Más consecuencias del covid19
La mitad de la población tiene problemas para dormir desde la llegada de la Covid-19.
Privarse del sueño no es bueno para nadie, y la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 ha dejado al descubierto el advenimiento de otra pandemia: la del insomnio.
En 1932, Pablo Picasso pintó “El sueño”. El cuadro retrata la dulce entrada en el universo onírico de su amante Marie-Thérèse Walter, joven francesa de quien el pintor se enamoró de tal manera que hasta le quitó, literalmente, la capacidad de dormir. Privarse del sueño por amor puede incluso inspirar un cierto romanticismo. La realidad, sin embargo, es que permanecer sin dormir no es bueno para nadie, y la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 ha dejado al descubierto el advenimiento de otra pandemia: la del insomnio.
Desde el inicio de los casos de Covid19, en enero de 2020, quejas relacionadas con las dificultades para conciliar el sueño aparecieron aquí y allá, en diferentes países del mundo, pero en un principio las evidencias fuero insuficientes para entender cuán grave era el problema.
Recientemente, sin embargo, investigadores de la Universidad Estatal de Arizona (en Estados Unidos) presentó el resultado de la encuesta más grande realizada hasta ahora sobre el tema, que incluyó entrevistas con 991 personas de 79 países. El estudio encontró datos sobre el patrón de descanso nocturno de los voluntarios durante doce meses a lo largo de la pandemia de Covid-19. La conclusión es preocupante. "En general, los trastornos del sueño han aumentado. Encontramos que el 56% de los encuestados informaron niveles clínicos de síntomas de insomnio”, explica Megan Petrov, coordinadora de la investigación.
Petrov estudia el comportamiento del sueño humano desde hace dieciséis años. Ya se venía comprobando que dormir bien, en las dos últimas décadas, se estaba convirtiendo en un lujo para cada vez más personas. Sin embargo, la investigadora quedó sorprendida al comprobar en la encuesta que actualmente más de la mitad de la población mundial enfrenta dificultades para relajarse y descansar totalmente. Y esto sucede en países con culturas y niveles socioeconómicos y de desarrollo muy diferentes: la incidencia del insomnio, pese a las singularidades, es similar.
En el Reino Unido, antes de la pandemia, una de cada seis personas tenía insomnio. En la actualidad, una de cada cuatro está en esta condición. En China, los índices saltaron del 14,6% al 20%. En Brasil hubo una disminución en el número de horas de sueño, 7,12 horas diarias antes del año 2020, que se redujeron a 6,23 actuales, en medio de la pandemia de Covid-19. En la historia de ciencia del sueño, este período se conocerá como tiempos de coronasomnia, término que ya se popularizó entre los especialistas.
Informes recopilados por el Covid Sleep Study (Estudio internacional del sueño Covid), realizado en catorce países que involucran a unos 20.000 voluntarios registraron cambios en el sueño y los patrones de sueño desde los inicios de la pandemia del coronavirus. La encuesta no está finalizada, pero ya hay algunas observaciones.
Una de ellas es el aumento de los denominados sueños lúcidos, aquellos en los que el individuo tiene conciencia de que está soñando. También ha habido un gran crecimiento en la aparición de pesadillas: muchos de ellos están relacionados con la pandemia, como el asociado con el miedo a la contaminación. Resultados de otros estudios convergen a las mismas conclusiones, y es que las representaciones oníricas de la mente estos tiempos pandémicos son más de angustia que alivio.
FUNCIONES NORMALES. De hecho, la misma enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2 puede causar incapacidad para dormir entre quienes se contagian. Un estudio publicado en
HABER ENFERMADO DE COVID-19 TAMBIÉN PUEDE TENER INCIDENCIA EN LA CAPACIDAD DE CONCILIAR EL SUEÑO.
la revista científica Lancet Psychiatry indica que el insomnio puede ser uno de los resultados neurológicos y psiquiátricos más comunes de la Covid-19. Los investigadores evaluaron los registros de salud electrónicos de TriNetX, una red de investigación de salud global de 236.000 pacientes, de 10 años de edad o más, que dieron positivo al coronavirus de enero a diciembre del 2020.
Y hallaron que hubo una incidencia estimada de 14 resultados neurológicos y psiquiátricos en los 6 meses posteriores a un diagnóstico confirmado de Covid-19, que incluyeron (pero no se limitan a hemorragia cerebral, accidente cerebrovascular, enfermedad muscular, demencia, trastornos de salud mental e insomnio.
Entre otros efectos, no dormir una noche puede originar que al día siguiente la persona afectada inicie su nuevo día cansada, irritable, con fuertes cefaleas, incapacidad para concentrarse y llevar a cabo tareas básicas y rutinarias. Y es que dormir es un estado fisiológico fundamental para el organismo. Durante el descanso, el cuerpo trabaja para mantener el equilibrio del sistema inmunológico, endocrinológico y neurológico. El almacenamiento de información del cerebro, por ejemplo, ocurre por la noche. "Dormir es una parte esencial de la vida, como el aire, el agua y la comida”, explica Megan
Petrov. "La salud sufre según sea la calidad del aire que se respira, el agua que se bebe y la comida que se ingiere. Y lo mismo sucede cuando el sueño es malo o insuficiente", agrega.
Idealmente, quedarse dormido debería responder a lo determinado por el reloj biológico, programado para funcionar en un ciclo de 24 horas. El aviso al cuerpo de que es el momento de prepararse para el descanso lo da la fabricación de melatonina desde el atardecer. Dicha hormona es el inductor del sueño. A partir de ahí, la temperatura corporal desciende, como así también la presión arterial. Después de unas cuantas horas, llega la sensación de somnolencia.
En la pandemia, ese proceso se puso de cabeza. En primer lugar, porque desapareció la rutina de levantarse, salir a trabajar, volver a casa y dormir. Trabajo, descanso y ocio se mezclaron. Segundo, como factor agravante, la pandemia aumentó e intensificó emociones como la ansiedad y el estrés crónico, el temor que produce la sensación de estar permanente en riesgo.
CORONAINSOMNIA. “La salud mental y el sueño a menudo están conectados. ¿Puede el estado de ánimo afectar el sueño? ¡Absolutamente! ¿Puede el sueño afectar el estado de ánimo? Seguro que sí. Los síntomas de la alteración del sueño y la salud mental a menudo pueden superponerse. Por ejemplo, si está cansado, puede notar que no puede concentrarse o que se siente irritable y fatigado. Del mismo modo, una persona con problemas de salud mental también podría notar dificultad para concentrarse o experimentar síntomas similares de irritabilidad y fatiga”, explica David Dare, especialista de Medicina del Sueño de la Clínica Mayo en Minessota (Estados Unidos).
Y agrega: “La alteración del sueño puede afectar nuestra fisiología de muchas formas. Por ejemplo, las personas que tienen apnea obstructiva del sueño no tratada tienen un mayor riesgo de hipertensión arterial, fibrilación auricular y enfermedades cardiovasculares. Además, las personas que experimentan privación del sueño tienen un mayor riesgo de sufrir accidentes automovilísticos o errores en el trabajo. En la actual pandemia de Covid-19, la falta de sueño y la mala calidad del sueño hacen que los pacientes sean más susceptibles a las enfermedades virales”.
Con una luz roja encendida, la primera preocupación es prevenir el crecimiento descontrolado del consumo de pastillas para dormir, observado desde el año pasado y que da como resultado miles de individuos dependientes. En un primer momento tomar un fármaco inductor del sueño puede parecer una solución, pero se corre el riesgo de que se torne una adicción. Hay algunos hábitos y opciones (ver Recuadro) que pueden ayudar a conciliar el sueño.
Uno de ellos es la terapia cognitivo-conductual, cuyo objetivo es identificar y modificar pensamientos y comportamientos asociados que sirven como desencadenantes para el insomnio. Siguiendo pautas como esta, tal vez la humanidad regrese por fin, con la pasión de Picasso, a los brazos serenos de Hypnos, el dios griego que nos adormece.