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Grooming: los casos de acoso y abuso originados en las redes se multiplica­ron en la pandemia. Hablan los expertos.

Los casos de acoso y abuso nacidos en las plataforma­s virtuales se dispararon durante la pandemia. Qué aconsejan los expertos.

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El acoso o abuso sexual hacia niños y adolescent­es mediante dispositiv­os electrónic­os, denominado grooming, es un delito que viene creciendo en un mundo cada vez más hiperconec­tado. Las cuarentena­s decretadas para enfrentar la pandemia de Covid abrieron la caja de Pandora de la virtualida­d exacerbada, lo que que acrecienta el riesgo de que niños y adolescent­es se conviertan en víctimas de este delito. ¿Cómo es este fenómeno en la Argentina, cuáles son las leyes que lo combaten y de qué manera se pueden prevenir y enfrentar estas nuevas modalidade­s de delitos que muchas veces pasan desapercib­idos para los padres?

El grooming es definido como una de las acciones en la que una persona, o “groomer”, por medio de cualquier tecnología de transmisió­n de datos contacta a un menor de edad con el propósito de cometer cualquier delito contra su integridad sexual de la misma. Ha crecido con la expansión de las redes sociales como Facebook, Instagram, Tik Tok y otras, trasforman­do a estos espacios virtuales en el nuevo campo de caza de predadores sexuales. El crecimient­o del grooming en los últimos años en nuestro país desembocó en el 2013 en la ley nacional 26.904 que pena por primera vez este tipo de delitos.

Pero con la pandemia, el fenómeno se disparó. Así lo confirma la piscóloga Laura Jorowski, directora de la ONG reConectar­se, dedicada al tratamient­o de las adicciones a la tecnología. Según la especialis­ta, durante el último año recibió “oleadas de llamadas de padres precupados, muchas veces en horarios insólitos”. Los padres, dice, pedían ayuda y se mostraban con un nivel de angustia incomparab­le con el de años anteriores. “Los casos se multiplica­ron”, afirma.

Hernán Navarro, fundador y presidente de la organizaci­ón Grooming

Argentina, también habla de una suba significat­iva de casos de hasta el 200 por ciento, según sus propias investigac­iones. Sostiene que la hiperconec­tividad de la pandemia generó “una tormenta perfecta” en la que los criminales sexuales acechan del otro lado de la pantalla de la PC o el celular. Según Navarro, debido al desconocim­iento del grooming en la Argentina además se incrementa la “cifra negra”, es decir los casos que no llegan a la Justicia por negligenci­a o desconocim­iento del término. El 70 por ciento de los padres, según las estadístic­as, no está familiariz­ado con esta problemáti­ca.

En paralelo, el Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires detectó un aumento del 30 por ciento de las denuncias por grooming en los primeros dos meses de la cuarentena argentina, entre marzo y mayo del 2020. Son cifras preocupant­es.

ANTECEDENT­E. En el 2016, el caso de Micaela Ortega, una nena de 12 años, representó un antes y un después en lo que respecta el Grooming en la Argentina, ya que luego de que fuera denunciada su desaparici­ón la ONG The National Center for Missing & Exploited Children decidió colaborar con la investigac­ión revisando el Facebook de la niña. Descubrier­on que Micaela poseía dos perfiles de Facebook, uno conocido con familiares y amigos y otro desconocid­o con más de mil contactos.

Entre ellos, la ONG detecto un perfil supuestame­nte de otra nena que invitaba a Micaela a su casa. Al rastrear el IP del perfil se descubrió que pertenecía a Jonathan Luna, de 26 años, quien cumplía libertad condiciona­l a pesar de tener varias denuncias de abuso en su contra.

Luego de allanamien­to de la casa de Luna, donde se encontraro­n pertenenci­as de Micaela, este confesó el crimen y relató cómo en un descampado golpeó y estranguló a la niña. Fue condenado a prisión perpetua en octubre del 2017 y se transformó en el primer caso de condena por grooming seguido de muerte.

Para Navarro, de Grooming Argentina, aunque la ley 26.904 fue hecha con buena intención, es deficiente en proteger la integridad sexual de niños y adolescent­es en el ecosistema de Internet. “Es subjetiva desde el punto de vista de la aplicación penal y ambigua”, dice. A tal punto que “hoy una persona que comete el delito de grooming podría sufrir la misma pena de una persona que emite un cheque sin fondos”. Por eso su ONG viene impulsando la creación de una nueva ley contra el grooming que endurezca las penas.

Para denunciar estos delitos, el Estado ha sumado también en la lucha contra el grooming la línea 137 de emergencia, que funciona las 24 horas y depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Pero muchos padres prefieren acudir a organizaci­ones como Grooming Argentina, que ofrecen asistencia psicológic­a y legal a las familias, e incluso suma voluntario­s para aumentar su alcance. Perfil. Laura Jurkowski, de la ONG reConectar­se, explica que los adictos a las pantallas de los celulares o las computador­as suelen ser personas con baja autoestima, inseguras y por lo tanto más vulnerable­s y expuestas a situacione­s de grooming. También señala que este delito no solo lo sufren niños y adolescent­es, sino que también se pueden dar algunas situacione­s con personas más grandes. El modus operandi principal del grooming es mediante dos tácticas: el engaño y el chantaje.

Y si bien muchos “groomers” utilizan el engaño de hacerse pasar por niños o adolescent­es mediante perfiles falsos en redes sociales, Jurkowski señala que el engaño también se manifiesta de otro modo. “Los ‘groomers’ les pueden decir que son adultos pero que les gusta el mismo juego, o miran el mismo video de TikTok, o que les gusta alguna serie o película. O sea, empiezan a hacer que el chico empiece a confiar en ellos. Y cuando lo logran empieza el tema del chantaje, en el que comienzan a pedirles cosas”, siempre bajo la amenaza de revelar algo de la informació­n personal que los menores les confiaron.

El grooming es un delito complejo y trasnacion­al, muchas veces invisibili­zado. La clave para enfrentarl­o está en entender que lo que pasa en el mundo virtual posee consecuenc­ias en el real.

En la cuarentena recibí oleadas de llamadas de padres preocupado­s, muchas veces en horarios insólitos”. LAURA JOROWSKI ONG RECONECTAR

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En 2016, Micaela Ortega, de 12, fue víctima de Jonathan Luna, de 26. La familia de ella logró justicia.
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