Las redes al desnudo
La semana que pasó se vio cruzada por la caída mundial de las redes sociales que dependen del gigante Facebook, y los debates, ya vigentes pero potenciados, sobre su descontrolado poder e influencia.
El apagón virtual, que incluyó a WhatsApp e Instagram, duró 6 horas hasta que se arregló. Pero la pregunta de fondo sigue siendo: ¿se puede arreglar Facebook?
Mientras la ex empleada Frances Haugen sigue desnudado las malas prácticas de la compañía liderada por Mark Zuckerberg en el Senado estadounidense, y republicanos y demócratas se unen en el reclamo de una mayor regulación, se instala la idea de que las redes sociales pueden reformarse con una combinación de ajustes algorítmicos y remedios legislativos.
Haugen insiste justamente, desde su rol de “Garganta profunda”, en que su objetivo al entregar vergonzosos documentos internos a The Wall Street Journal, no era dañar Facebook, sino arreglarlo. “Al igual que los cigarrillos, Facebook es un producto peligroso que uno usa bajo su propio riesgo.
Las redes sociales nacieron y crecieron bajo la idea de que la nueva tecnología de comunicaciones entregaría a la humanidad un mejor entendimiento global, y hasta la paz mundial. A más de 15 años de su nacimiento, es evidente que la expectativa no era realista. Los informes describen a una empresa que dañó al mundo a sabiendas. Facebook es un súper difusor de información errónea que llega al 40% de la raza humana. Y los datos de WhatsApp son cuanto menos utilizados para todo tipo de campañas.
La visibilidad que le otorgó el “apagón” y los retos jurídicos que enfrenta Mark Zuckerberg, el mentor de este gigantesco poder global, nos ofrece la oportunidad de repensar los usos que le damos a la tecnología.