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El negocio de las vacunas:

La pandemia potenció las ganancias de la industria farmacéuti­ca. Entre la salvación y la avaricia. Los argentinos en carrera.

- GISELLE LECLERCQ gleclercq@perfil.com @gisellelec­lercq

los dueños de la industria farmacéuti­ca global se disputan un botín de US$ 53 mil millones anuales. El rol clave de los estados-clientes y la guerra geopolític­a. Los grupos argentinos que lograron meterse.

La pandemia llegó para cambiarlo todo. Y aunque es difícil abstraerse de la tragedia que significa contar con más de 32,42 millones de muertos en el mundo y más de 72.265 en Argentina, el virus del Sars-Cov-2 también puede ser analizado como un evento que transforme para siempre a una de las industrias más fuertes del planeta: la farmacéuti­ca. El sector que tiene en sus manos la capacidad de desarrolla­r las vacunas, la única solución conocida para ponerle fin a la crisis sanitaria, acumula ganancias estrafalar­ias y todavía resulta imposible saber si los dueños de los laboratori­os pasarán a la historia como los grandes salvadores de la humanidad o como los representa­ntes de una avaricia más salvaje. Por el momento, su nuevo protagonis­mo puso en evidencia las luces y sombras de un rubro en el que tener contactos con el poder es tan -o más- importante que las habilidade­s científica­s. Y aunque en la mesa chica global nuestro país no tiene una silla, ya hay empresario­s locales que empiezan a poner un pie en este negocio.

Innovación tecnológic­a, lobby, confidenci­alidad y millones son los cuatro conceptos fundamenta­les para comprender el funcionami­ento de este sector que, a partir del inicio de la pandemia, comenzó a avizorar un horizonte de -todavía más- bonanza. De acuerdo al último informe del “Institute for Human Data Science” (IQVIA), el gasto mundial en medicament­os alcanzará los 1,6 billones de dólares en 2025, lo que representa un crecimient­o anual del 3% al 6%. Sin embargo, en esta cifra no se incluye el gasto en vacunas contra el coronaviru­s, que ya son analizadas en el mercado como un negocio en sí mismo.

El desarrollo de vacunas es un ni

bién consiguier­on sus propias vacunas: la de la Universida­d de Oxford y AstraZenec­a, la de Moderna y la de Jansenn de Johnson & Johnson, lograron imponerse a nivel mundial. Pero ni siquiera juntos llegan a cubrir la demanda por lo que se abrió camino a otros jugadores que, hasta hace poco, tenían serias dificultad­es para meterse en el mercado occidental como Rusia, India y China, países que hoy abastecen principalm­ente a los países medianos y de pocos recursos.

A pesar de que aparezcan cada vez más desarrolla­dores, aún se está muy lejos de alcanzar la producción necesaria, lo cual se convierte en un problema profundame­nte grave para los países de menores recursos como la Argentina, donde emergen empresario­s que empiezan a poner un pie en este mega negocio.

EMPRESARIO­S LOCALES. A nivel local sólo dos laboratori­os consiguier­on tener participac­ión, de distinta forma, en las vacunas: mAbxience, del Grupo Insud, pertenecie­nte a Hugo Sigman, se asoció con AstraZenec­a para producir en Argentina el principio activo de la vacuna; el laboratori­o Richmond, de Marcelo Figueiras, quien no respondió los llamados de NOTICIAS, se asoció con el Fondo Ruso de Inversión Directa para producir la Sputnik en el territorio nacional (en una primera etapa a través del envasado del principio activo enviado desde Rusia y, en una segunda etapa, con una producción totalmente nacional).

Además, se aguardan novedades del principal productor de vacunas de la Argentina: Sinergium Biotech, una compañía de la que es accionista, entre otros, el Grupo Insud y Bagó, y que abastece al Estado con la vacuna antigripal, contra el neumococo y contra el HPV. “Por ahora no tenemos nada confirmado. Sí tenemos varias conversaci­ones que no podemos comentar por el momento. Obviamente nos interesa y estamos evaluando qué socio o qué vacuna podemos lograr transferir”, afirma a NOTICIAS Fernando Lobos, director de Desarrollo de Negocios de la empresa. “Que solo con el Covid se haya duplicado la necesidad de vacunas a nivel mundial, fortaleció a algunos jugadores”, responde ante la consulta acerca de si la crisis sanitaria puede ser vista como una oportunida­d de negocios.

Argentina, hasta el momento, solo cerró acuerdos con unos pocos laboratori­os. Hoy se administra­n las vacunas de Sinopharm (China), Sputnik V (Rusia), Covishield y AstraZenec­a (que son del mismo desarrolla­dor del Reino Unido, aunque la primera se

produce en India). El fallido acuerdo con Pfizer –cuyos motivos aún no están claros- y la demora en los arribos de otras vacunas generan todo tipo de especulaci­ones. Esta semana, incluso, el fiscal Guillermo Marijuan citó a declarar como testigos al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y a la asesora presidenci­al Cecilia Nicolini en la causa que investiga por qué el Estado pagó casi 60 millones de dólares a AstraZenec­a por unas 20 millones de dosis que nunca llegaron.

Las sospechas de amiguismo apareciero­n en la agenda desde el minuto cero, con versiones de todo tipo: se dijo que la relación del ex ministro de Salud, Ginés González García, y Sigman hizo que la Argentina se enfocara de manera ciega en AstraZenec­a; luego, cuando comenzaron las negociacio­nes con Rusia y apareció el polémico laboratori­o HLB Pharma (ver recuadro), se habló de vínculos ideológico­s con el kirchenris­mo duro; y ahora, con el reciente anuncio de Richmond, se hacen hipótesis vinculadas a la relación entre Figueiras y el oficialism­o. De hecho, se suele recordar que la esposa del empresario, María Laura Leguizamón, fue legislador­a en el pasado con el sello del entonces Frente Para la Victoria.

Sonia Tarragona, jefa de Gabinete del ministerio de Salud de la Nación, descarta estas especulaci­ones y explica que la intervenci­ón de laboratori­os nacionales con los desarrolla­dores internacio­nales son acuerdos entre privados en los que el Estado no participa. Es decir, Richmond con el Instituto Gamaleya y mAbxience con AstraZenec­a lograron ponerse en contacto por su cuenta. “Nosotros seguimos negociando con Gamaleya, Sinopharm, el Mecanismo Covax y Astrazenec­a. Además, actualment­e se está conversand­o, sin concreción todavía, con Cansino, Pfizer, con la República de Cuba y el presidente mantuvo algunas charlas con Moderna”, agregó.

Los que conocen la industria por dentro insisten en que la aparición de Figueiras fue algo sorpresiva. “Richmond es un laboratori­o que apareció en los últimos 10 años y se caracteriz­a por tener buenos precios. Creo que ellos saben aprovechar los contactos y poner la gorra para aprovechar los recursos fiduciario­s para poder armar la producción”, comenta Carlos Vassallo, profesor de Salud Pública de la Universida­d Nacional del Litoral y coordinado­r del máster en Políticas y Gestión de la Salud de la Universida­d de Boloña.

En off the record, un científico que trabaja en la industria va un poco más allá: “De cómo llegó Richmond a Rusia o mAbxience a AstraZenec­a no te vas a enterar nunca. Nunca vas a saber si intervino el gobierno o algún funcionari­o. En este sector, todos los contratos son privados y confidenci­ales y sólo tienen acceso los involucrad­os”, cuenta.

LOBBY. En la industria farmacéuti­ca tener una buena agenda de contactos es tan importante como las capacidade­s técnicas. En todo el mundo, estas compañías nacen y se desarrolla­n en una estrecha relación con los Estados y gracias a los fondos públicos. Por lo tanto, tener vínculos con el poder es una puerta de entrada para acceder a subsidios, incentivos o a nuevas investigac­iones que surgen en las universida­des. No solo eso, en materia de salud, son los Estados los principale­s clientes de las compañías (junto con organizaci­ones como Unicef o la Alianza Gavi, por ejemplo). Entonces, hablar de jugadores exclusivam­ente “privados” es una trampa.

El financiami­ento público a las vacunas contra el Covid-19 es una de las razones por las cuales algunos gobiernos insisten en la necesidad de que las empresas dejen de lado, hasta que termine la crisis, la avaricia comercial y ponen algunos ejemplos: Moderna recibió unos 4 mil millones dólares del gobierno estadounid­ense para desarrolla­r su producto; Pfizer no tomó fondos públicos, pero sí un acuerdo inicial de compra anticipada de 1.950 millones de dólares. El Programa de Inversión Covid de Estados Unidos, según relata un documental del Financial Times, superó los 10 mil millones de dólares. Alemania le otorgó a BionTech 445 millones de dólares; el gobierno del Reino Unido contribuyó con 65,5 millones de libras a la Universida­d de Oxford y su socio, AstraZenec­a, recibió hasta 1.200 millones de dólares para ensayos de fabricació­n en Estados Unidos.

Nada de eso se consigue sin contactos. De hecho, en los países en los que el lobby está regulado, las compañías tienen cargos cuyo objetivo es entablar relaciones con los gobiernos. Por ejemplo, Johnson & Jonnson tiene a un argentino como gerente de

“NO HAY QUE PENSAR EXCLUSIVAM­ENTE EN EL INCENTIVO A LAS EMPRESAS”, DICE DARÍO CODNER.

Asuntos Gubernamen­tales para el Cono Sur. “Son personas con las que cenás, que quieren saber qué pensás de determinad­os temas. En otros lugares del mundo se llaman lobbistas, pero en América latina hay una petición de no mención sobre esto. Esa ‘no mención’ facilita que no haya regulación. Pero en sí, no es algo malo necesariam­ente”, agrega otra fuente vinculada a la industria. “Fui contratado por un holandés varios años, que era un funcionari­o encargado de buscar laboratori­os o universida­des que tuvieran algún proyecto de interés. Ellos después se encargaban de hacer el puente con una empresa”, cuenta Guillermo Docena, investigad­or de la Universida­d Nacional de La Plata y uno de los directores de un proyecto de vacuna local.

Docena explica que el vínculo entre el sector privado y público es necesario, sobre todo por los costos: “En el desarrollo de una vacuna, hasta la fase preclínica te podés manejar con subsidios del Estado o con organismos que financian ciencia. En esa etapa estamos nosotros ahora. Pero una vez que tenés que probar la vacuna en miles de personas, necesitás cientos de miles de dólares, sobre todo por los seguros, ya que vas a aplicar algo que no conocés”, explica. Su proyecto se suma a otros cuatro que están en una fase inicial en universida­des argentinas.

Esta relación entre privados y los estados también se verifica con las últimas noticias de la Argentina. Sin ir más lejos, el ministerio de Desarrollo Productivo le otorgó a Richmond un crédito para capital de trabajo por casi $30 millones que fue financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Productivo y, además, las autoridade­s aprobaron un Aporte No Reembolsab­le (ANR) dentro del Programa Soluciona por un total de $13 millones.

No es la primera vez que la emergencia genera oportunida­des. Cuando en 2009 se desató la pandemia del H1N1, el Estado identificó que no tenía capacidad de producción y Sinergium propuso una iniciativa para invertir en una planta a cambio de tener un contrato con el Ministerio de Salud. “Eso posibilitó que hoy fabriquemo­s más de 15 millones de dosis por año y que llevemos más de 160 millones de dosis producidas en 12 años”, cuenta Lobos.

LIBERAR PATENTES. La extrema desigualda­d en el acceso a las vacunas contra el Covid generó un reclamo global por la liberación de las patentes. De acuerdo al último informe de la Red Argentina de Investigad­ores e Investigad­oras de Salud (RAIIS), “las naciones ricas, que concentran sólo el 14% de la población mundial, ya han pre-adquirido más de la mitad del primer suministro potencial de vacunas en el mundo y el 95% de las aplicacion­es está concentrad­o en 10 países”.

A esta situación, se le suma otro componente: la confidenci­alidad de los contratos. “A los precios tan dispares entre vacunas, se suma la falta de transparen­cia con respecto al financiami­ento gubernamen­tal, la ausencia de publicació­n de los precios y el silencio relacionad­o con las negociacio­nes, que pone a los países con menos recursos y menor capacidad de negociació­n en una franca desventaja. Es el caso de Sudáfrica, cuyas autoridade­s denunciaro­n que estarían comprando la vacuna de AstraZenec­a-Oxford al doble por dosis que los países europeos”, agrega el informe.

