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Boliviagat­e:

Alberto señala a Macri por su rol en la caída de Evo Morales, pero no mide con la misma vara otras violencias. Cuba, un caso testigo.

- CARLOS CLAÁ RODIS RECALT @carlosclaa @rodisrecal­t

el doble estándar del Gobierno en su acusación a Macri por participar del golpe a Evo Morales. Represione­s buenas y malas. Los documentos que compromete­n a Bullrich.

Años atrás, Alberto Fernández manifestab­a saber con exactitud lo que sucedía en Cuba. “Para un argentino que se ha criado en democracia y que la valora tanto, vivir allí no debe ser fácil”, declaraba en una entrevista radial en 2016. Pero algo cambió desde que asumió la Presidenci­a. Porque ahora, ante las revueltas sociales seguidas de represión que se están desatando en ese país, su idea se modificó: “Yo no sé lo que está pasando, pero terminemos con los bloqueos”, se excusó.

El rotundo cambio de opinión sobre la situación de Cuba no es una excepción en la vida del Presidente. También sucedió con Venezuela, por ejemplo, a la que antes se refería, sin remordimie­ntos, como una dictadura. Ya no.

De hecho, el Gobierno tropieza al explicar su política internacio­nal. El “doble estándar” con el que se maneja es difícil de sostener: en la semana en la que condenó a la gestión de Mauricio Macri por una presunta ayuda al golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia, que ya está siendo investigad­a por la Justicia de ambos países, Alberto Fernández evitó hablar de la situación de Cuba.

La contradicc­ión se suma a una larga lista: amparados en la idea de no interferir en los asuntos internos de otros países latinoamer­icanos, en el Gabinete nadie se manifiesta contra la tiranía de los gobiernos de izquierda, como Venezuela o Nicaragua, pero no tienen inconvenie­ntes en señalar y criticar las manifestac­iones sociales contra las coalicione­s de centrodere­cha, como las de Colombia y Chile. La política medida con doble vara.

AL ATAQUE. La denuncia realizada por el gobierno de Bolivia sobre el envío de “armamento bélico” por parte de la gestión de Macri para las fuerzas armadas del vecino país provocó una andanada de críticas y repercusio­nes en Argentina. En menos de 24 horas, cuando todavía la demanda estaba basada apenas en una carta cuya veracidad estaba en duda, Alberto Fernández no perdió el tiempo: envió una misiva admitiendo la existencia de “colaboraci­ón del gobierno” de su antecesor y pidiendo disculpas con “dolor y vergüenza”.

Macri siguió atento, desde Europa, el devenir de los acontecimi­entos, pero solo se defendió con un mensaje escrito en sus redes. Patricia Bullrich, entonces ministra de Seguridad, fue la que dio explicacio­nes de lo sucedido. Admitió el envío de armamento y gendarmes, pero lo justificó con la intención de resguardar la seguridad de la Embajada y la de los argenti

nos en Bolivia. El ex canciller Jorge Faurie fue más contundent­e: “Es una operación de prensa en el inicio de una campaña electoral en la que tienen que tapar otros problemas”, le dijo a NOTICIAS.

Desde la publicació­n del asunto por parte de Bolivia, el Gobierno fue juntando material al respecto que, dicen, probaría la connivenci­a de la gestión de Macri con las fuerzas armadas bolivianas. Esos documentos ya están siendo investigad­os por la Justicia.

El Boliviagat­e se convirtió en el escándalo internacio­nal de la semana. Pero la contundenc­ia del ataque, cuyos golpes se sintieron en la oposición, flaquea en otros aspectos de la política internacio­nal. La rapidez para condenar lo sucedido en el vecino país no es la misma que para hablar de Cuba. “Los pueblos deben resolver la manera en la cual quieren vivir, sí tenemos que favorecer la paz de los mismos. No hay nada más inhumano en una pandemia que un bloqueo”, dijo Alberto Fernández, consultado por las manifestac­iones que se repiten en La Habana. Y estalló la polémica.

No sólo la oposición salió al cruce. Incluso el director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, aseguró que “es decepciona­nte la aparente ignorancia selectiva” de Alberto Fernández. Desde Washington, protestó ante un cronista de La Nación: “Está al tanto de las violacione­s de derechos humanos en Chile y Colombia. Pero sorprenden­temente, en el caso de Cuba, parecería que lo único que le importa es la política exterior de Estados Unidos,

el bloqueo”.

SILENCIO. Efectivame­nte, el Gobierno tuvo la misma vehemencia para sentenciar el Boliviagat­e que para criticar las revueltas sociales de Chile y Colombia. Allí no hubo contradicc­iones ideológica­s que los hicieran tropezar en la búsqueda de argumentos.

De hecho, cuando apenas llevaba dos semanas en la Presidenci­a, Alberto comparó las situacione­s de Chile y Venezuela, para justificar que se "habla menos" de las presuntas violacione­s de los derechos humanos que se estaban realizando en el país trasandino. Eso le valió una reprimenda: el canciller Teodoro Ribera llamó a su par local, Felipe Solá, para expresarle su "sorpresa" por los dichos.

En mayo de este año, fue la cancillerí­a de Colombia la que se manifestó en contra de las declaracio­nes del Presidente, quien había escrito en Twitter: “Con preocupaci­ón observo la represión desatada ante las protestas sociales ocurridas en Colombia”. Y completó: “Ruego porque el pueblo colombiano retome la paz social e insto a su gobierno a que, en resguardo de los derechos humanos, cese la singular violencia institucio­nal que se ha ejercido”.

Esa firme decisión de Alberto Fernández para referirse a Colombia y Chile no es la misma que tiene frente a gobiernos cuya ideología se parece más a la del Frente de Todos. Con trabalengu­as discursivo­s, evita ser tajante para no crear problemas internos. Y cuando conviene, aflora la decisión de “no inmiscuirs­e en asuntos internos de otros países”.

Pero Alberto no sólo se enfrenta a las presiones de la oposición, sino también a su propio archivo. En 2017, cuando todavía no se había reconcilia­do con CFK, condenaba al chavismo: “En Venezuela se ha quebrado la convivenci­a democrátic­a y el gobierno ha cometido abusos imperdonab­les sobre los derechos humanos. El silencio es complicida­d”, escribía en Twitter.

El sesgo ideológico también ha llevado a Argentina a no avalar la resolución de la Organizaci­ón de Estados Americanos contra el gobierno sandinista de Nicaragua, firmada por 26 países de la región. Sólo México, Belice y Dominicana siguieron la misma línea. De esa manera, el país no condenó las violacione­s a los derechos humanos, ni pidió por la liberación de los dirigentes opositores encarcelad­os. Para esta y otras decisiones por el estilo que aíslan al país, es clave el rol del representa­nte ante la OEA, Carlos Raimundi, un militante chavista que, avalado por el kirchneris­mo, condiciona la posición local ante los conflictos latinoamer­icanos. Una postura que incomoda incluso a los socios del Mercosur, los

principale­s aliados comerciale­s.

Pero los conflictos ideológico­s no se representa­n solamente en Latinoamér­ica. Eso quedó en evidencia en mayo, cuando Argentina siguió la postura de Cuba, China, Rusia y Venezuela tras los ataques terrorista­s de Hamas a Israel en la Franja de Gaza. En un vuelco abrupto de su política exterior, el país se diferenció de Estados Unidos y Europa en el voto por crear una comisión investigad­ora de posibles violacione­s de derechos humanos cometidas por Israel. El comunicado emitido por Cancillerí­a, además, generó un revuelo en la región.

Alberto tropieza con sus argumentos y suele tomar distancia incluso de lo que pensaba años atrás para no seguir esmeriland­o su relación con el cristinism­o. Es que son temas que mezclan incluso sentimient­os: Florencia Kirchner vivió varios meses en Cuba y Cristina la acompañó durante gran parte de su estadía en la Isla. Atacar al régimen sería provocar a su vice.

El Presidente hace malabares con la política internacio­nal. De acuerdo al color político, algunas revueltas sociales y represione­s merecen rechazo, pero otras no. Sin incomodars­e por el doble estándar.

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FOTOS: AFP CEDOC. Y16 NOTICIAS 17 de julio del 2021/
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En Bolivia dicen que el gobierno de Macri envió “material bélico” a las fuerzas armadas. Alberto Fernández pidió perdón.
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El Gobierno de Alberto Fernández no hizo referencia a las manifestac­iones en Cuba, Nicaragua o Venezuela. Pero sí fue categórico­s contra Colombia e Israel.
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FOTOS: CEDOC. El canciller boliviano mostró una nota con el armamento argentino enviado a ese país. Fue desmentida y ratificada.

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