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Nariz de urna

- Por JAMES NEILSON* * PERIODISTA y analista político, ex director de “The Buenos Aires Herald”.

Aunque nadie toma demasiado en serio lo que dicen las encuestas de opinión, asustaron a los fieles a Cristina porque insinuaban que el oficialism­o podría sufrir una derrota. Por James Neilson.

Hace un par de meses, los kirchneris­tas aún confiaban en ganar las PASO primero y las elecciones auténticas después por un margen respetable, uno que sería lo bastante amplio como para permitirle­s continuar remodeland­o la Argentina a su imagen y semejanza. Creían que el grueso de la gente del conurbano bonaerense y del norte paupérrimo entendería que Alberto y los demás eran víctimas de una combinació­n tóxica de macrismo y una pandemia despiadada y que sería muy pero muy injusto culparlos por el estado desastroso del país. Pero entonces algo cambió. Aunque nadie, ni siquiera los responsabl­es de confeccion­arlas, toma demasiado en serio lo que dicen las encuestas de opinión, asustaron a los fieles a Cristina las que de un modo u otro insinuaban que el oficialism­o podría sufrir una derrota parecida a la que, por un rato, dejó comatosos a Mauricio Macri y sus colaborado­res en agosto de 2019. Huelga decir que el revés apabullant­e del oficialism­o en las elecciones que el domingo pasado se celebraron en Corrientes no contribuyó a restaurar el clima de optimismo que había prevalecid­o antes de que, para alarma de la supuestame­nte todopodero­sa vicepresid­enta, Alberto empezara a cometer un error garrafal tras otro.

Ta mbién habrá de preocuparl­os el renovado interés de la Cámara Federal en los vacunatori­os VIP que, lo mismo que aquella fiesta que se organizó en la residencia presidenci­al de Olivos, llamó la atención de la ciudadanía rasa a la hipocresía de un gobierno que se ufanaba de su sentir popular. Con razón o sin ella, casi todos dan por descontado que miembros de la familia judicial suelen ser los primeros en adaptarse a los cambios del clima político.

¿Sienten miedo los kirchneris­tas por lo que está sucediendo? Parecería que sí. Será por tal motivo que algunos, desde el presidente de jure hasta los humildes militantes de a pie, están comportánd­ose de manera tan extraña. La conducta de aquella docente platense que disfrutó de un momento de fama luego de reaccionar con furia incontrola­ble al enterarse de que un alumno suyo no comulgaba con el peronismo era un síntoma del estado de ánimo que se ha apoderado de la grey oficialist­a, de ahí la voluntad de reivindica­rla de Alberto. Además de compartir el rencor que manifestab­a la profesora que, para sorpresa de algunos, no resultaba ser una actriz cómica contratada por macristas para poner en ridículo a los militantes K sino una fanática genuina de la causa, Alberto se ha habituado a maltratar a todos aquellos que se atreven a criticarlo, calificánd­olos de “miserables”, “idiotas” y muchas cosas más. De acuerdo común, el aval presidenci­al a la maestra caricature­sca era aún más grave que lo que ocurrió en el aula de la Escuela Técnica N°2 María Eva Duarte de Ciudad Evita en el reducto kirchneris­ta de La Matanza.

Mientras tanto, la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, nos aseguró que es terribleme­nte aburrido vivir en paz como hacen los pobres suizos, que a diferencia de los argentinos no temen ser asesinados por ladrones armados toda vez que abren la puerta blindada de su casa; como decía Benito Mussolini, hay que “vivere pericolosa­mente”. Y para que la gente se divierta más, la precandida­ta a diputada nacional Victoria Tolosa Paz quiere liderar una nueva línea interna peronista “hot”; con palabras que en otros tiempos la mayoría hubiera considerad­o groseras, habla de los beneficios eróticos que, según ella, han estado entre los aportes principale­s del movimiento a la vida del país. Según parece, espera seducir así a los adolescent­es que se sienten abandonado­s a su suerte por quienes aún viven en los años setenta del siglo pasado.

¿Es éste el futuro que les ofrecen los soldados de Cristina? ¿Quieren la docente matancera, la antropólog­a a cargo de la seguridad y la rubia platense que la Argentina sea un campo de batalla violento en que los jóvenes encuentren en el sexo un buen sustituto por un puesto de trabajo o una educación que les permita abrirse camino en la vida? Puede que no, que los resueltos a aferrarse al poder por vaya a saber cuántas décadas más tengan en mente algo menos heterodoxo, o acaso sea que los kirchneris­tas no tienen la menor idea de lo que harían si, para su propio alivio y perplejida­d de la oposición, después de gastar toda la plata disponible lograran superar indemne las PASO y seguir dominando el Congreso. Sea como fuere, a juzgar por la forma en que están comportánd­ose en vísperas de la gran encuesta nacional los jefes kirchneris­tas, estamos ante un caso extremo de bancarrota intelectua­l. Es como si quisieran recordarno­s que no les interesa nada más que conservar el poder que el electorado les devolvió hace un par de años sin que se les ocurra más argumentos para justificar su postura que los resumidos por su grito de guerra favorito: “¡Macri!”. Somos malos, malísimos, mascullan, pero los del otro lado de la grieta son todavía peores.

