Gabriel Cartaña: el psicólogo y panelista de Bendita lanzó su segundo libro “Qué digo cuando digo te amo”. La rebeldía ante la doble moral.
El psicólogo y panelista de Bendita lanzó su segundo libro “Qué digo cuando digo te amo”. La rebeldía ante la doble moral.
Gabriel Cartañá abre los brazos y mira al cielo. Tiene el pelo como pollo mojado y la ropa chorreando bajo el aguacero que reventó en medio de la sesión de fotos. La cámara lo inmortaliza empapado y sonriente. Eso es lo que él jura que hubiera propuesto hacer, pero se quedó con las ganas porque la producción terminó cinco minutos antes del chaparrón. “Me hubiera animado sin drama, hubieran quedado unas fotos originales, total después me cambiaba”, asegura. Es lo primero que dice el psicólogo y panelista de “Bendita” (Canal 9), ladero de Beto Casella en radio Continental y autor de “Qué digo cuando digo te amo” (Hojas del Sur). No le escapa a los lugares incómodos, los elige. Entonces, tiremos del hilo.
NOTICIAS: ¿Siempre es de animarse?
Gabriel Cartañá: Sí, no tolero tener que decirme “¿y si lo hubiera intentado?”. Mira, cuando yo tenía 16 años, vivía en Venezuela y tenía una novia de 18. Quedó embarazada, por eso tengo una hija de 34 (Evelyn). Decidí que la mejor manera de afrontar la situación era casándonos. Dos días antes de la boda, una psicóloga me dijo que no me case porque ni yo ni ella teníamos la madurez necesaria. Y le contesté: “Probablemente tenés razón, pero lo quiero averiguar yo. No quiero llegar a los 50, mirar para atrás y preguntarme qué hubiera pasado si lo hubiera intentado”. Y lo intenté. Me casé, duramos un año y medio pero te puedo garantizar que yo puse todo de mí y ella también. Si le hubiera hecho caso a la psicóloga, hoy te diría “no sé qué hubiera sido de mi vida si lo hubiera intentado”. Todo en mi vida lo intento, algunas cosas funcionan y otras no.
NOTICIAS: Ese chico de 16, siguió el mandato de la época.
Cartañá: Había una doble moral, hoy esos parámetros han cambiado. Y la doble moral era: “Te tenés que hacer cargo”, pero el 90% se borraba. Yo era la conversación de sobremesa en la familia de mis amigos, si ellos se mandaban alguna macana, la amenaza era “vas a terminar como el pibe”, yo era “el pibe” porque era argentino. Y yo decía: “Dejé embarazada a mi novia pero acá estoy, casado, trabajando, tratando de terminar el secundario. No digo que me den un diploma pero no me pongan como el mal ejemplo”. Y me ponían como el ejemplo a no seguir.
NOTICIAS: ¿Qué le pasa cuando intenta algo y no resulta?
Cartañá: No, es que ese es el tema, nunca no resulta. Porque lográs lo que querías o sabés que no podías lograrlo. Te voy a poner un ejemplo.
Entonces cuenta que hace tres años se propuso hacer un programa que mostrara nueve sesiones psicológicas reales, de gente a la que había seleccionado en un casting de entre 400 dispuestos a tener una primera consulta gratuita siendo filmados. Fueron seis meses, con 25 personas detrás de cámara, grabación y edición. El proyecto le llevó los ahorros de dos años, pero quedó ahí. No pudo venderlo a ningún canal. “No fue un fracaso porque averigüé que no iba a ser un programa”, afirma.
NOTICIAS: ¿Qué de lo que averiguó en sus 50 años fue lo más costoso?
Cartañá: (piensa) Y, una ruptura romántica, sabía que había muchas probabilidades de que no funcionara, (se corrige) no una, en general. Me
he enamorado fuertemente cuatro veces y las cuatro fui dejado. Sabía que me iba a costar mucho salir de esos amores pero quería averiguar si podían ser para siempre.
NOTICIAS: En el libro habla de que dentro de una relación de pareja, nos (des)enganchamos de la versión de nosotros mismos. Si las cuatro veces en las que se enamoró, lo abandonaron, ¿nunca dejó de satisfacerle su versión de sí?
Cartañá: Nunca. Pero por x o por b… voy a decirte algo que no debería: creo que lo que a ellas no les gustaba es que al lado mío no eran necesarias, porque soy muy autosuficiente. Yo no las necesitaba, las elegía.
Nació en Venezuela, sus padres se separaron y se radicó a los tres años en Argentina con su madre. Pero a los 15, era un indomable y su mamá lo mandó con su padre. “Viejo, quiero volver a Argentina. O me subís al avión ahora por las buenas o te garantizo que en cuatro meses lo hacés por las malas porque va a ser imposible la convivencia conmigo”, le dijo en cuanto llegó. A los seis meses, el hombre tiró la toalla y no lo aguantó más, decidió regresarlo, pero él ya estaba de novio con quien fue la madre de su primera hija y se fue a vivir con ella. Otra postal de su insolencia: su primer trabajo, fue en un local de comida rápida, donde lo habían tomado gracias a que Don Cartañá asesoraba jurídicamente a la empresa. Pero, en medio del festejo por la inauguración, el pibe de 15 le contestó de muy mal modo al CEO de Latinoamérica y lo despidieron. Después su papá intercedió y tuvo otra oportunidad. “Aprendí que a los jefes no hay que hablarles mal aunque tengas razón”, cuenta. NOTICIAS: ¡Cuánta rebeldía!
