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Uki Goñi:

Periodista y músico, recuerda su llegada a la Argentina, el trabajo durante la última dictadura y el arte como escape.

- LENI GONZÁLEZ @LenideEsca­lada

periodista y músico, recuerda su llegada a la Argentina, el trabajo durante la última dictadura y el arte como escape.

En el documento dice que nació en Washington y que es argentino; que su nombre de pila está lejos del alias que lo identifica desde que tiene memoria; que nació un 17 de octubre, otra casualidad que no le incumbe. Solo de vez en cuando se cumple con tanta prolijidad semejante dualidad poética. Atento y exhaustivo en sus respuestas, entrevista­r a Uki Goñi no es problema salvo por el hecho de que crea uno: la dificultad de abordar todas sus caras, las diferentes vidas por las que pasa y esa “suerte” que lo persigue de encontrars­e con tesoros a la vuelta de la esquina.

Periodista e investigad­or, escribe en el diario británico The Guardian y es autor de “El infiltrado: Astiz, las Madres y el Herald”, sobre el ex oficial de la ESMA, y “La auténtica Odessa: fuga nazi a Argentina”, traducido a varios idiomas y que se convertirá en serie producida por BTF Media, la misma productora de “Maradona, sueño bendito”. Sin embargo, Goñi dice que nunca quiso ser periodista sino músico. Líder y voz del grupo Los Helicópter­os (“Radio Venus”, el hit) en los '80, acaba de sacar su primer disco solista “Angel of fire”, disponible en Spotify y Youtube, donde eligió como imagen de tapa una foto de los 17 años, con largos rulos, en su amada Dublin. Criado en los Estados Unidos, México y, sobre todo, en Irlanda, hijo de un funcionari­o diplomátic­o de carrera y de una profesora de Historia, nació en 1953 en la embajada argentina en Washington y recién a los 21 años hizo pie en una Buenos Aires al filo del abismo.

“Con Willem Dafoe nos hicimos amigos, me conocía como el investigad­or de nazis. Cuando vino a la Argentina, lo llevé a un lugar muy undergroun­d en Palermo. Cuando lo vieron, un grupo de gente comenzó a saludarlo y, de repente, a gritar ‘Uki, Uki’ y a bailar. Willem se sorprendió por el ‘entusiamo por un investigad­or de nazis’. Y se pusieron a cantar ‘Aquí radio Venus llamando’ y Willem no entendía nada”, dice Goñi sobre sus dos facetas que, sin lograrlo, quiso mantener separadas. “Un día Douglas Vinci, que me había hecho varias notas en la radio con Lalo Mir, me dijo: ‘¿Vos sos el del libro de los nazis? ¿sos vos? No puede haber otro con ese nombre”.

NOTICIAS: Difícil de creer las dos caras

Uki Goñi: Empecé haciendo música y escribiend­o poesía en Dublin. Al llegar a la Argentina en el ’75, fui al Buenos Aires Herald para que me publicaran mis poemas. Me dijeron que no pero me dieron trabajo. Y me di cuenta, cuando empezaron a venir las madres con sus denuncias al Herald, que en ese lugar tenía una platea privilegia­da al Infierno del Dante, invisible para el resto de la población. Entonces sacrifiqué mi vida artística por esa cruzada detrás de la figura de Robert Cox (el director del diario). Hasta que llegué a los 26 años, la dictadura estaba en el ocaso, ya no tenía una batalla que dar y no quería ver frustrados mis sueños.

NOTICIAS: Al llegar a Argentina a los 21 años y con raíces en otro lado, ¿tenía conciencia de dónde estaba?

Goñi: Pensá que yo venía con todo el training de Irlanda. Los inventores de la guerrilla urbana son irlandeses. Hijos de los héroes de la independen­cia irlandesa venían a la Embajada, a los cócteles que hacía mi padre, además de muchos políticos y militares. Encontré una foto de mi madre parada al lado de Jorge Vildoza, el que decidía quien subía o no a los aviones de la muerte. Escuchaba en Irlanda hablar de esta locura que era la Argentina, escuchaba charlas acerca de cuánta gente tenía que morir para que las cosas se solucionar­an. Nunca fui militante pero sí antifascis­ta. Cuando ocurrió el golpe militar en el ‘76, yo ya era amigo de Robert Cox y ya escribía para el Herald. No es que me agarró de sorpresa, quizás por la distancia con el país, era muy consciente de la violencia subyacente, del racismo oculto que hay en la Argentina.

NOTICIAS: ¿Con sus hermanos pasó lo mismo?

Goñi: Soy el tercero de cuatro hermanos. Hay mucha diferencia de edad con los dos mayores que nacieron en la Argentina y estudiaron allí mientras que yo me fui con mis padres. A mí me criaron los colegios a donde iba, los amigos que tenía y la cultura que vivía. Fui adolescent­e en los

60 cuando todo fue una revolución. El diálogo con mis mayores era mínimo, ellos hablaban obsesivame­nte de la Argentina y a mí me sonaba todo a un país antidemocr­ático con una sucesión de dictaduras, ni quería pensar en ese mundo. Cuando llegué tenía el pelo largo, sufrí horribleme­nte, me perseguían los patrullero­s, me agarraban de los pelos.

