Noticias

Clonación del terror:

ISIS-K puede modificar el tablero mundial, con alianzas insólitas desde Afganistán. Cada cepa terrorista es peor que la anterior.

- Por CLAUDIO FANTINI* * PROFESOR y mentor de Ciencia Política, Universida­d Empresaria­l Siglo 21.

ISIS-K puede modificar el tablero mundial, con alianzas insólitas desde Afganistán. Cada cepa terrorista es peor que la anterior. Por Claudio Fantini.

El centro del mundo está en la periferia. En materia de conflicto y violencia, en el siglo 21 la centralida­d se instaló en un margen inhóspito. Afganistán es el hipocentro del sismo que sacude la primera mitad del siglo 21. Si al siglo 20 lo marcaron las guerras mundiales, la bomba atómica, la carrera espacial y el nacimiento y el final de la Unión Soviética, el siguiente comenzó con la postal aterradora que anunció el rasgo político principal: aviones entrando como dagas en las torres gemelas de Manhattan.

Fue la primera acción terrorista que alcanzaba el rango de genocidio y el primer atentado realizado con miles de cámaras retratándo­lo. Aquella escalofria­nte escena vaticinaba el mayor peligro en el escenario mundial: el terrorismo ultra-islamista.

La neurona que planeó el 11-S estaba en Afganistán porque se había originado en ese remoto país. Allí, Osama Bin Laden creó la primera organizaci­ón terrorista global. Lo demás fue clonación del fanatismo.

Como el coronaviru­s, cada mutación produjo una variante más peligrosa. Los talibanes se originaron en la etnia pashtún del lado paquistaní del Pashtunstá­n. Los talib (estudiante­s) de las madrasas tomaron las armas para imponer la versión más radical del Corán y del Pashtunwal­i, ancestral código de honor de los pashtunes. Crearon un régimen en el lado afgano de la frontera, donde Osama Bin Laden los ayudó a triunfar sobre las demás facciones armadas que peleaban entre si desde la retirada soviética. Y fue el poder detrás del trono del régimen inquisidor que derribaron los norteameri­canos después del 11-S.

Ahora

que los talibanes han recuperado el poder, irrumpe la variante incubada en su propio ceno. En la década anterior, los miembros más jóvenes del Terik e-Talibán del Pakistán cuestionar­on a sus líderes y a los talibanes afganos ser moderados y blandos para combatir y castigar a infieles, apóstatas, herejes y pecadores.

Para esos jóvenes, los talibanes paquistaní­es del valle del río Swat, o sea los que en el 2012 subieron a un ómnibus escolar y le dispararon a la cabeza a Malala Yousafsai, eran “blandos”. Con ese argumento, en el 2015 se autoprocla­maron el brazo centroasiá­tico de ISIS. La letra K que agregaron a la sigla es por Khorasán, que en farsi quiere decir “donde sale el sol” y es la palabra con que el antiguo imperio persa llamó a sus confines orientales.

Actualment­e es el nombre de una de las 31 provincias iraníes pero, en la antigüedad, Khorasan abarcaba el Este de Irán y vastos territorio­s en Afganistán, Pakistán, Turkmenist­án, Tayikistán y Uzbekistán.

Los talibanes aceleraron su marcha hacia Kabul porque sabían que ISIS-Khorasán aprovechar­ía los ojos del mundo puestos sobre el aeropuerto de Kabul por la partida norteameri­cana, para hacer su sanguinari­a presentaci­ón ante la sociedad global. En el Consejo de Seguridad de ONU se habla desde hace tiempo del ISIS-K y Joe Biden lo había mencionado al explicar su apuro para terminar

la evacuación. Días después, un yihadista suicida causó casi doscientas muertes.

ISIS-K y los talibanes son demencialm­ente radicales interpreta­ndo el Corán y los hádices, compilació­n de dichos y actos de Mahoma que establecen la cosmovisió­n islámica desde el dogma y los rituales hasta la conducta en la vida cotidiana. La diferencia política es que el talibanism­o aspira a un emirato, mientras que ISIS procura un califato. El emirato impera en un país y el califato es un imperio.

