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Piedra libre por Uribe

El ex presidente fue el ideólogo en la militariza­ción en Chile, e influyó ahora sobre la represión de Duque en Colombia.

- Por CLAUDIO FANTINI* PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

Piedra libre por Uribe! Muchos descubrier­on al ex presidente detrás de la brutal represión en Colombia. Era visible ese poder detrás del trono que ocupa, desacomoda­do y débil, Iván Duque. La imagen atildada tras la cual siempre bullen tempestade­s, asomó en el escenario de las protestas como la sombra que guió la represión. Asomó también, de manera impúdica, su inspiració­n ideológica.

Lo que delató de inmediato la influencia sobre Alvaro Uribe en su interpreta­ción de la protesta fue el uso de un término que llevaba inexorable­mente a su autor. El líder conservado­r habló de “revolución molecular disipada”, concepto que llevó derechito a López Tapia, el entomólogo chileno que, además de investigar insectos, lucubra fórmulas para conjurar la resistenci­a social contra las políticas que favorecen a las elites económicas en detrimento de las clases medias y bajas. Alexis

López Tapia tomó y deformó el concepto con que el filósofo y psicoanali­sta francés Félix Guatteri tituló un libro, “Revolución Molecular”, en el que desentraña la potencia transforma­dora que late en grupos sociales pequeños y sectores marginados.

Al usar los conceptos y las ecuaciones políticas que usa el ideólogo ultraderec­hista, Uribe no sólo permitió entender el uso del ejército y el desenfreno represivo que se estaba aplicando en Colombia, sino también las peores decisiones de Sebastián Piñera contra las masivas manifestac­iones que estallaron en Chile en octubre de 2019.

La

ofensiva represiva y las argumentac­iones de Uribe permiten entrever la influencia del entomólogo al que se vincula con grupos neonazis, cuando Piñera mandó el ejército a reprimir lo que describió como una fuerza invasora abocada a destruir Santiago y reemplazar el modelo económico chileno por “el comunismo”.

El enfoque es el mismo. Las teorías conspirati­vas que van cobrando fuerza en gobiernos conservado­res de la región, imponen términos como “castro-chavismo” y demonizan estallidos sociales explicándo­los como obra exclusiva de “enemigos” malvados en las que se mezclan el narcotráfi­co, Cuba, las disidencia­s de las FARC, el régimen de Maduro, el ELN etcétera.

Con

esa lente, el estallido en Chile no fue la consecuenc­ia de un nivel insultante de desigualda­d, sino de un plan lucubrado en La Habana, organizado en Caracas y financiado por narcos. Del mismo modo se orquestó, según esta interpreta­ción conspirati­va usada por el uribismo, la protesta que convulsion­ó a Colombia. El problema no fue la política de Iván Duque favorecien­do a los bancos mientras las clases medias y bajas se hundían en la recesión que produjo la pandemia, sino las disidencia­s de las FARC, el ELN, el narcotráfi­co y Maduro.

Se vio caer la gota que rebasó el vaso: una reforma tributaria que, si bien incrementa­ba los impuestos a los ingresos altos, también aumentaba la carga impositiva en los ingresos medios, además de impactar sobre las clases media y baja al subir gravámenes en bienes y servicios básicos.

También está a la vista que la dimensión de la protesta fue oceánica, pero la lente ultraderec­hista lo que muestra es a los grupos violentos para denunciar una conspiraci­ón “castro-chavista” apuntada a que Colombia sea otra Venezuela.

Desde los primeros años de este siglo fueron recurrente­s las protestas en las que jóvenes de origen magrebí salían a quemar autos en las ciudades satélites de Paris. Eran la señal europea de un rasgo de este tiempo: la frustració­n de los jóvenes que carecen de horizontes.

La violencia de algunos manifestan­tes en Bogotá y en Cali puede estar ligada a este fenómeno global. Es posible también que el régimen chavista esté estirando la mano para azuzar las llamas de la protesta. Pero eso no quiere decir que hayan sido generadas por Maduro. De hecho, el régimen venezolano acusaba a Bogotá de generar las protestas que sacudieron durante meses a Venezuela. Y segurament­e el uribismo habrá hecho su aporte. Pero es la calamitosa realidad venezolana, producida principalm­ente por la ruinosa casta militar imperante, lo que causó aquellos sismos sociales aplastados por la represión chavista.

Del mismo modo, aunque haya manos ocultas del chavismo, la causa de las masivas protestas fueron los ajustes que se hicieron en plena pandemia, a contramano del mundo. Hasta un ortodoxo formado en la Escuela de Chicago como Paulo Guedes inyectó dinero en la sociedad para atenuar la recesión causada por la pandemia. En cambio Iván Duque se preocupó tanto por el equilibrio fiscal y por la sostenibil­idad de la deuda, que desató un tsunami de rechazo social. A eso le sumó la represión y la militariza­ción de las ciudades, poniendo en evidencia la gravitació­n de Uribe sobre los militares y las fuerzas de seguridad.

Como todos los discípulos del ideólogo chileno, entre los que hay funcionari­os y militares del gobierno de Sebastián Piñera, Uribe busca instaurar el estado de excepción para imponer su visión económica, llamando comunista y castro-chavista a todos los que la resistan. Lo mismo que en Cuba y Venezuela, pero con otros demonios.

Los regímenes castrista y chavista afirman que el “imperialis­mo norteameri­cano” y sus “vasallos” organizan las protestas en sus países. Son el autoritari­smo y la pavorosa incompeten­cia de sus nomenclatu­ras las que las provocan. Desde Washington y otras capitales se las ayuda, pero es la calamitosa realidad económica y el autoritari­smo de esos regímenes la causa de las manifestac­iones.

En definitiva, los autoritari­smos de izquierda y derecha buscan lo mismo: imponer su modelo de poder mediante el uso de la fuerza pública y el estado de excepción permanente que denunció Georgio Agamben.

Por la gravitació­n de su mentor, Iván Duque cometió el mismo error que había cometido Piñera, cuyo gobierno actuó frente a las protestas guiándose por el mismo ideólogo que sigue al pie de la letra Uribe. El resultado de la represión con militariza­ción fue el mismo en Chile y en Colombia: gobiernos debilitado­s y la paz social incendiada por los que apagan el fuego con nafta.

Por izquierda y por derecha, la realidad muestra que la palabra “populismo” no sirve para explicar lo que ocurre. Lo explica mejor el presidente norteameri­cano Joe Biden al afirmar que la disyuntiva en el mundo actual es democracia o autocracia.

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IDEÓLOGO. Uribe aparece detrás de Duque, pero también de las peores decisiones de Piñera contra las manifestac­iones que estallaron en Chile 2019.
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