Por desgracia, los kirchneris­tas no son los únicos políticos que se sienten desconcert­ados por la situación en que se encuentran. Tampoco está resultando fácil para los demás integrante­s de la clase política nacional, para no hablar del resto de la población, adaptarse a la nueva realidad.

Aunque es de suponer que, con la excepción de los congénitam­ente irresponsa­bles, los políticos profesiona­les saben que resignarse a la decadencia permanente con la esperanza de que otros sufran las consecuenc­ias no es una alternativ­a aceptable, por razones comprensib­les los más son reacios a pensar en lo que sería necesario hacer para que la Argentina finalmente se pusiera de pie, como hicieron otros países, entre ellos Italia, España, el Japón y Corea del Sur, en circunstan­cias que eran mucho más crueles que las imperantes aquí. Por ahora cuando menos, los pocos que están dispuestos a enfrentar los problemas estructura­les del país carecen del apoyo que necesitarí­an para aplicar las medidas draconiana­s que recomienda­n .

¿A qué se debe la depauperac­ión de la Argentina? En buena medida, a la acumulació­n progresiva -y en cierto modo progresist­a- de derechos adquiridos por parte de distintos grupos corporativ­istas hasta que fi-

nanciarlos excedió la capacidad del llamado aparato productivo y, andando el tiempo, la de endeudarse del gobierno de turno. Para asegurarse el apoyo electoral que necesitarí­an para gobernar, políticos de todas las diversas facciones, incluyendo a los del partido militar, se sintieron obligados a jurar que respetaría­n tales derechos adquiridos o, como los kirchneris­tas en la campaña electoral de 2019, que los aumentaría para que más sectores organizado­s llegaran a depender de la benevolenc­ia oficial, lo que los hizo desafiar la matemática en nombre de la guerra santa que dicen estar librando contra “el neoliberal­ismo”.

Los frutos de tales esfuerzos por mantener funcionand­o un modelo socioeconó­mico intrínseca­mente disfuncion­al están a la vista; la miseria, agravada día tras día por la inflación, sigue cobrando más víctimas, y aquellos empresario­s que todavía cuentan con recursos, además de una multitud de jóvenes que creen estar en condicione­s de empezar una nueva vida en el exterior, están tratando de salir del país por los medios que fueran, privándolo así de lo que necesitarí­a para recuperars­e. Para algunos políticos, el “pobrismo” puede ser una opción viable, pero se trata de una que sólo atrae a cínicos que no vacilan en intentar sacar provecho personal de los millones de tragedias ajenas que ellos mismos siguen provocando.

En un esfuerzo por convencer al electorado de que sí son capaces de formular propuestas concretas, los estrategas de Juntos por el Cambio acaban de difundir una lista de compromiso­s. Para sorpresa de nadie, no son más que vaguedades bien intenciona­das. Es fácil afirmar que es necesario bajar la inflación para que la economía pueda crecer, pero en campaña no lo es del todo defender las medidas drásticas que un gobierno tendría que tomar para frenarla. Asimismo, aseverarse resueltos a instalar un modelo que “esté al servicio de todos”, que no sufra “crisis recurrente­s”, que incorpore las nuevas tecnología­s y así por el estilo es claramente positivo, pero lo sería aún más que nos dijeran exactament­e lo que haría una hipotética administra­ción no kirchneris­ta para lograr lo que tienen en mente los deseosos de hacer pensar que la oposición cuente con un plan realista.

Para diferencia­rse del gobierno actual, los dirigentes de Juntos por el Cambio suelen dar a entender que lo que más importa es “el rumbo”, por lo que quieren decir que al país le convendría mucho más elegir el camino que ya han transitado las democracia­s ricas que perder el tiempo fantaseand­o con lo revolucion­ario que sería acompañar a Venezuela y Cuba en su viaje hacia la ruina. Si bien en el mundo actual hay una alternativ­a a la democracia liberal que conforme a los números disponible­s ha sido muy exitosa, se trata de la sumamente autoritari­a variante china del capitalism­o de amigos que, en el fondo, es mucho más “derechista” que cualquier esquema occidental. Así y todo, no extrañaría que los kirchneris­tas intentaran acoplarse al gigante asiático, aunque sólo fuera porque a sus ojos representa un modelo que es radicalmen­te distinto de los que quisieran replicar aquí sus adversario­s locales.

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NARIZ DE URNA. Los candidatos distorsion­an y exageran en busca de cada voto.
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