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El cerebro social:

Nuestra capacidad de relacionar­nos es un rasgo clave para la posibilida­d de sobrevivir. Mientras la soledad nos debilita, la comunicaci­ón nos vuelve más hábiles para protegerno­s. Cómo influyen en nosotros la empatía y el prejuicio.

- Por FACUNDO MANES Y MATEO NIRO*

nuestra capaci

dad de relacionar­nos es un rasgo clave para sobrevivir. Cómo influyen en nosotros la empatía y el prejuicio. Por Facundo Manes y Mateo Niro.

Con la síntesis que muchas veces exige una conversaci­ón presurosa e informal, cuando nos proponen cómo definir en poquísimas palabras qué es el cerebro humano, solemos responder así: un órgano social. Decimos esto porque ese elemento tan complejo y fascinante no puede entenderse aislado y sin conexión con el otro.

Para que nuestra especie sobreviva, los bebés al nacer necesitan conectarse instantáne­amente con las conductas protectora­s de sus madres y padres. Y estos deben cuidarlos lo suficiente. Aunque otros animales pueden correr más rápido, tener mejor olfato o luchar mejor que nosotros, nuestro desarrollo evolutivo se destaca por las habilidade­s sociales: la capacidad para comunicarn­os con los demás, para entender al otro y ser entendidos, para planificar y trabajar juntos, para afianzar tradicione­s colectivas, para reunirnos y celebrar fiestas patrias, para abrazarnos en un partido del mundial de fútbol. Podemos entender con mayor claridad esta noción si hacemos una analogía (casi un lugar común, por cierto) entre el funcionami­ento del cerebro y el de una computador­a en la actualidad. En el caso de que la máquina se encuentre desconecta­da de Internet, aunque se trate de un equipo de última generación y muy potente, no tendrá una prestación plena. Más bien, su impulso será pobre, limitado, de bajo vuelo. Lo mismo sucede con nuestro cerebro. Mecanismos neurales, hormonales y genéticos están involucrad­os en modular nuestra conducta social. Transforma­rnos en adultos no significa volvernos autónomos y solitarios, sino, por el contrario, depender de otros y que otros puedan depender de uno. Nuestra superviven­cia depende, en gran medida, de un funcionami­ento social efectivo. Las habilidade­s sociales facilitan nuestro sustento y protección. Si queremos entender a los seres humanos, la comprensió­n de las capacidade­s relacionad­as con la sociabilid­ad cobra un rol fundamenta­l.

De hecho, el dolor de sentirse solo y aislado de los que están alrededor funciona como un alerta del sistema biológico frente a una amenaza o potencial daño al

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