“Art” de Yasmina Reza. Con P. Echarri. F. Mirás y M. Amigorena. Dirección: R. Darín y G. Palacios. Multitabaris Comafi,
“Art” de Yasmina Reza. Con P. Echarri. F. Mirás y M. Amigorena. Dirección: R. Darín y G. Palacios. Multitabaris Comafi, Av. Corrientes 831.
★★★ Art”, “de la dramaturga francesa Yasmina Reza (1959), se transformó en un éxito mundial, tras su estreno hace más de veinte años. Tal vez la respuesta más obvia para explicar el suceso sea que plantea preguntas sin respuesta sobre el arte contemporáneo. Pero al indagar un poco más en profundidad, advertimos que la escritora explora las conexiones y hasta cierta rivalidad que subyace entre las amistades masculinas. Así, surge la cuestión principal: ¿cuánta verdad y honestidad de un semejante podemos soportar?
En la trama, Sergio (Mike Amigorena, exacto en la sinuosidad del vanidoso), es un dermatólogo que invierte una fortuna para adquirir un cuadro que es sólo un lienzo en blanco. Su viejo amigo Marcos (Pablo Echarri, correcto en el rol de ángel exterminador), ingeniero aeronáutico, está consternado y convencido de que lo han estafado y ha sido encandilado por los espejitos de colores del modernismo. El tercero en discordia es Iván (Fernán Mirás, gracioso como el obsecuente y pusilánime), que trabaja en una papelera y deberá mediar entre uno y otro. Sarcásticamente, le consideran el gran reconciliador de la humanidad.
La excusa permite a Reza mostrar las cambiantes alianzas que ocurren en el terceto, un poco a la manera de lo que sucede en “El cuidador”, de Harold Pinter, aunque sin la misma densidad. Así, salen a la luz detalles del pasado que indican que la relación que los unió, a lo largo de quince años, está muy basada en la manipulación. Sergio siente fastidio por los cuestionamientos y expone petulancia en su decisión, Marcos se molesta y saca a relucir su cinismo al debatir sobre los valores estéticos y acicatea a Iván, para que cambie de opinión. Casi al final entendemos cómo, para sobrevivir en este feroz siglo XXI, todo depende, en gran medida, de la hipocresía que rige las relaciones humanas.
Desde la dirección, Ricardo Darín y Germán Palacios (estrenaron la pieza junto a Oscar Martínez en 1997), demuestran ser conocedores de los vericuetos del texto e imprimen el ritmo necesario para entretener al espectador.