial de mi construcción alrededor de la cual debo presentar las circunstancias en la que se encuentran y así dar valor a la distancia entre ese presente y la posible realización de cada sueño”.
Entre lo documental y la puesta en escena, el complejo y logrado trabajo de Weber despliega tanto rigor conceptual como formal, mientras registra un genuino interés y respeto por los retratados. En un trabajo de colaboración con el fotógrafo, los personajes luego de escribir “sueños” lucen distendidos frente a la cámara. Un habitante de Antioquia pide a “Mi Dios, una larga vida para ver cosas bonitas”; esta cronista quiere lo mismo.