“La fiesta de los chicos” de M. Crowley. Con Fernando Dente y elenco. Dirección: Ricky Pashkus. Astral, Av. Corrientes 1639.
“La fiesta de los chicos” de M. Crowley.
Con Fernando Dente y elenco. Dirección: Ricky Pashkus. Astral, Av. Corrientes 1639.
Theboys in the band” de Mart Crowley se estrenó en el off-Broadway, en 1968. Su débil hilván argumental aborda un grupo de hombres gays que se reúne en un departamento de New York a festejar el cumpleaños del más añoso. Cuando el alcohol los desinhibe, a instancias del sibilino e insatisfecho anfitrión, se someten a un extraño y sádico juego: cada uno tiene que llamar por teléfono a la única persona de la que se enamoró por primera vez, para confesárselo. En el encuentro hay una constante crispación y la atmósfera se tensa cuando el antiguo compañero universitario del dueño de casa, un hombre heterosexual, supuestamente feliz y casado, aparece sin ser invitado.
En 1970, la cartelera porteña conoció una puesta bautizada “Extraño clan”, dirigida por Román Viñoly Barreto, con Alberto Argibay y elenco que, prohibida por decreto municipal, sólo pudo concretar dos funciones. Ese mismo año, se convirtió en película dirigida por William Friedkin; y, recientemente, se conoció una nueva versión de Netflix.
Cinco décadas después, el texto suena inocente. Fue concebido en una era anterior a aquellas legendarias manifestaciones espontáneas en protesta contra una redada policial. Ocurridas en el pub Stonewall, del Greenwich Village, en 1969, dieron origen al día mundial del orgullo LGBT. También antes de la aparición del HIV y de la bienvenida conquista progresiva de derechos para personas de la mencionada comunidad.
Aunque el tiempo afectó mucho su anticuado y melodramático engranaje, los personajes son ricos e identificables, ya que exponen miserias e inseguridades de la especie humana desde que fue capaz de pensarse a sí misma.
Lamentablemente, la productora Rimas y el director Ricky Pashkus, responsables de una excelente adaptación del musical “Kinky Boots”, ofrecen una propuesta fallida, que no logra recrear el ambiente ominoso descripto. La escenografía e iluminación están lejos del recinto hogareño, y los actores parecen librados a su suerte. Tanto que sólo se impone la estatura interpretativa del siempre notable Sergio Surraco, como el agasajado.