Acusaciones y diálogo
En su “guerra” contra la inflación, el Gobierno vuelve a apelar a una fórmula repetida de la historia argentina que nunca ha dado resultados: las mesas de diálogo entre funcionarios, empresarios y gremialistas para acordar políticas que, en definitiva, son responsabilidad exclusiva del Poder Ejecutivo. Por nombrar solo algunos ejemplos, allá está el acuerdo social convocado para el Plan Primavera alfonsinista, que no pudo hacerle frente a la “híper” de esos años. O el Pacto Social de Perón y Gelbard en los 70, reivindicado por Cristina Kirchner en su libro “Sinceramente”, que tampoco pudo mantener los precios a raya y derivó en el “Rodrigazo”. Más cerca en el tiempo, la Mesa del Diálogo Argentino apareció como un intento de contener la catástrofe post 2001, aunque la estabilización de la economía corrió por cuenta del ministro Lavagna y no de aquel armado. Y en los últimos dos años, la Mesa contra el Hambre lanzada por Alberto Fernández, con la efectista inclusión de figuras del show business como
Marcelo Tinelli, tampoco logró que la pobreza bajara.
También se aplicaron otros métodos en la historia reciente, como las políticas de shock –sin mesas ni diálogo– del Plan Austral y la Convertibilidad, o como la extravagante idea de vencer a la inflación falsificando las estadísticas del Indec. Pero el problema susbsiste y solo se agrava.
Para colmo, la mala praxis del Presidente al anunciar su “guerra” con tres días de anticipación generó instantáneas remarcaciones para resguardarse ante un posible congelamiento de precios. Luego de eso, sentarse a una mesa de diálogo con quienes el Gobierno acusa de “especuladores” y “codiciosos” parece, cuando menos, un contrasentido.
El sector empresario desconfía de la convocatoria. Y tiene sus razones.