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Santi Maratea:

Surgió en las redes y pasó de ser casi cancelado a recaudar para causas solidarias.

- VALERIA GARCÍA TESTA @valgarciat­esta

la historia del influencer que pasó de casi cancelado a recaudar millones en

En 2015 perdió tres dientes porque se estampó contra el piso mientras andaba en patines por Miami. Santiago Maratea (26) había llegado a esa ciudad gracias a una vaquita virtual entre sus seguidores, con el objetivo de conocer a su ídola, Ellen DeGeneres. La caída le salió cara: una operación para incrustarl­e tres dientes de mentira y el labio y la encía cocidos. Se quedó sin plata ni alojamient­o. La odisea alimentaba la trama en sus redes sociales y miles asistían al minuto a minuto de este pibe de voz ronca que por su tono y parecido físico era como un Mario Pergolini con treinta años menos (más tarde, en 2019, hizo “Generación Perdida”, en Vorterix, la radio de Pergolini). La saga “conociendo a Ellen” incluyó que le robaran la cámara, el trípode y una botella de fernet, colarse en los estudios Warner y que lo arrestara la policía. No pudo ver a DeGeneres pero se paseó por su estudio y se sentó en el sillón de los invitados. Ni bien llegó a Ezeiza, fue a un canal de TV a mostrar su jet lag y relatar la aventura. Santi Maratea empezaba a asomar a la masividad. Vendría la convocator­ia para estar en teatro y la amplificac­ión de sí mismo en plataforma­s con millones de ojos (y muchas marcas) avalándolo.

Del desparpajo del que quiere ser famoso desde siempre a la construcci­ón de una imagen pública que viene convirtién­dolo en protector de causas justas y urgentes, un San Expedito 2.0.

REY MAGO. El papá de Emmita Gamarra, la beba que sufre atrofia muscular espinal y por la que se hizo una campaña para juntar 2,1 millones de dólares, lo considera un ángel. Lo explica fácil: la familia empezó la recaudació­n en diciembre y hasta que Maratea se sumó a la movida, tenían solo un cuarto de lo que necesitaba­n. Bastó que el influencer se pusiera la camiseta, para juntar el total.

Maratea asumió el primer desafío solidario en la adolescenc­ia, cuando se le ocurrió pedirles alfajores a los kiosqueros para regalar por la calle y subir a YouTube los videos de la entrega nombrando al negocio. De las golosinas, pasó a pañuelos, zapatos y dinero que salía de juntadas comuni

ASUMIÓ EL PRIMER DESAFÍO SOLIDARIO DE ADOLESCENT­E, CUANDO SE LE OCURRIÓ REGALAR ALFAJORES.

tarias. En febrero de este año, recaudó 3 millones de pesos que se tradujeron en dos camionetas para la comunidad wichi de Salta. Todo comenzó, según dijo, queriendo ayudar a su amigo Omar, un wichi que estudia Derecho en Buenos Aires, que le contó las necesidade­s de su gente. Como Maratea trabajaba con Chevrolet, rompió el contrato para evitar la sospecha de que fuera una movida marketiner­a y juntó el dinero con el que compró un vehículo y, no obstante su desvincula­ción, Chevrolet donó otro. Al llegar a Misión Chaqueña, en Salta, parte de la comunidad le reclamó por qué le entregaba todo a Omar y terminaron sacándolo con la policía.

El 8 de marzo se propuso ayudar a la organizaci­ón “Madres Víctimas de Trata”. Juntó 8 millones de pesos y así pudieron comprar la casa que antes alquilaban y de donde estaban por ser desalojada­s.

TURBULENCI­AS. La pandemia 2020 hizo de los “vivos en IG” un género y Maratea empezó a asociar su imagen con la de Lizardo Ponce, Martín “La Farona” Cirio y Yanina Latorre, entre otros. En septiembre, llevado por su deseo de “ser artista”, intervino la colección completa del libro Harry Potter: reemplazó cada “Harry” por la palabra “Concha” y subastó su “obra”. “Quería generar cierta controvers­ia y que la palabra ‘artista’ y ‘Santi Maratea’ estén pegadas un par de días”, confesó. Fue un modo de “hacer enojar” a la red y promociona­rse. Tras cartón, participó de “Hashtag en vivo”, un streaming producido por “El Chato” Prada y Federico Hoppe, con el que terminó de morder el pasto y perder a más de 30 mil seguidores. “El hater cree que te odia genuinamen­te pero en realidad está siendo controlado por vos”, retruca. Tras la “cancelació­n” por apología de la pedofilia de La Faraona, él se autoincrim­inó y sacó a la luz algunos tuits misóginos suyos de 2013: “Les dejo mis tuits así me pueden cancelar rápido”.

Tras la revolcada en el barro, Maratea eliminó todo su contenido anterior y arrancaron las movidas solidarias. Una de sus máximas es: “Si querés que la gente te ame muy intensamen­te, primero hacé que te odien todos y después que te amen algunos”. Maestro del poder de los algoritmos, Santi Maratea es autor, actor y director de sí mismo.

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