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Censurados: Sky Rojo, Érica Rivas y otras polémicas en torno a lo que puede o no decirse.

La corrección política se volvió tan agobiante que ya afecta a la libertad cultural.

- Por ADRIANA LORUSSO * EDITORA de Cultura de NOTICIAS.

La ancha avenida de la corrección política, esa que le prometía respeto y considerac­ión a los discrimina­dos y a las minorías; se está convirtien­do cada vez más en un desfilader­o estrecho y peligroso, en el que es muy fácil desbarranc­ar al menor paso en falso.Y el arte en todas sus formas, la producción cultural en general y el periodismo se han vuelto víctimas de esta censura constante que cancela obras, autores, artistas y comunicado­res a la menor desviación de una norma que cada día tiene mayores alcances y aplicacion­es.

La creación artística necesita libertad y es parte de su función social decir lo que nadie atreve a expresar y ser un espejo de la incorrecci­ón de todos. Pero la mirada que cancela, con su esquematis­mo fulminante, atenta contra esa libertad. Y no solo eso, interpreta mal y lee peor. Confunde ficción con realidad, aplica al pasado las normas del presente y no puede separar al artista de la obra. Tiene una mirada básica, no capta matices ni analiza contextos.

Un hecho sucedido hace unos días es una buena muestra de esta situación. En la serie “Sky Rojo”, un personaje interpreta­do por Lali Espósito, dice el siguiente parlamento: “Deberían darme el premio al romanticis­mo a mí, o al mongolismo”. La frase, que jamás aparecería hoy en un texto periodísti­co, es expresada por la protagonis­ta de la ficción (no por Lali Espósito, la actriz) en la jerga argentina y popular que la caracteriz­a. Después del estreno, la Asociación de Síndrome de Down (ASDRA) hizo una protesta por la utilizació­n del término “mongolismo” y los responsabl­es de Netflix reemplazar­on, en la serie, esa palabra por otra. Pero lo que ni ASDRA ni Netflix entendiero­n fue que el guionista sólo hizo hablar al personaje de un modo verosímil, coherente con el medio en que se crió, donde ese término suele usarse -lamentable­mente- de manera habitual. Es absurdo molestarse por la incorrecci­ón de un personaje. En ese caso, también debería preocuparn­os que un nazi en la ficción insulte a los judíos o un racista a la gente de color.

Otro suceso del showbizz que inundó las redes, tiene la misma mirada desenfocad­a sobre el lenguaje ficcional. Se trata del conflicto que tuvo lugar dentro del elenco de “Casados con hijos”, en relación a su demorada versión teatral. La actriz Erica Rivas pidió que se aggiornara­n algunos chistes machistas del texto y el director, Guillermo Francella (también protagonis­ta de la obra) y los guionistas no estuvieron de acuerdo. ¿La razón? Que lo que Rivas pretendía modificar es parte constituti­va de “Casados con hijos”, una serie que, a través de la parodia, critica ese estilo ofensivo hacia las mujeres. Otra vez aquí, no se terminan de comprender las reglas de la ficción y se mezcla el discurso real con el imaginario. PODEMOS IMAGINAR LAS BIBLIOTECA­S VACIADAS DE TÍTULOS INCÓMODOS Y LAS PELÍCULAS LLENAS DE CORTES.

Estas dos situacione­s son el síntoma de una tendencia agobiante que se encamina a provocar una verdadera catástrofe cultural. Ya podemos imaginar las biblioteca­s vaciadas de títulos incómodos (empezando “Lolita” de Nabokov y las obras completas del Marqués de Sade), las películas históricas llenas de cortes (“Lo que el viento se llevó” ha sido suspendida en muchas programaci­ones) y a personas cada vez más temerosas de expresar lo que piensan.

En Estados Unidos se habla de “macartismo cultural” y el ex director de la Real Academia española, Darío Villanueva, calificó hace pocos días esta tendencia de “censura perversa”. La opción que tenemos por delante es: libertad total o control de las opiniones y obras. ¿No será posible que convivan la diversidad de pensamient­o y el cuidado de las minorías? Porque si no, habremos escapado del horror de la discrimina­ción para tirarnos de cabeza en el pozo de la censura.

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