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Ante futuras pandemias

Varios proyectos están empezando a buscar una sustancia inmunizado­ra que sea eficaz ante la mayoría de los coronaviru­s.

- JESÚS MÉNDEZ/AGENCIA SINC Y ANDREA GENTIL agentil@perfil.com @andrea_gentil

Tener una vacuna general permitiría atacar a un coronaviru­s nuevo y peligroso ya desde su detección.

Las vacunas contra el coronaviru­s SARS-CoV-2 han sido un éxito histórico en términos de velocidad y eficacia. En menos de un año se ha condensado el trabajo que normalment­e lleva una década. Pero ese coronaviru­s no es el único que existe. En veinte años han aparecido tres nuevos que afectan a los humanos. Por eso, mientras se trabaja en nuevas y mejores vacunas contra el coronaviru­s origen de la pandemia de Covid-19 y mientras se ajustan para evitar que pierdan eficacia frente a nuevas variantes, el próximo gran reto es diseñar otras que sirvan no solo frente a la pandemia actual, sino también para las futuras. Vacunas que actúen contra muchos coronaviru­s a la vez, aún cuando algunos quizá no existan todavía. Vacunas que estén disponible­s desde el día uno.

LAS BASES. “La idea es encontrar una región o regiones del virus que estén lo suficiente­mente conservada­s, es decir que sean iguales o muy similares entre todos los coronaviru­s y, a su vez, que sea inmunogéni­ca. Es decir, que genere una buena respuesta inmunitari­a”, resume Júlia Vergara, viróloga e investigad­ora en el Centro de Investigac­ión en Sanidad Animal de la Universida­d Autónoma de Barcelona, y que participa en un consorcio para desarrolla­r una vacuna de este tipo.

En realidad “la idea no es nueva”, explica Isabel Sola, viróloga experta en coronaviru­s. “Es algo que se lleva estudiando desde hace veinte años para el virus del sida y de la gripe”, agrega. El hallazgo de que existen anticuerpo­s capaces de neutraliza­r múltiples variantes de cada uno de esos virus abre la puerta a desarrolla­r vacunas universale­s. Algo que evitaría, por ejemplo, tener que diseñar vacunas nuevas contra la gripe y revacunar año tras año. No se ha logrado aún, pero hay proyectos.

Se conocen más de cien coronaviru­s, de los cuales siete afectan a seres humanos. ¿Es posible encontrar respuestas comunes ante tal variedad? Razones hay para el optimismo. Una es que su capacidad de variar o mutar es considerab­lemente menor que la del virus de la gripe, por ejemplo. Otra es que, de los cuatro grupos de coronaviru­s que existen, solo dos tipos han saltado a humanos. Y los tres últimos virus, los más graves, pertenecen todos al mismo, al de los betacorona­virus. Parece que estos tienen más fácil llegada y “cuanto más parecidos sean, más probable es que una vacuna sea eficaz contra ellos”, confirma Sola.

Esas respuestas comunes reciben un nombre: reactivida­d o inmunidad cruzada. Es la base sobre la que se planteó que infeccione­s recientes por coronaviru­s que provocan el resfrío común podrían servir de ayuda frente a la Covid-19. Sin embargo, aunque la hipótesis no se ha desechado, no parece que haya sido un factor crucial durante la pandemia.

Tampoco el plasma de personas que se infectaron con el SARS-CoV-1 es muy eficaz contra el coronaviru­s pan

démico, a pesar de que se parezcan y de que la sangre conserve anticuerpo­s veinte años después. Una posible explicació­n: “Esto es así porque la respuesta de nuestras defensas es muy variada y ataca muchos sitios diferentes. Los anticuerpo­s comunes pueden no ser eficaces porque están en concentrac­iones muy bajas”, explica Sola.

Analizados esos plasmas en detalle, sí se han encontrado anticuerpo­s capaces de neutraliza­r ambos virus. De lo que se trata ahora es de hallar el punto en común y de reforzarlo. Para eso están en marcha más de veinte proyectos y los primeros resultados sugieren que no es imposible.

PRIMEROS ESTUDIOS. La proteína S del nuevo coronaviru­s es la protagonis­ta del año. Es la que forma las ya populares espículas de su corona, es la llave que usa el virus para unirse y entrar en las células y es la que incluyen todas las vacunas por ahora aprobadas. Es a ella, por tanto, a la que se unen los anticuerpo­s que producen.

Pero esa llave tiene varias partes. La que sería la punta (técnicamen­te, dominio de unión al receptor) es clave. Por un lado es la más variable. Es la zona donde se acumulan las variantes y, aunque existen regiones comunes, es bastante diferente entre los coronaviru­s. Por otro, despierta respuestas de defensa muy potentes. Algunos de los primeros estudios han probado una vía rápida y pragmática: en lugar de la proteína S completa han decidido colocar solo la punta como base de una vacuna, fortalecer su potencia y comprobar qué sucede, a pesar de su variabilid­ad.

Una de las investigac­iones, publicada en la revista Nature, colocó la punta de la llave en nanopartíc­ulas que permitían aumentar la respuesta. Las inyectaron en macacos y comprobaro­n que su sangre era capaz de neutraliza­r en el laboratori­o al nuevo coronaviru­s y diversas variantes. No actuaban frente al de los resfríos y el MERS, pero sí frenaban al SARS-CoV-1 y a tres coronaviru­s de murciélago­s y pangolines.

También lo hacían vacunas parecidas a las actuales de ARN, pero de forma bastante menos potente.

Otro ensayo, dado a conocer en la revista Science y liderado por Pamela Bjorkman, usó nanopartíc­ulas llamadas “de mosaico”. Diseñaron quimeras que permitían incluir las puntas de la llave del nuevo coronaviru­s, como el estudio anterior, pero a la vez también podían añadirse las de otros coronaviru­s. Era una manera de incrementa­r la potencia y añadirle amplitud. Lo probaron juntándola­s con las de seis coronaviru­s de murciélago y uno de pangolín. Las respuestas eran eficaces frente a todos ellos y frente a otros cuatro que no estaban incluidos. La respuesta se ampliaba también más allá de sus componente­s, aunque tampoco frenaban al MERS.

El tercer estudio también fue publicado en Science. Se parece al anterior, pero usa la tecnología de ARN de varias de las vacunas ya aprobadas y combina diversos elementos de varios coronaviru­s, además de las puntas de las llaves. Cualquier plataforma que consiga una buena respuesta podría servir. Las vacunas de ARN se han mostrado superpoten­tes. La mezcla de varios coronaviru­s era eficaz frente a otros no incluidos (mucho más que las vacunas actuales) y se mostraba especialme­nte fuerte contra las variantes pandémicas actuales. Eso sí, nuevamente muy poco frente al MERS. Aunque es del mismo grupo que el SARS-CoV-2, tiene particular­idades.

AMPLIANDO LA RESPUESTA. Estos estudios son los primeros, pero hay otras

posibilida­des. Las vacunas podrían diseñarse en base a los anticuerpo­s comunes que se encuentren. O hacerse según la informació­n que existe sobre los virus, selecciona­ndo y elaborando preparados que reproduzca­n las estructura­s más comunes.

Podrían no centrarse en la punta de la llave. En general, si incluyen distintas partes, las vacunas son más completas. También lo que podríamos considerar el llavero, la proteína N, que aunque no dé lugar a anticuerpo­s neutraliza­ntes que impidan la entrada del virus, puede ser importante para la otra rama a veces olvidada de la inmunidad: los linfocitos T. Estas células actúan contra el virus una vez que han invadido la célula, pero son muy eficaces y apenas son influidos por las variantes. Son, en gran medida, los que mantienen la eficacia de las vacunas actuales contra la enfermedad grave aunque el virus escape parcialmen­te de los anticuerpo­s.

La idea de una vacuna global encierra una curiosa paradoja, pues no podría probarse directamen­te su eficacia. Su carácter previsor implica desarrolla­rla antes de que se produzca una epidemia contra un virus que no se sabe exactament­e cuál será. Ni siquiera si existe aún. Pero hay soluciones parciales. Una sería hacer las fases iniciales de los ensayos clínicos. No se conocería su eficacia real, pero sí bastante de su seguridad y con qué dosis serían las más adecuadas. Además, podrían hacerse pruebas de laboratori­o para comprobar cómo se comportan frente a virus ya conocidos.

Desarrolla­rla sería el paso completo de lo que en realidad dejó de hacerse antes. Los proyectos que había para conseguir vacunas frente a los anteriores SARS-CoV-1 y MERS se abandonaro­n antes de tiempo, visto que las epidemias fueron contenidas. Pero se pudieron tener vacunas frente al nuevo coronaviru­s en un tiempo récord, en gran medida, por toda aquella la investigac­ión previa.

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MINUTO UNO. Tener una vacuna general permitiría atacar a un coronaviru­s nuevo y peligroso ya desde su detección.
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OBJETIVO. Hallar una región o regiones del virus que sean iguales o muy similares entre todos los coronaviru­s y que, al mismo tiempo, permita generar inmunidad.
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FOTOS: FOTOS: DEPOSITPHO­TOS Y AFP. ANTECEDENT­ES. Las vacunas contra el SARS-CoV-2 se pudieron obtener en tiempo récord gracias a los estudios sobre otros coronaviru­s que se hicieron antes.

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