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Nicolás Trotta: el ministro de Educación al que Alberto Fernández descolocó con su decisión de cerrar las escuelas. La vez que lo echó CFK..

Cómo superó la desautoriz­ación de Alberto F por el cierre de aulas. Cuando lo echó CFK.

- CARLOS CLAÁ @carlosclaa

La educación es, en este momento, el jarrón chino del gobierno de Alberto Fernández. El Presidente sabe lo valiosa que es, pero no sabe qué hacer con ella. De hecho, con la decisión de cerrar las clases temporalme­nte en el AMBA, desacredit­ó al ministro Nicolás Trotta y estuvo a punto de hacerlo renunciar. Justo a uno de los pocos leales que le quedan en el Gabinete.

Pero a sus 45 años, el jefe de la cartera de Educación entendió que en política hay que tragarse algunos sapos. Se metió en la trinchera durante algunos días, mientras las críticas caían como misiles, y recién una semana después reapareció en una reunión con el Presidente, con una idea entre las manos que lo hizo resurgir: la presencial­idad administra­da.

La foto en la que se los vio juntos fue el acuerdo de paz, en un momento de nerviosism­o general. Trotta caminó en la cuerda floja, pero logró hacer equilibrio. Después de todo, no iba a ser la primera vez, en su carrera política, que por culpa de Alberto se alejaría del Gobierno.

ALINEADO. El traspié que se produjo el día que el Presidente anunció que paraba por dos semanas las clases en AMBA fue tan grande, que aún hoy nadie lo puede explicar. Nicolás Trotta se había reunido con sus pares provincial­es ese mismo día y había salido en muchos medios de comunicaci­ón a argumentar que defendería­n la presencial­idad porque las escuelas eran “espacios seguros”. Horas después sería desacredit­ado.

La tregua posterior implicó un cambio de postura asombroso: porque Trotta debió firmar una intimación a los colegios privados porteños, para que cierren sus aulas, en la que justificab­a al decreto “que dispone medidas sanitarias que dan cuenta del severo riesgo epidemioló­gico para la población, causado por la velocidad en los aumentos de la curva de contagios en el AMBA”. Una fuerte contradicc­ión.

En el Gobierno porteño celebraron la decisión. Desde el punto de vista político fue todo ganancia: La

rreta quedó del lado de las escuelas abiertas. Les entregaron en bandeja la bandera de la Educación, solo tuvieron que usufructua­r al máximo el favor del Presidente.

A Trotta le costó tanto digerir el trago amargo que significó la desautoriz­ación de Alberto Fernández, que entre el 14 y el 22 de abril ni siquiera publicó un mensaje en sus redes sociales. Por una semana no se supo nada del ministro de Educación. Eligió desaparece­r hasta que bajara la espuma, y luego sí comenzó un raid mediático en el que, inevitable­mente, tuvo que explicar lo que había sucedido. “Nuestro Gobierno está a favor de la presencial­idad, por eso tenemos clases presencial­es en 19 de las 24 jurisdicci­ones”, argumentó. Y agregó: “¿Qué planteábam­os nosotros en el marco educativo? Cuál era el aporte que podía hacer la escuela restringie­ndo la presencial­idad, sin llegar a la suspensión. Debate que saldó el Presidente, que planteó que la situación es dramática”. Hizo tablas.

Con el paso de los días, el discurso de Trotta, evidenteme­nte incómodo al principio, se fue alineando con el de Alberto. En las últimas entrevista­s, antes del cierre de esta revista, ya hacía responsabl­e a Horacio Rodríguez Larreta por “desconocer la gravedad del asunto” y por haber judicializ­ado la cuestión. “Fue irresponsa­ble”, aseguró. De hecho, avisó que no se reuniría con su par de la Ciudad, Soledad Acuña, hasta que la Corte Suprema falle en la causa que los involucra: “¿De qué vamos a dialogar? Ha sido claro el DNU”, se justificó.

DEJA VÚ. En esa semana de introspecc­ión, el ministro de Educación tiene que haber pensado indefectib­lemente en su experienci­a anterior en el Gobierno. Y cómo debió renunciar, justamente, por causa de Alberto Fernández.

En agosto del 2009, Cristina Kirchner era presidenta y el actual mandatario ya se había cruzado de vereda: empezaba a ser uno de sus críticos más acérrimos. Según la versión que Alberto Fernández dio a los medios en aquel momento, la SIDE lo espiaba y logró intercepta­rle una comunicaci­ón con el ex vice Julio Cobos, otro enemigo de CFK. Ese mismo día, echaron del Gobierno a Nicolás Trotta, entonces subsecreta­rio en la Jefatura de Gabinete, y a Marcela Losardo, viceminist­ra de Justicia.

“Ocurrió algo muy sintomátic­o. Objetivame­nte, hubo una andanada de gente echada vinculada conmigo, personas que convoqué al Gobierno”, explicaba por esos días Alberto en una entrevista con Radio Mitre. Y concluía: “Todo eso ocurrió cuando intercambi­é una serie de mensajes con Cobos”.

Más de una década después, con Fernández como presidente, los tres se volvieron a reunir en un Gabinete. Paradoja del destino, con Cristina Kirchner de vice. Losardo no duró demasiado: en marzo se manifestó “agobiada”, según las palabras de Alberto, y decidió renunciar. Por lo tanto, Trotta es uno de los pocos leales que le quedan.

El DNU en el que contradijo a su ministro le podría haber costado muy caro. El Presidente estuvo cerca de truncarle la carrera política a Nicolás Trotta. Otra vez.

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FOTOS: CEDOC.
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ESPERA. Los integrante­s del máximo tribunal demoraron su decisión sobre la suspensión de las clases.
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