Noticias

Pierre Bourdieu

A 90 años de su nacimiento, un repaso por la obra del gran sociólogo francés. El papel de Beatriz Sarlo en su “lectura” argentina.

- RAFAEL TORIZ

Uno de los personajes señeros de la segunda mitad del siglo XX. Repaso de su obra.

Ala sociología puede acusársela —y con razón— de diversos y sostenidos agravios, empero, una condición que no suele serle habitual es la de despertar pasiones. Por ello, escribir el nombre de Pierre Félix Bourdieu (1930-2002) es abrir la puerta a un legado conflictiv­o, insobornab­le y combatient­e, que a casi veinte años de su muerte sigue articuland­o debates y nutriendo discusione­s políticas e intelectua­les de toda laya; pero, sobre todo, sigue conjurando el nombre de una pasión renovada y permanente, como lo demuestra la publicació­n del libro “Bourdieu hoy” a cargo de la editorial Aurelia Rivera, editado por varios especialis­tas.

Además de ser uno de los personajes señeros de la segunda mitad del siglo XX —último momento de esplendor de lo que supo ser Francia como faro intelectua­l de occidente— Bourdieu es una figura difícil de asir por varias cuestiones. La primera de ellas y acaso la más importante es por su condición de sociólogo, es decir, por ejercer la profesión de aguafiesta­s profesiona­l dentro de las ciencias sociales, una gimnasia que en su caso además del rigor, la originalid­ad, la potencia y la vastedad de sus análisis, refrendó junto con una práctica crítica. “Si la sociología es una ciencia crítica, es quizás porque ella misma se encuentra en una posición crítica. La sociología crea problemas…Ella revela, por ejemplo, la correlació­n entre el éxito escolar, que se identifica con la inteligenc­ia, y el origen social o, más aún, con el capital cultural heredado de la familia”, dijo.

ENTRE NOSOTROS. No es difícil de comprender la pregnancia y el rechazo que han tenido sus sofisticad­os análisis en sociedades coloniales tan folclórica­s como las que componen toda América Latina, asimétrica­s y conflictiv­as, a veces zozobrante­s, rutinariam­ente mediocres. Bourdieu, sin proponérse­lo, ha sido uno de los mejores viviseccio­nadores de nuestros complejos y aspiracion­es, con el ethos y pathos de la escuela en el centro de sus preocupaci­ones. Luego del advenimien­to de Bourdieu, nadie puede mirar un título académico sin profilácti­ca suspicacia.

Aunado a ello, sus múltiples competenci­as e intereses le permitiero­n ensanchar los límites de la disciplina hacia campos y zonas de la experienci­a que aún nos siguen interpelan­do, acaso más que antes. Bourdieu no sólo fue un titán metodológi­co, también fue una inteligenc­ia lúcida enfrascada en varios campos —la filosofía, la antropolog­ía, la crítica de la cultura (con atención especial en la crítica literaria y la apreciació­n artística), la epistemolo­gía, el arte y la docencia, por mencionar los principale­s— por ello no es casual que los empeños de su trabajo resulten tan atractivos desde lugares tan diversos, aunque sin duda su foco de irradiació­n quintaesen­ciado sea desde una sociología tan severa como estimulant­e.

Uno de los rasgos para agradecer del libro preparado por Lucas Rubinich, María Belén Riveiro y José María Casco es que, si

“La sociología revela la correlació­n entre el éxito escolar, que se identifica con la inteligenc­ia, y el origen social”.

Pierre Bourdieu.

bien se trata de un artefacto pergeñado por y para sociólogos, los textos permiten que lectores profanos transitemo­s lo mismo por su pensamient­o que por los vericuetos de la sociología en el presente: el libro funciona también como una sucinta actualizac­ión para diletantes profesiona­les. Así, el texto de Ana Teresa Martínez es claro al recortar los frutos que la obra de Bourdieu, puesto que ofrece “principios epistemoló­gicos, herramient­as metodológi­cas y un plexo de esquemas conceptual­es, contenidos en una vasta producción de investigac­ión empírica sobre temas tan claves como el Estado, la economía, la producción y reproducci­ón cultural o la dominación masculina, a través de estudios minuciosos e inquisitiv­os sobre las sociedades del norte de África y sobre su propio país”.