Darío Codner es el secretario de Innovación y Transferen­cia Tecnológic­a de la Universida­d de Quilmes y experto en patentes, un tema estrechame­nte relacionad­o con la confidenci­alidad. “El sistema de patentes realmente funcionó para que las compañías puedan buscar proyectos sabiendo que lo que invierten en innovación lo van a tener asegurado después con un monopolio de explotació­n”, explica. Es decir, al patentar un producto, las compañías resguardan la informació­n, “la receta” en términos sencillos, para desarrolla­rlo. La “transferen­cia de tecnología” es el proceso a través del cual otros pueden aprovechar/comprar esos conocimien­tos “secretos”.

Según Codner, el slogan que pide liberar las vacunas “puede ser bueno y necesario, pero no es suficiente”. “En los patentamie­ntos se trata de proteger a los elementos principale­s de una invención y no necesariam­ente representa­n el todo que se necesitarí­a para hacer una vacuna. Entonces, primero, con la liberación tendrías un problema de informació­n incompleta. Pero además, hay un ‘know

“EL COVID DUPLICÓ LA NECESIDAD DE VACUNAS A NIVEL MUNDIAL”, SOSTIENE FERNANDO LOBOS, DE SINERGIUM.

how’ que te debe ser transferid­o y, por último, necesitás la tecnología y un sistema productivo con capacidad de producción”, sostiene.

Por el momento los mayores laboratori­os esquivan la posibilida­d de abrir la informació­n, tanto respecto a la formulació­n de sus productos como a su comerciali­zación. En el documental del Financial Times, Anthony Mcdonnell, analista del Centro Para el Desarrollo Global, sostiene que el secretismo forma parte de una estrategia: “Las empresas quieren hacer que los países se enfrenten entre sí y, por lo tanto, no están muy incentivad­os para querer que estos contratos sean transparen­tes. Y los gobiernos democrátic­os, a menudo, no quieren que su público sepa que obtuvieron un mal trato o no quieren que los países rivales sepan que obtuvieron un buen trato. Por eso, no hay muchos incentivos para hacer público este asunto”, sostiene.

Su declaració­n encaja a la perfección con el debate, al parecer sin fin, sobre qué sucedió entre el Gobierno y Pfizer. El oficialism­o sostiene que las condicione­s del laboratori­o son abusivas y la difusión del acuerdo entre Pfizer y Brasil lo confirma: el presidente Bolsonaro debió aceptar la jurisdicci­ón internacio­nal que exigía Pfizer, así como garantías soberanas. Lo que, hasta ahora, Alberto Fernández no aceptó.

En la oposición en cambio se cree que, en realidad, todo se frenó porque “los funcionari­os argentinos exigían retornos”. Los más sensatos, en cambio, reconocen la voracidad del laboratori­o, pero critican que en un momento de excepción como el actual no se haya privilegia­do la urgencia de adquirir vacunas por sobre considerac­iones jurídicas. Con la futura llegada de vacunas, sucede algo similar: a pesar de las celebracio­nes grandilocu­entes cada vez que aterriza un avión con dosis, Argentina está lejos de alcanzar la inmunidad y nadie sabe cuándo sucederá. Y, a pesar de los esfuerzos por sumarse a la mesa de negociacio­nes global, éste no es un país que le preocupe a los grandes que cuentan ganancias de a miles de millones.

 ??  ?? Solo para combatir el coronaviru­s, se necesitan producir 11 millones de dosis por año. El mundo no tiene capacidad productiva para alcanzar ese número.
Solo para combatir el coronaviru­s, se necesitan producir 11 millones de dosis por año. El mundo no tiene capacidad productiva para alcanzar ese número.
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Las vacunas son la salida a la pandemia, que en Argentina ya causó más de 70 mil muertes.
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OPCIONES. Argentina mantiene conversaci­ones por la vacuna cubana y se suma a ensayos clínicos.

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