007: Sin tiempo para morir

(Gran Bretaña, 2021, 163') Aventuras. Dir.: Cary Fukunaga. Con Daniel Craig, Rami Malek, Ralph Fiennes. Apta mayores de 13. Podemos apostar que en las próximas semanas habrá varias encuestas respecto de “quién fue el mejor James Bond del cine” y que va a ganar Sean Connery. Recordemos cuando, más de una década atrás, se enojaban por el Bond rubio de don Daniel Craig, que al final interpretó al agente (con esta) cinco veces y es el más taquillero. Craig es un actor extraordinario y tiene el equilibrio justo entre control y salvajismo que requiere el personaje. Esta despedida es perfecta: es un placer escucharlo hablar, consigue transmitir emociones con apenas medio gesto y en las escenas de acción es perfectamente creíble. En este caso, Bond comienza “retirado de la acción” y una cuestión personal lo trae de vuelta al ruedo, lo que lo enfrenta tras peligros increíbles con un villano megalómano. O sea, una película de James Bond más o menos estándar. Pero hay dos elementos que funcionan por detrás. Uno, cierta autoironía respecto tanto de las modas de la corrección política y otra, la elegancia de Fukunaga para los momentos de acción. Lo vamos a extrañar. Sería pedante decir que esta película en blanco y negro sobre un joven estudiante de cine que llega a París y se encuentra con el amor, la tensión, las discusiones filosóficas sobre la creación y el rol del arte, y los lugares comunes de la Nouvella Vague (y, oh, de sus discípulos de los 80 Arnaud Despléchin y Olivier Assayas) es mala. No lo es. Tampoco es demasiado interesante: la fotografía bella alrededor de un déjà-vu.