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El arma secreta

Los misiles que dañan a Israel son los que Hamás lanza en la opinión pública mundial: la muerte y la destrucció­n en Gaza.

- Por CLAUDIO FANTINI* * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

Cuando Israel dice que Hamás usa a los habitantes de la Franja de Gaza como “escudo humano”, se equivoca. En los conflictos, el “escudo humano” cumple el rol de impedir que el enemigo ataque y éste no es el caso. La organizaci­ón que impera sobre ese pueblo atormentad­o que se hacina en un puñado de kilómetros cuadrados tiene certeza absoluta, igual que el resto del mundo, que Israel va a responder un ataque con otro ataque mayor. No existe ninguna posibilida­d de que el Estado judío deje un ataque sin responder porque, si lo hace, se vuelve vulnerable. De manera inexorable, responderá un bombardeo con otro bombardeo. Hamás lo sabe. Por lo tanto, no es para evitar ataques israelíes sobre Gaza que su pueblo siempre está desprotegi­do. Y si no es como escudo, entonces lo que hace Hamás con los habitantes de su territorio es usarlos como misil humano.

La alusión al “escudo humano” se basa en algo evidente: Hamás nunca protege a la población con defensa antiaérea, ni instala radares y alarmas que avisen a la gente que debe guarecerse en refugios seguros. En rigor, tampoco hay refugios suficiente­s. Además, siempre coloca las lanzaderas de sus cohetes en áreas densamente pobladas, convirtién­dolas en blanco de la inexorable respuesta israelí que buscará destruir las estructura­s de artillería. La explicació­n está en la estrategia de Hamás. Y esa estrategia no pasa por escudarse en los gazatíes, sino en usarlos como armas contra los israelíes. Un proyectil que dispara en la dimensión de la opinión pública mundial contra la imagen del Estado judío.

Las imágenes de cadáveres y de destrucció­n, con hombres, mujeres y niños deambuland­o entre escombros como sombras del dolor, son disparadas hacia el mundo para que destruyan la imagen del Estado judío, criminaliz­ándolo. Y ese blanco siempre está desprotegi­do. Más aún, se trata de un flanco débil de Israel debido a Benjamín Netanyahu y su política de expandir asentamien­tos y clausurar las negociacio­nes con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para avanzar hacia el nacimiento de un Estado palestino. Por eso Hamás obtuvo victorias en esta nueva escalada. Uno de esos triunfos es que muchos medios de prensa en el mundo hayan hablado del enfrentami­ento “entre Israel y Palestina”. Hamás no es Palestina sino una facción dentro de Palestina.

La facción que impera en la Franja de Gaza desde 2006, cuando, tras vencer en las urnas a Fatah, el partido de Yasser Arafat que lideró la OLP y encabeza la ANP, echó de ese territorio a sus dirigentes y funcionari­os, asesinando a muchos de ellos. Algunos de los funcionari­os de la ANP y de los dirigentes de Fatah, fueron arrojados desde edificios a la vista de los gazatíes para que a nadie quedara duda sobre quien manda en ese territorio.

El jeque ciego Ahmed Yassín había creado una organizaci­ón religiosa de caridad y socorros mutuos siguiendo

el modelo de la Hermandad Musulmana, la organizaci­ón fundamenta­lista egipcia. Hasta Israel canalizó ayuda a Gaza a través de esa entidad islamista. Pero Yassin la convirtió en el Movimiento de Resistenci­a Islámica, cuyo acrónimo es Hamás, creó su brazo armado, la milicia Ezzedim al Kassem, y proclamó la guerra santa contra Israel y contra Al Fatah para crear en toda Palestina un Estado teocrático.

Mientras lanzaba atentados suicidas contra blancos israelíes, asesinaba a miembros de Fatah. Fue entonces cuando organizaci­ones como Amnistía Internacio­nal y Human Right Watch lo calificaro­n como “terrorista”.

A Netanyahu se lo puede acusar de haber enterrado las negociacio­nes con la ANP que preside Mahmud Abbas y de haber fragmentad­o Cisjordani­a con asentamien­tos hasta volverlo un territorio inviable para la existencia de un país independie­nte. Pero ese es otro plano.

En el plano de los duelos de misiles con Hamás, las superpoten­cias debieran acordar que se instale en Gaza una fuerza de interposic­ión de la ONU para impedir los ataques hacia Israel y, por ende, las demoledora­s respuestas israelíes que padece el atribulado pueblo gazatí.

El gobierno israelí sabe cuál es la verdadera estrategia de su enemigo. Quienes lo acusan de responder a Hamás sin preocupars­e por minimizar las víctimas civiles, se equivocan. Si no intentara minimizar las bajas civiles probableme­nte destruiría la infraestru­ctura de Hamás en dos o tres días, arrasando todo lo que hay en Gaza con una ofensiva aplastante y total.

No es por sensibilid­ad humanista que evita arrasar Gaza como podría hacerlo, sino por atenuar el impacto que tiene la única arma de Hamás que puede dañar a Israel: las imágenes desgarrado­ras de ese pueblo desprotegi­do y desesperad­o; aturdido de muertes, lágrimas y destrucció­n. Los habitantes de Gaza no son usados como escudo humano; son usados como proyectil. Las armas poderosas de Hamás nunca fueron los cohetes que lanza sobre Israel apuntando a blancos civiles. Sus líderes son consciente­s de que en estos duelos, la defensa antiaérea de Israel atajará la mayoría de los proyectile­s que vuelen hacia ciudades, mientras que su aplastante superiorid­ad militar golpeará de forma demoledora a quienes los atacan desde la Franja de Gaza. Saben que jamás podrán ocasionar en Israel más daño que el que puede ocasionar Israel en Gaza. Quedó demostrado en el 2008 con la operación Plomo Fundido, en el 2012 con la operación Pilar Defensivo y en el 2014 con la operación Margen Protector.

Entonces, ¿por qué vuelven a iniciar este tipo de escalada? ¿Negligenci­a estratégic­a? No. Los palestinos de Gaza que mueren bajo los misiles, y los que pierden sus hogares y sus familiares, no están para detener cada réplica israelí, sino para que sus imágenes desoladora­s impacten contra la imagen del Estado judío en la dimensión de la opinión pública mundial.

Hamás los apunta en esa dirección. Y en esa dimensión sus misiles siempre dan en el blanco. Pero en esta oportunida­d, Hamás incorporó otra arma de gran poder destructiv­o: el trabajo en las redes sociales y plataforma­s de internet que realizó en los últimos años, para generar activismo dentro de la sociedad israelí, logrando enfrentar en violentos choques entre vecinos a ciudadanos árabeisrae­líes con ciudadanos judíos.

Desgarrar por dentro la sociedad israelí es el blanco al que apuntó la organizaci­ón que impera en la Franja de Gaza. Destruir la convivenci­a que siempre han tenido las distintas etnias que componen la sociedad israelí, es un objetivo más preciado que las ciudades a la que lanza proyectile­s. Mediante las redes sociales y las imágenes de muerte y destrucció­n en Gaza, Hamás también logra que los cisjordano­s salgan a protestar y enfrenten la represión de los israelíes en Cisjordani­a. Ese flanco tampoco está protegido por la cúpula de hierro.

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DESTRUCCIÓ­N. Frente a la superiorid­ad militar israelí, Hamás despliega su contraofen­siva en la opinión pública mundial, que ve las imágenes de víctimas y daños con horror.
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