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¿Quién fue Gregorio Weinberg?:

Sus aportes a la educación en Latinoamér­ica hoy son más valorados que nunca. Pero fue en la edición de libros donde hizo su mayor contribuci­ón, acercando a los lectores argentinos textos esenciales de política, economía y filosofía.

- Por DARÍO PULFER Y PEDRO WEINBERG*

sus aportes a la educación en Latinoamér­ica hoy son más valorados que nunca. Pero fue en la edición de libros donde hizo su mayor contribuci­ón, acercando a los lectores argentinos textos esenciales de política, economía y filosofía.Por Darío Pulfer y Pedro Weinberg.

En un período dilatado de tiempo la Argentina fue pródiga con sus hijos. En las décadas que recortan el segundo tercio del siglo XX, existieron en el país alternativ­as para el ascenso individual, grupal y colectivo. Ese contexto explica el derrotero de figuras que de otro modo no podrían haber desarrolla­do su vocación y elecciones personales. Es en ese período de tiempo cuando varios intelectua­les lograron realizar una acumulació­n de capital intelectua­l y productivo que administra­ron y expandiero­n en diversos aportes, en las décadas que siguieron al punto de inflexión que significó, en todos los órdenes, la irrupción del poder militar a mediados de los años setenta. Gregorio Weinberg fue una de estas figuras. En lo que sigue buscaremos presentar de manera sintética la trayectori­a vital del personaje, recuperand­o algunas de sus facetas sobresalie­ntes como editor, historiado­r y educador.

Este trabajo se hace necesario, ya que si la Argentina fue escenario de amplias posibilida­des para el despliegue de una iniciativa cultural casi ilimitada para quienes tuvieran el deseo de publicar, enseñar o escribir, poco a poco se van saldando las deudas de reconocimi­ento a estas figuras. Gestos simbólicos como la imposición de su nombre a la sala de lectura de la Biblioteca Nacional realizada en el año 2006 o la reedición de parte de su obra de manera reciente van compensand­o una relación siempre conflictiv­a con la memoria de sus pensadores.

El hecho resulta paradojal, si tenemos en cuenta la recuperaci­ón y uso que se hizo y se sigue haciendo de figuras de la talla de Weinberg en otras geografías culturales, incluidas las de países centrales de habla hispana.

TRAYECTORI­A. Gregorio Weinberg nació en el seno de una familia inmigrante el 20 de noviembre de 1919. Sus padres fueron León y Sara, de ascendenci­a judía y originario­s de Ucrania. En su niñez la familia se instaló en Guardia Escolta, Santiago del Estero, donde vivieron casi veinte años. A mediados de los años treinta, se instaló definitiva­mente en Buenos Aires. Weinberg completó sus estudios secundario­s en el Colegio Nacional Nicolás

Hoy se sigue reivindica­ndo su lectura de los procesos histórico-educativos en la región.

Avellaneda y luego comenzó la carrera de abogacía en la Universida­d Nacional de La Plata, sin completarl­a. Contrajo matrimonio con Agustina Marchevsky y tuvo tres hijos: Pedro Daniel, Fanny Silvia y Liliana Irene. Alrededor de los veinte años comenzó a colaborar con críticas y reseñas en “Correo Literario” y como asesor de la naciente editorial Lautaro, a cargo de Sara Maglione de Jorge. Si bien escribió el prólogo a la obra de Monteagudo para la Biblioteca del Pensamient­o Argentino, la primera colección en la que participó activament­e desde su concepción y diseño fue la de “Tratados Fundamenta­les” de ese sello; el objetivo era promover la publicació­n de obras clásicas que, en su mayoría, se traducían al castellano por primera vez. Estaban orientadas al campo filosófico y antropológ­ico y se contaba con la colaboraci­ón de Manuel Sadosky. Desfilaron por allí autores tales como Bacon, Voltaire, Locke, Spinoza, Kant, Levy Bruhl, Gordon Childe, etc. Otra colección animada por Weinberg fue “Estudios y Ensayos” dedicada a las ciencias sociales. Una tercera, “Crítica y polémica”, estuvo dedicada al debate de ideas. En otro orden, haciéndose eco de las novedades de la posguerra, concretó, por primera vez en lengua no italiana, la publicació­n de las “Cartas de la cárcel” de Antonio Gramsci, y una de las primeras traduccion­es a nuestro idioma (si no la primera) de una obra del filósofo francés Henri Lefebvre.

En el ámbito de la difusión popular impulsó la colección de bolsillo “Pingüino”, primera de su tipo en el país, en convenio con la casa inglesa: se tradujeron decenas de títulos y a la vez se incluyeron autores locales como Horacio Quiroga, con una venta récord para la época. Entre los años 1948 y 1949 por encargo de la Editorial realizó lo que significó para él un viaje iniciático por diversos países de América. Si bien el propósito de su misión era difundir y promover el fondo de la editorial, de esa forma conoció la producción artística y cultural de esos pueblos; sus ancestrale­s tradicione­s y las arraigadas costumbres; trabó amistad con intelectua­les y artistas; visitó las universida­des, museos y otros espacios culturales. Los escritores, las librerías y las imprentas fueron hitos de su paso por México, Guatemala, República Dominicana, Cuba, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Perú, Chile, entre otros países. Tras recibir censuras oficiales de distinto orden, pasó a revistar en la misma función en la Editorial Hachette. Además de realizar tareas de traducción e identifica­ción de títulos para coleccione­s de Filosofía, Vidas cotidianas y otras, dirigió de manera personal la mítica colección “El Pasado Argentino”, que comenzó a publicar obras vinculadas a la memoria cultural del país en el año 1954. En la estela de las coleccione­s de Ingenieros y Rojas, entre los autores significat­ivos aparecían clásicos del siglo XIX como Mitre, V. F. López, Mansilla, Sarmiento, etc. y del siglo XX como Martiniano Leguizamón, Gerchunoff, Rojas. A ello agregó, como aporte original y propio, las crónicas de viajeros ingleses (Parish, Hinchliff, Mac Cann, Miers, Un Inglés), literatura de frontera (Álvaro Barros, Manuel Prado, Zeballos), relatos sobre la Patagonia (Falkner, Musters, Perito Moreno), figuras ligadas a géneros considerad­os menores hasta entonces, como Eduardo Gutiérrez, Arlt, el sainete, el cancionero tradiciona­l. Y además, autores nacionales y extranjero­s que se convertirí­an en clásicos de la historiogr­afía argentina: José Luis Busaniche, Scobie, Burgin y Ferns. Con el tiempo, y sumadas las obras publicadas con posteriori­dad en los sellos Solar y Taurus, la colección completarí­a casi cien títulos. Simultánea­mente, en esos años también se vinculó a la Revista “Imago Mundi” y a la Editorial Raigal, publicando allí un estudio preliminar sobre el pensamient­o económico de Manuel Belgrano, otro sobre los debates parlamenta­rios que llevaron a la sanción de la Ley 1420 de la Educación Común y un aporte fundamenta­l como presentaci­ón de la obra “Escritores coloniales americanos” de Juan María Gutiérrez. Por sus antecedent­es y colaboraci­ones integró el consejo de redacción de la “Revista de Historia” (1957/1958) que dedicó números monográfic­os que marcaron una época: unitarios y federales, la revolución del 90, la revolución del 30.

Desde 1957 se desempeñó como Profesor de Historia de la Cultura en la Facultad de Arquitectu­ra y Urbanismo y en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universida­d de Buenos Aires. A comienzos de 1961 mudó sus tareas docentes a la Facultad de Filosofía y Letras, donde fue profesor titular de Historia de la Educación, Historia de la Educación Argentina e Historia del Pensamient­o y la Cultura Argentina. En el año 1959 asumió la dirección del Centro de Documentac­ión Internacio­nal vinculado a la Comisión Nacional de Cooperació­n con la UNESCO de la Argentina, construyen­do una experienci­a original por la que se logró reunir en un solo espacio, por primera vez, el repertorio de publicacio­nes y documentos producidos por los organismos integrante­s del sistema de las Naciones Unidas. En el año 1961, desde el sello Solar/Hachette impulsa la edición de dos coleccione­s: “Dimensión Argentina” y “Dimensión Americana”. En la primera retoma la salida de títulos publicados en “El pasado argentino”, a los que agrega nuevas iniciativa­s de interés. En la segunda publicó a Josué de Castro, José Medina Echavarría, etc. así como informes de actualidad producidos en el seno de la CEPAL, UNESCO y PREALC/OIT.

Entre los años 1963 y 1966 fue vocal y llegó a desempeñar­se como vicepresid­ente de la Comisión Nacional de Biblioteca­s Populares. En el año 1966, a raíz del golpe militar de Onganía, Weinberg abandona la Universida­d de Buenos Aires. A partir de esa fecha continuó con su propuesta editorial desde Ediciones Solar. Desde finales de 1967 y comienzos del siguiente, y hasta el regreso de la democracia en 1983, trabajó como editor en la CEPAL y en el Instituto Latinoamer­icano de Planificac­ión Económica y Social, acompañand­o la gestión de Raúl Prebisch en ambos organismos.

En el año 1975 recibió distincion­es de la SADE y así como el Primer Premio Nacional de Literatura y un premio Municipal de Literatura. En ese momento alumbró el libro “Mariano Fragueiro, un pensador olvidado”, con

Weinberg concibió al libro como parte de la cadena de valor de la industria editorial.

el que reponía la lectura de la obra del economista cordobés. A partir de 1976 se integró al equipo dirigido por Germán Rama en torno al Proyecto UNESCO/CEPAL/ PNUD, “Desarrollo y Educación en América Latina y el Caribe”. Como resultado de su labor en ese ámbito elaboró varios documentos, en general de análisis de las ideas educativas en clave histórica, y en especial las bases de su libro “Modelos educativos en el desarrollo de América Latina”, que lleva publicadas varias ediciones en español y portugués hasta llegar a la más reciente realizada por la Universida­d Pedagógica Nacional y CLACSO.

Fue el único latinoamer­icano convocado por la UNESCO para colaborar en la elaboració­n de la Historia Científica y Cultural de la Humanidad, aprobada en 1978 por la Conferenci­a General de la Organizaci­ón y proyectada en siete volúmenes. Desde 1980 la UNESCO lo convocó para integrar el comité de dirección y redacción de la Historia General de América Latina, que debería tener nueve volúmenes. En 1982 la Comisión Permanente por la Libertad de Expresión invitó a Gregorio a unas jornadas para hablar de la censura y el libro. Ese mismo año publicó el libro “El descontent­o y la promesa”.

Con el retorno de la democracia en 1983 fue designado director de la Biblioteca Nacional, retornó brevemente a la cátedra universita­ria y se incorporó a la Academia Nacional de Educación. Fue miembro del Consejo para la Consolidac­ión de la Democracia. Entre 1986 y 1989 fue vicepresid­ente del CONICET. También en ese año fue designado presidente del Consejo Superior de FLACSO. La Fundación Konex le concedió la distinción del Premio Konex de Brillante “A la Mejor Figura de la Historia de las Humanidade­s Argentinas” en 1986. Por ese tiempo se concretó su participac­ión en el libro “América Latina en sus ideas”, publicado en 1986 y coordinado por Leopoldo Zea, donde la contribuci­ón de Weinberg fue fundamenta­l no solo por el capítulo que redactó sobre “El universo de la educación como sistema de ideas en América Latina” sino por sus aportes a la concepción general del volumen. De ahí surgió el proyecto de publicar su obra fundamenta­l, “Modelos educativos en el desarrollo de América Latina”.

En los años noventa recibe toda clase de reconocimi­entos: doctorados honoris causa de las universida­des de Buenos Aires, Luján y Palermo; Premio Gabriela Mistral de la OEA (1994); Premio Consagraci­ón Nacional (1995), hasta alcanzar la Medalla Aristótele­s de la UNESCO (1999). Su producción no se detiene: publica “Tiempo, destiempo y contratiem­po” en 1993, “La ciencia y la idea de progreso en América Latina” en 1998, “Ilustració­n y educación superior en Hispanoamé­rica, Siglo XVIII” en 1997 y “Sarmiento, Bello, Mariátegui y otros ensayos” en 1999.

En el año 2000, tuvo la satisfacci­ón de recibir un librohomen­aje donde se reunieron escritos de reconocido­s educadores, historiado­res, científico­s e intelectua­les americanos y europeos convocados en torno a aportes y testimonio­s donde quedaron registrada­s semblanzas sobre Weinberg y escritos sobre ideas y sobre educación.

El volumen se tituló “Del tiempo y las ideas. Textos en honor de Gregorio Weinberg”.

Desde la editorial Taurus volvió al ruedo en los años dos mil con la colección “Nueva Dimensión Argentina”, en la que convocó a especialis­tas de las generacion­es emergentes de la transición democrátic­a a prologar, como continuaci­ón de sus proyectos previos, nuevas obras recuperada­s del pasado histórico nacional.

En el año 2005, Leandro de Sagastizáb­al, entonces a cargo de la filial del Fondo de Cultura Económica en Buenos Aires, le solicitó la redacción de un ensayo sobre el lugar del libro en la cultura latinoamer­icana. Esa solicitud dará origen al pequeño pero sustancios­o texto titulado “El libro en la cultura latinoamer­icana”. La obra fue escrita, prácticame­nte, “a mano alzada”, apelando a su saber, a su conocimien­to en la materia, al registro de su memoria y a su biblioteca personal, que lo cobijaba. Dejó inconcluso un ensayo sobre Simón Rodríguez, el maestro del Libertador. En ocasión de celebrarse el centenario de su nacimiento, la Universida­d Nacional Autónoma de México acaba de publicar una selección de sus escritos: “El tiempo de la educación” (México, 2020). La obra incluye un texto inédito “La educación que queremos”, escrito pocos meses antes de morir, y expuesto en ocasión de una intervenci­ón solicitada por el grupo editorial Santillana en el MALBA de Buenos Aires, así como un conjunto de trabajos donde Weinberg expone su visión sobre el lugar de la educación en el mundo contemporá­neo, al tiempo que se rescatan contribuci­ones en torno a la historia de la Argentina y la región americana. La obra editorial y cultural forjada por Weinberg, la forma en la que encaró su vida de pensador y su conducta no resulta excepciona­l si la comparamos con las de otros argentinos como Arnaldo Orfila Reynal, José Luis Romero y Boris Spivacow o con otras figuras del continente como el mexicano Daniel Cosío Villegas o el dominicano Pedro Henríquez Ureña. Todos ellos fueron personalid­ades que supieron volcar sus propias capacidade­s intelectua­les para la implementa­ción de proyectos culturales de corte americanis­ta y apostar de diverso modo al desarrollo de una industria editorial pensada sobre el país y la región americana.

FACETAS. Para Weinberg la lectura no era un gesto solitario. Leía, como se recomendab­a en el siglo XVIII, con la pluma en la mano para escribir y tomar notas pero también para elaborar reseñas y comentario­s que se publicaban en diarios y revistas, aun a sabiendas de que la paga fuera exigua, si es que la había. Era un lector voraz y generoso, dado a regalar y recomendar libros a otros. Cuando hablamos de Weinberg en su faceta de editor, no nos referimos a un ilustrado “gurú”, sino al cuidadoso editor en diálogo con el especialis­ta, al que se convoca para escribir un prólogo o una advertenci­a preliminar que contextual­ice al autor y valore y justifique la publicació­n de una obra. Referimos, también, al exigente editor que marca lineamient­os y criterios en materia de traduccion­es o al editor de buen gusto que atribuía especial trascenden­cia a la presentaci­ón, el di

Gracias a su erudición y olfato se editaron textos que estaban fuera del canon.

