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SOBRE LA CÁMPORA

- Por DIEGO GENOUD * "EL *PERIODISTA, AUTOR DE PERONISMO DE CRISTINA"

Nacida en vida de Néstor Kirchner como la identidad que reunía a los hijos del poder, voraces y consentido­s, la derrota de 2015 y la intemperie que sobrevino la obligaron a mutar hacia una política de mayor cautela con el objetivo de no dañar la coalición oficialist­a ni delatar una ambición desmedida. Todos esos años les habían servido a La Cámpora para hacer un aprendizaj­e propio y para relacionar­se de una manera distinta con otros actores. Incómodos con la palabra “madurar”, sus integrante­s decían que la experienci­a había sido útil para “evoluciona­r”. Pero había algo que parecía nítido: se buscaba hacer el mayor esfuerzo para evitar que los acusaran de atentar contra el FDT y favorecer una ruptura prematura. Ese límite autoimpues­to no impidió dos constantes que se repitieron en 2020: que el resto de las organizaci­ones que integran el arco oficialist­a la siguieran viendo igual de voraz y que, ante cada funcionari­o que cae, surja enseguida un nombre de La Cámpora como potencial reemplazan­te.

Los jefes de La Cámpora trabajan contra “el peligro de la antipolíti­ca”. Son más un dique de contención que una amenaza. Elocuente, el desplazami­ento hacia el centro de la agrupación de Máximo incluye una apuesta de mediano plazo y se advierte con notable claridad en la alianza con Massa, aquel rival encarnizad­o que tuvieron a partir de 2013. Sostienen un acuerdo que trasciende las paredes del Congreso y le permite a Kirchner abrir un canal de negociació­n con el poder económico que juega asociado a Massa desde hace por lo menos una década. Se trata de un bloque empresario con intereses permanente­s: dueños de medios; pulpos del sector energético como Marcelo Mindlin, la familia Bulgheroni y Manzano; y actores del sistema financiero como el fallecido Jorge Brito.

Hasta hoy al menos, le cuesta imponerse entre los no convencido­s que la siguen viendo, en el mejor de los casos, como parte de una estructura cerrada y lejana. Junto con lo territoria­l, está pendiente la relación con el electorado que queda más allá del alto piso de adhesiones que conserva el cristinism­o, una base envidiable que, sin embargo, no alcanza para ganar elecciones. Ese es uno de los principale­s desafíos para el proyecto mayor que amasan sus dirigentes todos los días: ser ellos, alguna vez, la conducción del panperonis­mo y la cara principal del gobierno.

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LIBRO. “El peronismo de Cristina”, el último trabajo de Diego Genoud, de la Editorial Siglo XXI.

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