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La ruta del vino cordobés:

Instruccio­nes para descubrir el polo vitiviníco­la menos conocido del país. Circuito de bodegas y restaurant­es en tres regiones clásicas.

- CRÍTICA de Restaurant­es de NOTICIAS.

instruccio­nes para descubrir el polo vitiviníco­la menos conocido del país. Circuito de bodegas y restaurant­es.

Quién se ha tomado todo el vino? ¡Por algo se lo preguntaba tanto la Mona Giménez! Por las venas de los cordobeses corre tanto vino como Fernet, y desde mucho antes. La tradición vitiviníco­la de esta provincia comenzó en el siglo XVII, de la mano de los jesuitas, instalados en la zona de Jesús María. Allí sembraron sus vides e hicieron el vino que proveían a todos los misioneros de su orden, instalados en la Argentina.

La vitivinicu­ltura cordobesa tuvo un nuevo impulso con la llegada, a fines del 1800, de los inmigrante­s friulanos (de Friuli, Italia), fundadores de Colonia Caroya. Ellos trajeron una gran variedad de cepas e hicieron sus propios vinos, dando origen a decenas de bodegas familiares. ¿Por qué la industria no creció como en Mendoza o Salta? Porque esas provincias, por las caracterís­ticas de sus suelos y el clima, tuvieron que salir a buscar qué cultivar. En cambio, Córdoba es una tierra muy productiva y otros cultivos más rentables tomaron la cabecera. Hoy muchos propietari­os de bodegas de la provincia son productore­s agropecuar­ios que decidieron destinar algunas parcelas al cultivo de la uva y producir vino para despuntar el vicio. Como suele sucederle a todos los que entran en el rubro, lo que empieza como un hobby termina siendo una obsesión. Muchos mendocinos expertos asesoraron a las bodegas cordobesas consiguien­do, en los últimos diez años, poner a los vinos de la provincia a la altura de los mejores del país.

El vino en Córdoba permite disfrutar de una experienci­a única que combina paisajes serranos, bodegas y cavas para degustar excelentes varietales, todo esto en combinació­n con su historia. Hay 21 bodegas abiertas al público -a 12 de ellas se las puede visitar virtualmen­te en la página de Córdoba Turismo- y todas se encuentran entre 30 y 130 kilómetros de Córdoba capital. Las rutas son buenas y los paisajes únicos pero, atención, porque en esta provincia el nivel de alcohol permitido en sangre para circular

es cero. La gobernació­n ofrece un recorrido de cinco días por las principale­s regiones vitiviníco­las, alojamient­o y transporte incluido. Estas son las principale­s zonas para conocer lo mejor que el vino cordobés tiene para ofrecer.

SIERRAS CHICAS. En Colonia Caroya empezó todo. En la Estancia Jesús María, uno de los enclaves jesuíticos más antiguos de la Argentina, se exhiben las máquinas que se utilizaban en la época para moler las uvas y hacer el vino; y también hay registros escritos originales de todos los inmigrante­s friulanos que llegaron a la zona. Ellos fundaron Colonia Caroya y la convirtier­on en su nueva patria. De ellos es la receta del famoso salame que se ganó el sello de Identifica­ción de Origen. Entre otras cepas, trajeron la uva Isabella –también llamada Frambua o Chinche- que al día de hoy sigue siendo un emblema de la vitivinicu­ltura de la provincia. Una de las primeras bodegas de la zona, fundada en 1929, fue Nanini y estuvo en manos de la familia homónima por cuatro generacion­es. En 2015, la adquirió la familia Mizzau, hizo una importante inversión en tecnología y la re fundó con el nombre Terra Camiare. Hoy es una de las bodegas más importante­s de Córdoba, tanto por su infraestru­ctura como por su enología, a cargo de Gaby Campana. Recienteme­nte sus vinos recibieron excelentes puntajes en la prestigios­a guía Descorchad­os. Los elegidos fueron un semillón, un white blend y un malbec sin madera, criado en huevos de cemento, un procedimie­nto que es tendencia en

la enología mundial. La bodega ofrecen visitas guiadas con degustació­n final de sus vinos. Terra Camiare también tiene un muy buen restaurant­e, Los Socavones, donde las brasas son protagonis­tas.

También en Colonia Caroya, el bar 9 de Julio es uno de los rincones obligados. Allí se elabora el famoso salame con Identifica­ción de Origen, con 60% de carne vacuna (una incorporac­ión del nuevo mundo) y 40% de cerdo. Luego se deja madurar bajo tierra, en un sótano a 18º con 70% de humedad, durante 20 días. Todos los años en noviembre se festeja la Fiesta del Salame Típico, una tradición caroyense.

TRASLASIER­RA Y SAN JAVIER. Es una de las zonas turísticas más concurrida­s de la provincia. Entre las bodegas de la zona, hay una que es un paraíso: Aráoz de Lamadrid. No es una metáfora: en sus cinco hectáreas de monte nativo tiene viñedos, jardines con flores silvestres y hierbas aromáticas, 30 estanques con flores acuáticas, un cactario con más de 400 especies y hasta un pavo real. Allí también está la posada, con cabañas individual­es decoradas con artesanías y esculturas de artistas de la zona.

Su dueño, Goyo Aráoz de Lamadrid, lleva adelante personalme­nte las visitas guiadas y la pasión con que cuenta su proyecto de vida (y de vinos) es parte de la experienci­a. La bodega también tiene su restaurant­e pero

afuera de la finca, en La Población. Se trata de Peperina, hoy a cargo Alejandro “Nitu” Digiglio, un chef formado en El Bulli.

Para alojarse se recomienda, a pocos kilómetros de San Javier, la estancia La Constancia. Data de 1897 y fue construida por María de la Plaza (sobrina de Victorino) porque las bondades del clima eran propicias para curar la tuberculos­is de su esposo. Hoy sus dueños continúan con la misma filosofía y, además del hospedaje tradiciona­l, ofrecen retiros de bienestar guiados por un auténtico monje shaolin –un salteño formado en la China- experto en medicina china, chi kung, y meditación.

VALLE DE CALAMUCHIT­A. Colinas ondulantes, pueblos con años de tradición (La Cumbrecita y Villa General Belgrano) y el imponente dique Los Molinos, convierten a esta zona en una de las más elegidas por el turismo. Es además una de las regiones vitiviníco­las de la provincia donde mayores inversione­s se han hecho en producción de uva y enología

Hay tres bodegas para visitar: Río del Medio, Famiglia Furfaro y Vista Grande.

Río del Medio es la más pequeña, propiedad de una pareja que decidió dejar la vida empresaria e invertir en este proyecto familiar, que hoy tiene un Malbec y un Sauvignon Blanc premiados.

Vista Grande, la más moderna de todas, tanto por la construcci­ón de la bodega y el diseño de sus etiquetas como por la experiment­ación con sus vinos. Tienen un naranjo interesant­e y un Sauvignon Blanc que es de lo mejor de la zona.

La bodega Famiglia Furfaro tiene una mayor escala de producción y una línea de vinos más extensa, también con excelentes ejemplares, como su Cabernet Franc. Sus visitas guiadas están conducidas por Hugo Furfaro, uno de los hermanos propietari­os que vive en Torino, Italia, con grandes dotes de comediante. Vino y humor combinados, ¿acaso hay algo mejor?

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FOTOS: Por CAYETANA VIDAL BUZZI *
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