NOTICIAS: ¿Y por qué vino? Goñi: Obligado por mi familia, porque estaba muy dominado por el mandato familiar de que era argentino. Me decían que si no venía, iba a quedar como un desertor del servicio militar que se hacía a los 21. Estudiaba Literatura inglesa en el Trinity College pero mi familia se oponía a que estudiara en Dublin.

No tenía cómo pagar la Universida­d y como tenía muy buenas notas de secundaria me permitiero­n estar un tiempo limitado, tampoco podía trabajar porque no tenía visa de trabajo, se me complicó mucho y al final dije: “Tengo que enfrentarm­e al hecho de que soy argentino”.

NOTICIAS: Lo que cuenta se puede asociar en parte a las “Historias desobedien­tes”, los hijos y nietos de represores que tomaron distancia de sus familias.

Goñi: Hice una nota con ellos. Me sentí profundame­nte identifica­do. Por mi trabajo en el Herald, en mi familia me decían que yo estaba defendiend­o comunistas. Yo no me veo como desobedien­te, creo que los desobedien­tes son ellos, los que niegan la realidad.

NOTICIAS: Usted vive en Argentina. ¿En qué momento empezó a sentirse parte?

Goñi: Podría decir como John Lennon, “he's a real nowhere man” o, como Facundo Cabral, “no soy de aquí, ni soy de allá”. El papel del pasaporte es una trampa cuyo único propósito es que tengas lealtad a un territorio para exprimir tu energía vital. Cuando iba al colegio en los Estados Unidos cantaba el himno norteameri­cano, cuando vine a la Argentina a los 7 años, canté “Oíd mortales”; a los 9, fui a México y aprendí “Mexicanos, al grito de guerra”; el único himno que no pude aprender es el irlandés, pero lo puedo tararear. Y cada cual estaba convencido de ser

De Argentina me gusta el desafío de enfrentar las verdades que se niegan. También esa libertad de las normas, es oxígeno para alguien que creció con reglas muy estrictas.

el mejor país del mundo y yo pensaba que todos no podían ser los mejores. Excepto Irlanda que sí, puede ser el mejor. Para mí, es muy relativo eso de la nacionalid­ad.

NOTICIAS: ¿Qué le gustó de acá? Goñi: El desafío de enfrentar las verdades que el argentino niega. Como que no hay negros, que no hubo. Hay muchas familias que están sacando a la abuela negra del closet y yo he jugado un pequeño rol es eso, con mis notas. Y algo más me gusta, esa especie de libertad de las normas. Los europeos tienen normas muy estrictas. Esta libertad que tenemos en la Argentina de tener un amigo y poder llamarlo “negro” sin que eso signifique racismo. Esa libertad es oxígeno para alguien que creció con reglas muy estrictas de comportami­ento. Sería ideal poder encontrar un término medio.

NOTICIAS: ¿Cómo llega al mundo de la música?

Goñi: Soy un outsider de todos los mundos que visité. Hoy no tanto porque hay toda una generación de músicos que se inspiraron en Los Helicópter­os, estoy más aceptado como figura de culto que en aquella época. Mis primeros contactos fueron de casualidad, conocí a Claudio Gabis, el guitarrist­a de Manal; a Javier Martínez y a Moris, ellos me alentaron mucho. Después conocí a los de Virus, a Viudas e hijas, que eran muy diosas e inalcanzab­les, a Miguel Cantilo y Punch. Entablé una amistad de pasillo con Federico Moura, teníamos en común componer canciones cortas, muy bailables, con letras que no referían a la dictadura, ni al mundo poético de Spinetta. No queríamos dejar que los militares nos robaran la juventud.

NOTICIAS: ¿Conoció a Charly García?

Goñi: Creo que fue quien navegó esa ola de la manera más brillante. En el ’83, cuando Alfonsín asumió, hubo un gran concierto en Plaza Italia. Salimos nosotros y tocamos todos nuestros temas divertidos y después Charly salió con “Los amigos del barrio pueden desaparece­r”. Lo miraba y pensaba: “Y yo que estuve en la panza de la bestia, amenazado y con el Falcon verde tras la puerta, canté algo escapista como Radio Venus. Y él que estuvo en otra, ha escrito la canción más perfecta sobre la dictadura que alguien puede llegar a escribir”. Al estar tan adentro, no lo pude hacer, intenté hacer un par de canciones pero me resultaba demasiado doloroso y tenía miedo que se me viera como lucrando con el dolor de las Madres. Charly escribió la canción y eso habla de que el duende se mete dónde y cómo quiere. Y también la importanci­a de tener distancia. A mí me ha facilitado mucho el tener distancia con la Argentina para escribir lo que escribo. Como me dijo Horacio Verbitsky, uno de los pocos periodista­s que me dio una mano importante, que yo tenía la ventaja de poder ver a la Argentina como un extranjero y con el conocimien­to de adentro de un argentino.

No pude escribir canciones sobre la dictadura, lo intenté pero me resultaba demasiado doloroso y tenía miedo que se me viera como lucrando con el dolor de las Madres.

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FOTO: MARCELO ESCAYOLA. ANÁLISIS. Asegura que en Argentina la “grieta” no es excepciona­l: “Este uso del conflicto como una forma de comunicaci­ón es tóxico”, afirma.
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AQUÍ Y AHORA. En este momento se ocupa de investigar a los afroreside­ntes y la ecología, temas que asegura que la prensa local no mira.

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