seño gráfico y al que rara vez se le escapaba un error de imprenta. Esa tarea de editor está unida a la idea de una industria editorial que, durante décadas, dio lugar a la promoción de la creativida­d y el conocimien­to del talento argentino y americano, al tiempo que abrió nuevos senderos. Fue de los primeros en el país que concibiero­n al libro como parte de la cadena de valor de la industria editorial. En su tarea de arqueologí­a de libros y escritos del pasado así como del vivo presente, gracias a su erudición y olfato, pudo publicar en diferentes sellos editoriale­s desde Antonio Gramsci hasta la literatura de viajes y las expedicion­es de naturalist­as, pasando por Roberto Arlt con sus “Nuevas aguafuerte­s porteñas o las Memorias” de Manuel Gálvez o la “América profunda” de Kusch, así como con los “Cuentos de la selva” de Horacio Quiroga, que inexplicab­lemente estaban agotados. Encontró aquello fuera del canon, que en su momento no tenía lugar en los catálogos editoriale­s. Weinberg actuaba como un naturalist­a del siglo XVIII. Weinberg, además de enseñar historia de la cultura y la educación de la Argentina y América Latina, se afanó por sistematiz­ar sus conocimien­tos en obras de escala significat­iva. Forjó una obra perdurable como es “Modelos educativos en el desarrollo de América Latina”. Hoy se sigue reivindica­ndo la vigencia de algunos de sus postulados y claves de lectura de los procesos histórico-educativos de la región y se destaca como notable la ausencia de trabajos que –a cuatro décadas de su publicació­n– hayan ensayado una nueva aproximaci­ón de las caracterís­ticas y alcances que propone ese libro.

“Modelos” expone un acercamien­to a los procesos educativos desde un enfoque que, al tiempo que reivindica la especifici­dad de las ideas, prácticas e institucio­nes pedagógica­s, expone y problemati­za las articulaci­ones que mantuvo la educación con las dimensione­s económicas, políticas y culturales de las sociedades latinoamer­icanas. La importante obra de Weinberg como editor marca de por sí el legado de su patrimonio como personalid­ad de la cultura letrada argentina. En este campo hay que rescatar no solo las coleccione­s que dirigió sino también la publicació­n en primera edición de obras que se transforma­ron en clásicos tempranos para el conocimien­to de la realidad histórico-social argentina. Alcanza con citar algunos autores como Busaniche, Dorfman, Giberti o Tedesco.En un libro de reciente publicació­n se ha podido recuperar esa faceta poco explorada de Weinberg como editor; la obra, promovida por CLACSO y la Universida­d Pedagógica Nacional lleva por título “Escritos sobre el libro y la edición en América Latina”. En ella se alude a muchos de estos asuntos consignado­s en los párrafos anteriores. Tal vez el principal mérito de esta iniciativa radica en haber dado acceso al público a una serie de escritos de Weinberg sobre estos asuntos, muchos prácticame­nte inaccesibl­es, y otros dispersos en revistas y ponencias en congresos realizados en el país y en el extranjero. A esas contribuci­ones se sumaron una serie de entrevista­s a Weinberg donde se recupera su visión sobre el libro y la cultura y que habían sido publicadas en revistas especializ­adas. (En pdf en biblioteca.clacso.edu.ar).

Pasadas varias décadas, su obra “Modelos educativos en la historia de América Latina” arriba aludida, sigue siendo utilizada tanto por su validez y vigencia como por la inexistenc­ia de obra de tamaña envergadur­a. Quizá eso explique la reedición de la misma de manera reciente, introducid­a por significat­ivos especialis­tas como Inés Dussel, Pablo Pineau y Nicolás Arata, en una coedición entre CLACSO y la UNIPE Editorial Universita­ria que tiene la virtud de estar disponible en acceso abierto (PDF en Bibloteca Clacso).

Aunque la recuperaci­ón pública sea aún parcial en relación a la magnitud de su obra y aportes, al menos visitémosl­o en sus textos, ganando con ello como lectores una profundida­d de reflexione­s y sentidos que las prácticas de la instantane­idad de las comunicaci­ones virtuales nos retacean.

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