Cartañá: Toda mi vida he tenido rebeldía frente a la doble moral, pero he tenido mi propia moral. Todo lo que haga es siempre pensando en no lastimar a nadie.
NOTICIAS: ¿Esa adolescencia furiosa tendrá que ver con lo que vivía internamente? Porque dice que desde los 14 a los 18 culpó al que usted había sido a los 13, cuando un preceptor lo abusó.
Cartañá: Sí, abusó de mí en primer año y nunca se lo conté a mi madre. Durante mucho tiempo lo culpé al de 13 por dejarse abusar, hasta que entendí que hizo lo que pudo pero
después empecé a culpar al de 14 por culpar al de 13. Pero la rebeldía la atribuyo a que vengo de una familia rebelde. Militaba en el partido peronista y en el centro de estudiantes y mi madre siempre me dijo: “Si querés militar estás obligado a ser el mejor alumno porque es la única manera de que no te acusen de que lo hacés para no estudiar”.
NOTICIAS: Volvió a la Argentina a los 18, por la salud de ella, ¿cierto?
Cartañá: Mi madre tuvo cáncer dos años mientras yo estaba en Venezuela y nunca lo supe porque pidió expresamente que no me lo dijeran. Mi hermano me llamó un día y me dijo: “Venite porque mamá está muriéndose”. Y ya me quedé.
NOTICIAS: ¿Qué pasó con su hija, mantuvo el vínculo?
Cartañá: No, no lo mantuve, no construí un vínculo muy fuerte, era todo muy distante y así fue. NOTICIAS: ¿Y así es?
Cartañá: Sí, y así es. Respeto su decisión de querer mantener la distancia, es una mujer adulta. Mi hija menor (Athina,
17) me ha preguntado por qué no soy más insistente y yo le digo que porque Evelyn tomó una decisión y, me guste o no, debo respetarla. Ella sabe que yo estoy.
NOTICIAS: Un día se animó a la sugerencia de Beto Casella y enfrentó una cámara. ¿Cómo se transformó a partir de la mediatización?
Cartañá: Mi exposición modificó a mi entorno pero no a mí. Puertas afuera me tengo que cuidar porque puede aparecer el: “¡Mirá, él se cree que porque es famoso puede hacer lo que no debe!”. Para evitar eso, que es más paranoia mía sobre que los demás piensen que yo me estoy aprovechando de la fama, soy mejor ciudadano de lo que era. Ahora, puertas adentro, desde el primer día digo que la exposición o la fama es una prostituta que miente muy bien, no hay que creerle. La prostituta le dice al
cliente que lo está pasando maravilloso y no la está pasando maravilloso, es parte de su trabajo decirlo, pero algunos lo creen.
NOTICIAS: ¿Qué le dice la fama al oído?
Cartañá: Que sos maravilloso, que sos un genio y no lo sos. La gente ve que un señor canoso hablando sobre conducta humana, pero no me ve enojado, ni en mis miserias porque no se las ando contando.
NOTICIAS: ¿El mediático le trajo beneficios al profesional?
Cartañá: Cuando Beto me empezó a insistir, me decía que me iba a llenar de clientes. ¡Pero yo ya tenía todos los que podía atender! La diferencia es que ahora vienen con expectativas y tengo que estar a la altura y no siempre es así, porque tengo malas noticias, ¡no soy un genio!
NOTICIAS: En medio de la pandemia, con esta intensidad de mensajes cruzados y falta de certezas…
Cartañá: (interrumpe) También hay mensajes unívocos: estamos viviendo un período de peligro.
NOTICIAS: Ante ese peligro, la ansiedad y la angustia que genera, ¿cómo graduar el miedo para que no se transforme en pánico?
Cartañá: La falta de miedo nos convierte en audaces e irresponsables; el exceso, en fóbicos. Hay que ser rígidamente flexible, tenemos que ir midiendo situación por situación y entender que lo que funciona acá, puede no hacerlo allá y lo de hoy puede no hacerlo mañana. Este año nos agarra además de asustados, cansados. La garantía es que esto se va a terminar, lo que no sabemos es cuándo. Creí que para esta época iba a estar resuelto porque pensé que los grandes laboratorios liberarían sus fórmulas. Resulta que no. Está el planeta acuarentenado y el mercado ni siquiera se conmovió, produjo la vacuna y salió a venderla y a seguir llenándose de oro cuando pudo haber dicho “esta ronda la paga la casa”.
Me he enamorado fuertemente cuatro veces y las cuatro fui dejado. Sabía que me iba a costar mucho salir de esos amores pero quería averiguar si podían ser para siempre.