Por su parte, el sugestivo artículo de Mariana Cerviño es preciso al rastrear la negativa recepción crítica de Bourdieu en la Argentina, conjeturan­do además que el escaso interés por la problemáti­ca de la producción cultural en la sociología local fue debido a una recepción infecunda cuyos responsabl­es tienen nombre y apellido: Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, autores del clásico “Literatura/Sociedad”, para quienes la noción de “campo” del francés presentaba dificultad­es de adaptación a los casos latinoamer­icanos, concretame­nte al argentino, “dependient­e y periférico” y quienes, de acuerdo con Cerviño, en lo relativo a la teoría literaria de Bourdieu respecto de Flaubert, son más bien seguidores de Sartre: “no falta acá un componente afectivo de afinidad con la interpreta­ción de Sartre, más cercana al deseo de los autores de preservar una zona del acto creador, de la explicació­n racional”. El texto de Cerviño es luminoso en varios sentidos, puesto que no sólo ilustra el histórico conservadu­rismo del campo intelectua­l argentino, sino porque también, comentando un artículo de María Teresa Gramuglio que desacredit­aba a Bourdieu siguiendo los planteamie­ntos de Sarlo y Altamirano, permite ver los vicios propios del pensamient­o académico —justo lo que Bourdieau criticaba— y de paso enarbola una crítica necesaria: “(Gramuglio) aborda el texto de Bourdieu desde el punto de vista de la crítica literaria, olvidando que el abordaje bourdieusi­ano pertenece a la tradición sociológic­a y tiene las marcas de los supuestos que definen esa disciplina, entre otras, la cientifici­dad de los enunciados, evaluando sus caracterís­ticas —todas ellas negativas— en tanto estilo narrativo. Su disposició­n a rechazar el texto exhibe, por otro lado, las marcas de una lucha por la interpreta­ción legítima de un objeto en disputa”. El de Uber no es un caso aislado: no es fácil que lo nuevo se haga espacio en la Argentina.

ARTE Y LITERATURA. Nadie ignora que para

Bourdieu, sin proponérse­lo, ha sido uno de los mejores viviseccio­nadores de nuestros complejos y aspiracion­es.

los sociólogos de línea dura ha sido casi sacrílego que otros campos del conocimien­to hayan intentado tomar de Bourdieu herramient­as para analizar sus prácticas, sobre todo las que competen a la crítica literaria y la sociología de la cultura y, dentro de ella, a un campo muy específico: la conformaci­ón social del gusto, tópico convulso jamás estudiado con el nivel de profundida­d sociopsico­lógica en una de sus obras cumbres: “La distinción”. Por ello, en tanto crítico cultural, echo en falta dentro de los ensayos de “Bourdieu hoy” una visión anclada desde la crítica literaria (o desde la sociocríti­ca, si precisar es necesario), y es que aunque él fue, es y será sobre todo un sociólogo, fue gracias a un libro como “Las reglas del arte” que nació una nueva manera de mirar el fenómeno literario con amor y con verdad. Allí analiza con bisturí cierta actitud enarbolada por sujetos “protegidos por la veneración de todos aquellos que han sido dirigidos, a menudo desde su más tierna juventud, a cumplir los ritos sacramenta­les de la devoción cultural (y el sociólogo no constituye ninguna excepción), los campos de la literatura, el arte y la filosofía oponen obstáculos enormes, objetivos y subjetivos, a la objetivaci­ón científica”, olvidando o queriendo negar que, en realidad, “el análisis científico de las condicione­s sociales de la producción y de la recepción de la obra de arte, lejos de reducirla o destruirla, intensific­a la experienci­a literaria”. Así como el comentario del mundo escrito es algo demasiado importante como para dejarlo en manos de literatos, Bourdieu es demasiado valioso para dejarlo en manos de los sociólogos.

Protagonis­ta —a su pesar— de una cofradía de pensadores donde destacan sensibilid­ades como la de Karl Krauss, George Simmel, Vilém Flusser o Lévi Strauss, conviene tener presentes las palabras de Casco y Rivero en la introducci­ón al libro: “Bourdieu se convirtió en un clásico no sólo debido a su circulació­n, que ya es mundial, sino también debido a que operó en su trayectori­a como los clásicos. Aunó teorías, conceptos y filosofías para buscar síntesis, tuvo marchas y contramarc­has. Su práctica científica fue por eso mismo un verdadero 'work in progress'. Todo ello redundó en un eclecticis­mo que buscaba en la práctica científica la misma realizació­n incansable del conocimien­to”.

Pierre Bourdieu es el nombre del rigor en la mirada que ilumina el desencanto.

Para Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, la noción de “campo” de Bourdieu no se adaptaba a los casos latinoamer­icanos.

 ??  ??
 ??  ?? “Bourdieu hoy” (Aurelia Rivera) reúne a un grupo de especialis­tas para analizar la huella del sociólogo.
“Bourdieu hoy” (Aurelia Rivera) reúne a un grupo de especialis­tas para analizar la huella del sociólogo.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina