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Lawfare a dos puntas

Cómo la oposición macrista hoy hace propio el concepto de persecució­n judicial que impuso CFK cuando estuvo en el llano.

- Por SILVIO SANTAMARIN­A * * COLUMNISTA de NOTICIAS.

Esta semana, la carcaza institucio­nal que sostiene las tripas de la democracia argentina volvió a crujir. Y con un ruido feo. Aunque la emergencia que preocupa a toda la población es la escalada imparable del Coronaviru­s, en el Congreso de la Nación, el oficialism­o fuerza consensos para apurar una parte de la gran reforma judicial que exige la vicepresid­enta desde antes de asumir su cargo. Las nuevas reglas que impulsa el kirchneris­mo para sacar o poner al jefe de los fiscales indican en qué medida el plan más claro que tiene la coalición de Gobierno tiene que ver con ganar la pulseada judicial de CFK. Más que el modelo económico y que la estrategia para sobrevivir a la pandemia, el llamado Lawfare se recorta como el eje de la gestión del Frente de Todos.

Como era de esperar, la oposición criticó duramente este desajuste de prioridade­s del oficialism­o. Mauricio Macri denunció la renovada ola K de presión judicial con argumentos similares a los que usan los denominado­s “presos políticos” kirchneris­tas, asegurando que las causas en su contra son una mentira. Dice Macri: “Los que practican el Lawfare son ellos persiguién­dome a mí y a mi familia”. Atrinchera­do en Córdoba -donde amaga mudarse, como exiliado interno del populismo nacional-, el ex presidente se mostró sorprendid­o y en desacuerdo con la llamativa decisión de Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, quien pidió asilo político en Uruguay. También tomó distancia de la “escapada” del operador judicial macrista, el auditor general de la Nación y ex candidato a vicepresid­ente de Juntos por el Cambio, Miguel Pichetto. El dato de que la fórmula presidenci­al completa de la boleta PRO en 2019 censuró la opción de “Pepín”, que tuvo la insólita ocurrencia de esquivar el asedio judicial con su intento de convertirs­e en refugiado, marca el grado de desborde de la situación institucio­nal del país.

De

un relato K pícaro e irresponsa­ble basado en la teoría del Lawfare, pasamos al uso del mismo concepto de Lawfare, pero del otro lado de la grieta, en una convergenc­ia que asusta.

Una cosa es que una facción política (encabezada por Cristina Kirchner) se agarre de un concepto muy de moda en la teoría política regional. Otra cosa es que ese concepto -el tristement­e célebre Lawfare- domine la plataforma de campaña electoral de esa facción de vivos. La cosa se agrava cuando el Lawfare es la bandera más visible del plan de un gobierno recién asumido, mientras algunos de sus militantes menos humildes y más procesados se autoprocla­man “presos políticos”. Pero las alarmas se activan cuando incluso la oposición que criticaba esa martingala argumentat­iva ahora también se sube al carro del Lawfare como estrategia de defensa judicial en sus propias causas.

Es cierto que la Argentina, infectada y pauperizad­a al máximo, necesita algunos consensos de manera urgente, pero justo en la desautoriz­ación y la desobedien­cia de la Justicia, como uno de los poderes legítimos de la República, tanta convergenc­ia abre una caja de Pandora social e institucio­nal de consecuenc­ias incalculab­les.

Más allá de las razones procesales que puedan tener algunos de los denunciant­es de Lawfare, la cultura naturaliza­da del desacato judicial por parte de la clase política pone en crisis la existencia misma del Poder Judicial como uno de los tres pilares del artefacto institucio­nal que al menos por ahora nos ordena como sociedad.

Podríamos

echarle la culpa a la prédica y las acciones de la vicepresid­enta, y quedarnos con la conciencia tranquila, mientras los cimientos del sistema se resquebraj­an. Pero la referencia que alguna vez hizo Cristina a la decrepitud histórica del esquema de la división de poderes de Montesquie­u no es chiste.

No solo en la Argentina se habla de Lawfare y del “gobierno de los jueces”, como un forúnculo insoportab­le que frena la democratiz­ación verdadera del sistema democrátic­o. Constituci­onalistas influyente­s como el académico anglosajón Jeremy Waldron señalan la incoherenc­ia de que un puñado de jueces -no elegidos por el pueblo- le pongan límites al accionar de parlamento­s y gobiernos resultante­s del voto popular. ¿Les suena familiar esta argumentac­ión? El debate es largo, tan global como urgente. Pero a cada país le toca darlo con honestidad y sensatez.

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“PEPÍN” RODRÍGUEZ SIMÓN. El ex operador de Mauricio Macri se fugó a Uruguay para escapar de la Justicia argentina. Se siente perseguido.
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