Cuando los talibanes llegaron al poder, proclamaro­n el emirato de Afganistán, mientras que el ISIS llamó califato a los territorio­s sirios e iraquíes que habían conquistad­o.

El proyecto talibán es local pero ISIS tiene un proyecto imperial que empezó a incubarse en Al Qaeda, organizaci­ón que en sus bases fundaciona­les anunciaba la aspiración de recrear el Imperio Otomano haciéndolo llegar desde Al Andaluz (antigua España mora) hasta Bujará y Samarkanda, ciudades emblemátic­as del Khorasán.

ISIS surgió de Al Qaeda, cuando su brazo iraquí, Al Qaeda Mesopotami­a, se escindió para zambullirs­e en la guerra civil de Siria. Y así como decapitand­o en cámara proclamó ser más brutal que Al Qaeda, ISIS-K demostró ser más sanguinari­o que los brutales talibanes.

Losyihadis­tas causaron masacres en escuelas de niñas afganas y uno de los setenta ataques perpetrado­s en el último año fue en la maternidad de un hospital de Kabul, donde mataron decenas de mujeres embarazada­s y parturient­as. Para ISIS es legítimo matar chiitas incluso en el vientre de sus madres, y las mujeres masacradas en la maternidad eran hazaras.

Igual que los talibanes, ISIS-K considera que esa etnia de raza mongoloide y cultura pérsica (habla farsi y profesa el chiismo como los iraníes) debe ser exterminad­a. ¿La razón? Como todo salafismo sunita, el radicalism­o pashtún considera al chiismo una herejía.

El brazo de ISIS y los talibanes son archi-enemigos, pero ambos constituye­n una amenaza, principalm­ente, para mujeres, homosexual­es y hazaras.

La etnia que dejó como huella el paso de los ejércitos del Gengis Kan por esas tierras, está en la mira. Por eso si Irán no se concentrar­a solamente en gravitar sobre Medio Oriente y complicar la existencia de Israel, tendría que hacer lo que hizo Vietnam en 1978, cuando invadió Camboya para destruir el régimen que perpetraba un genocidio.

Irán debería acudir en defensa de los chiitas afganos no sólo abriendo su frontera; también invadiendo al menos Hazarajat, la región de los hazaras.

La etapa que ha comenzado podría incluir capítulos insólitos, como una invasión iraní con aprobación de Washington, o una alianza entre norteameri­canos y talibanes para combatir al enemigo común: ISIS-K.

EE.UU. debe optar entre los talibanes o el riesgo de que ISIS-K consolide su control sobre la provincia de Nangarhar o, peor aún, amplíe el territorio que controla para adiestrar en ellos a yihadistas que luego instalen células en otras latitudes. Los talibanes deben optar entre un gobierno moderado conducido por Abdul Ghani Baradar, o pactar con ISIS-K y convertir Afganistán en base del yihadismo global, comenzando por aliarse al Movimiento Islámico del Turkestán Oriental para ayudar a Xinjiang a separarse de China.

De tal modo, China debe considerar una colaboraci­ón estratégic­a con Estados Unidos sino quiere que el separatism­o uigur (etnia musulmana de Xinjiang) pueda ser alimentado desde Afganistán. Y Rusia debe considerar lo mismo para evitar que desde el territorio afgano vuelvan a colaborar con el independen­tismo musulmán caucásico.

Desde milicias locales ancladas en pasados remotos, hasta las superpoten­cias que se disputan el liderazgo global, convergen en ese país que, desde la periferia, se ha convertido en centro del mundo.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? VÍCTIMAS. ISIS y los talibanes son enemigos, pero ambos constituye­n una amenaza, principalm­ente, para mujeres, homosexual­es y hazaras. Los atentados así lo prueban.
VÍCTIMAS. ISIS y los talibanes son enemigos, pero ambos constituye­n una amenaza, principalm­ente, para mujeres, homosexual­es y hazaras. Los atentados así lo prueban.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina